Estrenos online: crítica de «Sin respiro», de Régis Blondeau (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Sin respiro», de Régis Blondeau (Netflix)

Este thriller francés, remake del film coreano «A Hard Day», de 2014, se centra en el conflicto entre un policía corrupto con otros más corruptos que él. Estreno de Netflix.

Si hay algo que distingue al polar francés –y a buena parte de los policiales que se hacen internacionalmente– de sus pares estadounidenses, es su ambigüedad ética y moral. No hay héroes y antihéroes, buenos y malos, honestos y corruptos sino que hay diferentes niveles de todas esas cosas. Y lo que diferencia a unos de a otros –digamos, entre los que deberíamos identificarnos y los que no– es, simplemente, una cuestión de graduación, de violencia, de poder y hasta de carisma. Dicho de otro modo, un policía corrupto puede ser el héroe en tanto el villano sea un policía más corrupto –y sanguinario– que él.

La primera media hora de SIN RESPIRO es casi un cortometraje en sí mismo, una mini-película de suspenso que arranca en pleno proceso cuando Thomas Blin (Franck Gastambide), un policía corrupto, viaja por la ruta apurado para ocultar la evidencia de sus arreglos ante la llegada al precinto de un contingente de Asuntos Internos que lo encuentra en pleno funeral de su madre. En la corrida tiene un extraño accidente: esquivando a un perro termina golpeando a un hombre y matándolo en el acto. A Blin no se le ocurre nada mejor que meterlo en el baúl y, con él adentro, regresar al funeral mientras dos colegas suyos de la seccional policial tiran al inodoro los dineros que el hombre tiene escondido en el lugar.

Tras superar controles policiales –el ser uno de ellos, aún sin el carnet a mano, le da un «pase libre» en esos casos–, Blin no tiene mejor idea que meter el cadáver del tipo que mató en el mismo cajón en el que está su madre, algo que resuelve de una manera compleja, tensa y bastante graciosa. Y en paralelo, sus compañeros y hasta su jefe del precinto lo cubren de sus delitos. El tipo es un delincuente (tras cometer el crimen hace lo imposible para ocultarlo), su familia le reclama que nunca está presente, es capaz de atacar física y verbalmente a los colegas que le complican la tarea y, sin embargo, será el héroe de esta película. ¿Cómo es posible?

Ya lo verán. Luego de esa larga secuencia la película empezará a abrir otras puertas. Alguien con mucho poder le hará saber que fue testigo de su crimen, lo extorsionará y allí se conocerán otros detalles de lo que pasó, que es bastante más complejo y enredado de lo que parecía a simple vista. Enfrentado a fuerzas aún mayores que las de él y sus dos compinches del precinto –su socio Marc (Michael Abiteboul) y la recién llegada Naomi (Tracy Gotoas)–, Blin pasará de victimario a víctima de una conspiración bastante más grande de lo que se imagina, una que deja a su propia corrupción en lo que en la jerga podría llamarse «caja chica».

Esa ambigüedad –y su extraordinaria primera media hora, más algunas revelaciones posteriores– le dan a la película suficiente potencia como para sostenerse aún cuando, en la última media hora, la lógica empieza a fallar. Momentos inesperados de violencia, crudos enfrentamientos y un ritmo persistente consiguen que el policial no pierda del todo la línea cuando la historia ya toma características un tanto más implausibles.

Remake francesa del muy buen thriller coreano A HARD DAY, de Kim Seong-hun, que participó en la Quincena de Realizadores de Cannes en 2014 y luego se convirtió en un éxito comercial en su país, SIN RESPIRO tiene menos humor que su par asiática (algunos momentos de todos modos son hilarantes) pero respeta bastante fielmente la estructura de aquel film. Se trata de una visión negrísima del universo policial en el que todo es una cuestión de graduación y empatía. Blin es un criminal, de eso no hay dudas, pero la película de algún modo tolera su corrupción (tiene un sueldo bajo, hay necesidades familiares, etcétera) frente a otras, más cruentas y multimillonarias, como es el caso de quién o quiénes lo persiguen aquí.

La opera prima de Blondeau, director de fotografía con tres décadas de experiencia en el cine comercial francés, no sorprenderá ni renovará el género pero es un producto que funciona bastante bien como parte de la plataforma de Netflix y una eficiente, aunque seguramente innecesaria, remake del original coreano. El director sabe cómo manejar las situaciones de tensión y suspenso razonablemente bien y el elenco tiene la suficiente cara de piedra (salvo uno de ellos, cuyo rostro parece tener escrita la palabra «villano») como para ser creíble en esa tenue línea que separa a los buenos de los malos. O los malos de los que son aún peores.