Estrenos online: crítica de «La masacre de Texas», de David Blue García (Netflix)
Esta novena secuela de la clásica película de terror de Tobe Hooper deja de lado gran parte de las otras para contar la historia de un grupo de jóvenes influencers que se llegan a la tierra de Leatherface y se topan, bueno, con sangrientas sorpresas.
Una idea simpática y relevante rápidamente abandonada para entrar de lleno en el territorio del slasher, la nueva secuela de EL LOCO DE LA MOTOSIERRA (o LA MASACRE DE TEXAS, como prefieran llamar al film ya clásico de Tobe Hooper de 1974) es la novena en la lista pero actúa como si ninguna de las demás –salvo, quizás, la extraña y paródica segunda película de Hooper de 1986– hubieran existido. Como sucede con muchos films de terror, las ideas y personajes que los habitan suelen reflejar miedos y tensiones contemporáneas que luego entran en la espiral de la violencia más descarnada. Aquí sucede exactamente eso, pero apenas se sostiene por quince minutos. Una vez que aparece Leatherface, todo consiste en verlos desaparecer de las maneras más grotescas posibles.
El eje del film, cuya historia escribieron los uruguayos Fede Alvarez y Rodo Sayagues, es una especie de crítica a los jóvenes de la llamada Generación Z, criados en base a las redes sociales, chicos urbanos que se meten en emprendimientos online desde una perspectiva de privilegio y un desconocimiento de las realidades de la (Norte) América profunda. Son, a su vez, los causantes de la llamada «gentrificación», adquiriendo terrenos baratos para reconvertirlos en paraísos hipsters, encareciendo los precios de las propiedades y obligando a la gente de esos lugares a tener que dejar sus hogares.
Acá los protagonistas son un par de influencers que han comprado terrenos en Harlow, una ciudad semi-abandonada de Texas que parece el set de un polvoriento western. El más famoso es un chef llamado Dante (Jacob Latimore), quien quiere poner un restaurante de autor en el lugar y para eso compró una desvencijada casa. Lo acompaña su rubia novia Ruth (Nell Hudson) y dos hermanas: Melody (Sarah Yarkin), su socia, otra arrogante chica de ciudad que se dedica a ironizar sobre todos aquellos con los que se cruza, sin importar que carguen armas o tengan cara de no querer saber nada con que estos chicos se instalen allí. Y Lila (Elsie Fisher, de EIGHT GRADE), la única que parece darse cuenta del conflicto de clases, racial e ideológico que se presenta ahí. La chica es una sobreviviente de un atentado escolar, por lo que también es bastante más temerosa y cuidadosa ante las situaciones que se presentan.
Pero no son los únicos que llegan a Harlow. Cuando todavía no se han instalado, un bus contratado por los mismos jóvenes arriba a la ciudad fantasma en plan «tour de compras». Se trata de un grupo de influencers que fueron convocados con la intención de sumarse al negocio, comprar toda esta ciudad abandonada y transformarla en un pueblo cool perdido en el medio de Austin. En el bus tienen un DJ, música electrónica y tragos de autor. Afuera, en cambio, hay un mecánico fastidioso y armado, policías con mala cara y, más que nada, un orfanato que debería haber estado abandonado pero que no lo está. Allá sigue apostada la anciana encargada del lugar (la veterana Alice Krige), que se niega a dejarlo, y el último de sus «huerfanitos»: el tal Leatherface, que debe ser el septuagenario más resiliente de la historia del cine.
El reclamo por la propiedad (que empieza cuando Dante quiere sacar la sureña bandera racista de la Confederación) escalará rápidamente, la anciana tendrá un ataque y, bueno, Leatherface enloquecerá. Lo que sigue se lo pueden imaginar y arranca muy rápidamente. A los 20 minutos de esta película que, si no se toman en cuenta los créditos, apenas llega a los 75 minutos, comienza el descontrol, ya que el hombre con una nueva máscara de piel pasa a transformarse en el más oscuro vengador de, digamos, «los pueblos originarios». Y es así que LA MASACRE DE TEXAS presenta un conflicto entre generaciones, entre ciudad y campo pero, más que nada, uno que enfrenta a personas que viven en un universo virtual con los que habitan las zonas más oscuras de la realidad.
El resto del film serán persecuciones y aniquilaciones, con dos de ellas que están organizadas y filmadas con cierta gracia (una en la que la famosa motosierra tiene que buscar a una chica escondida debajo del parquet y otra que involucra una transmisión en vivo por Instagram en la que el espectador seguramente se pondrá del lado de Leatherface), pero que en su mayoría proceden con la mínima eficacia que se necesita para sacar el producto adelante. Reaparecerá un personaje de la película original (no la actriz, pero otra encarnando el papel) y John Larroquette volverá a oficiar de ocasional narrador. Pero no es mucho más lo que LA MASACRE DE TEXAS conserva y tiene de la película original, más allá de los muchos easter eggs que estarán puestos ahí para que los obsesivos seguidores de la saga los reconozcan.
De todas las sagas creadas a partir de los exitosos slashers de los ’70 y ’80, LA MASACRE DE TEXAS (la original está disponible en Amazon Prime Video) quizás fue la única que nunca logró una mínima consistencia a lo largo de las décadas. HALLOWEEN, PESADILLA EN LO PROFUNDO DE LA NOCHE y VIERNES 13, por citar a las más famosas, más allá de bruscas caídas y groseros errores a lo largo de las décadas, lograron conformar un mito que muchas veces se ha reflejado en taquilla. En este caso nunca ha sucedido y casi ninguna de las secuelas de la influyente película original sirvió para revivir la franquicia. De todos modos, como todos los «personajes ya conocidos» (eso que los productores llaman IPs), no dejarán de seguir tratando de hacerlo revivir. Difícil que puedan hacerlo con esta promisoria pero finalmente rutinaria película de horror que, para más datos, tiene una escena post-créditos que hoy parecen ser infaltables…