Estrenos online: crítica de «Descenso: el caso contra Boeing», de Rory Kennedy (Netflix)
Este documental investiga los motivos de los accidentes que tuvieron dos Boeing 737 Max en 2018 y 2019 para descubrir una saga de omisiones y mentiras corporativas.
Los márgenes de ganancia empresariales suelen ir en contra de la calidad de los productos. Se sabe. Si se intentan reducir costos para paliar problemas económicos en las compañías –y hacerlas rendir mejor en la Bolsa– muy probablemente lo que esa compañía venda no tenga el cuidado, los insumos o la cantidad de trabajo necesarios para mantener esa calidad. Y ese problema, que puede ser menor o de relativa importancia en muchos productos cotidianos, es dramática si se lo hace con un avión. Y eso es lo que pasó con la enorme empresa estadounidense fabricante de aviones Boeing cuando se investigaron los motivos por los que dos de sus 737 Max se estrellaron con apenas meses de diferencia (en 2018 y 2019, en Indonesia y Etiopía respectivamente) causando cientos de muertos.
DESCENSO: EL CASO CONTRA BOEING, el eficaz documental estrenado por Netflix, comienza con uno de esos accidentes. El 29 de octubre de 2018 cayó un vuelo de Lion Air a poco de despegar de Jakarta. Y, ante la tragedia, la respuesta del fabricante fue la usual: culpar a los pilotos. La investigación demostraría otra cosa. Básicamente, un problema técnico ligado a un sistema implementado en los nuevos 737 Max cuya existencia no se había informado a los pilotos. El defecto específico en sí lo podrán analizar viendo la película, pero lo cierto es que nadie hizo nada para solucionarlo y pocos meses después otro 737 Max cayó en Etiopía y lo hizo por el mismo motivo: una falla en un sistema de estabilización llamado MCAS. Ahí sí, ese modelo fue sacado del aire en todo el mundo con las consecuentes pérdidas económicas y de prestigio para una compañía con una historia de buena reputación en la materia como es (o era) Boeing.
El documental de Rory Kennedy investigará el caso entrevistando a especialistas (el famoso «Sully», de la película homónima, es uno de ellos), analizando el problema específico que causó los accidentes, seguirá la investigación pública en el Congreso y conversará también con familiares de las víctimas. A la par hará un recorrido por la historia de Boeing y de cómo una compañía famosa por su confiabilidad, tras algunos cambios de la década del ’90 (la unión con la empresa rival McDonnell Douglas y un cambio en su cultura corporativa), pasó a priorizar hacer crecer las ganancias aún a costa de reducir fuerza de trabajo, incluyendo chequeos de control y seguridad. La feroz competencia de la europea Airbus los llevó también a perder ventas y, en consecuencia, a reducir ganancias. Algo tenían que hacer.
Y el lanzamiento del 737 Max –que hizo Boeing como producto para competir con el exitoso Airbus A320neo– estuvo envuelto en esa cultura de recorte de gastos. Como verán en el film, por la necesidad de sacar ese producto rápido al mercado y sin excesivos costos internos, Boeing no cumplió los pasos necesarios de control de seguridad, incluyendo entrenamiento de pilotos y otros recaudos que podían haber evitado los accidentes. Peor aún, después del primer accidente tampoco hicieron demasiado para arreglar la situación, pensando que podían resolverla sin agitar a los mercados ni hacer caer más aún sus acciones. De ese modo, DESCENSO («Caída» sería una mejor traducción) no solo se convierte en una feroz crítica a la cultura corporativa de esa compañía en estos hechos específicos sino a toda una filosofía de maximización de beneficios que está extendida en Wall Street.
En un tono de investigación periodística pura y dura –el film bien podría haber sido un muy buen especial de algún programa de televisión–, Kennedy presenta su caso de una manera que parece incontrastable. Algunas escenas y reconstrucciones que se ven aquí quizás preocupen a aquellos que temen subirse a un avión, pero difundir estos hechos se vuelve necesario para que las compañías tomen recaudos a futuro. A tal punto fueron evidentes los errores de Boeing que hasta al senador republicano Ted Cruz –un habitual defensor de las grandes corporaciones– se lo escucha gritándole enojadísimo al CEO de la empresa. Y si ya no te apoyan Cruz ni Donald Trump, quién fue el que tomó la decisión de sacar de circulación ese modelo tras el segundo accidente, es porque no debés tener defensa alguna.