Estrenos online: crítica de «After Yang», de Kogonada

Estrenos online: crítica de «After Yang», de Kogonada

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
05 Mar, 2022 12:55 | comentarios

Este relato de ciencia ficción se centra en una familia que debe lidiar con «la muerte» de un robot que los acompaña desde el nacimiento de su pequeña hija. Con Colin Farrell y Jodie Turner-Smith.

El tema de AFTER YANG es un clásico de la literatura de ciencia ficción que cientos de escritores han repasado: las relaciones entre los robots y los humanos. Siendo más específico, el film de Kogonada elige uno de los principales ejes de esa amplia temática, uno que se pregunta qué es lo que nos hace humanos y si existe algo así como «el alma» que nos diferencia y nos constituye como seres con emociones y sentimientos.

Yang es un robot –un tecno-sapiens en el mundo de esta película– que funciona como una mezcla de hermano mayor, babysitter y tutor de una niña, la única hija de una pareja. La pequeña se llama Mika (Malea Emma Tjandrawidjajazu) y es de origen chino, adoptada por una pareja compuesta por un hombre blanco, Jack (un muy sedado Colin Farrell) y una madre negra, Kyra (Jodie Turner-Smith). Y ellos han adquirido una de estas criaturas –configurada con aspecto e información de la cultura asiática– para ayudarlos no solo en el cuidado de la niña sino como una suerte de educador en saberes y conocimientos de esa parte del mundo.

Pero un día Yang se muere. Bah, deja de funcionar. Cuando el feliz –o aparentemente feliz– cuarteto termina de competir en una danza familiar online con otros miles de familias, Yang se queda tieso. No hay forma de hacerlo arrancar. Mika se angustia, se desespera, es para ella su hermano mayor. Y Jack se pone a investigar qué se puede hacer para que funcione. Aparentemente, dice, todavía está en garantía. Pero pronto verá que no es nada sencillo repararlo.

El primer acto, que ocupa casi un tercio de AFTER YANG, parece ir por el lado del thriller conspirativo. Pausado y metódico, pero yendo de a poco hacia esa zona que se cruza con muchos miedos contemporáneos. Al no conseguir nadie que lo arregle –Yang era un producto reciclado, no original–, Jack se mete en un submundo de personas que se dedican a desarmar estos robots, algo que la propia compañía que los produce no permite hacer. Al abrirlo, encuentran una pequeña cajita –un banco de memoria– que parece confirmar esos temores. «Spyware», dice el reparador. Algo así como «estos muñecos espían en tu casa, trabajan para las compañías que quieren saber todo lo que hacés».

El asunto probará ser un tanto más extraño que eso y de ahí en adelante –por suerte–, la película abandonará el thriller paranoico-especulativo para ir hacia otro lado, hacia la exploración de la vida de esa familia y de la del propio Yang. Es que Jack es un hombre que parece enfrascado en su propio mundo: tiene una casa de té y se dedica a prepararlos y experimentar con ellos con el máximo cuidado. Kyra, por su parte, parece un tanto glacial, metida también en lo suyo y aportando lo mínimo indispensable para sostener el esquema familiar. Pero el verdadero eje, centro y contención de todos es Yang, especialmente para la pequeña y simpática Mika, que confía más en él que en sus padres.

POSIBLES SPOILERS EN ESTE PARRAFO Será a partir de los breves clips grabados en ese «banco de memoria», que Jack consigue destrabar con la ayuda de una mujer (Sarita Choudhury) que trabaja en un museo dedicado a la inteligencia artificial, que la película irá echando luz sobre varias cosas. Por un lado, la vida de esa familia, ya que Yang iba guardando lo que consideraba esencial sobre ellos. Por otro, la propia apreciación del mundo y de la naturaleza que parecía estar más al alcance de la mano y de la observación del robot que de sus dueños. Y, por último, sobre el propio Yang, sus intereses y hasta sus obsesiones románticas. ¿Románticas? ¿Es posible que Yang haya estado enamorado?

AFTER YANG transcurre en un mundo del futuro que es cálido y gélido a la vez, una suerte de utopía hipster-tecnológica donde los personajes parecen siempre calmos y discretos, los autos se manejan solos y la sensación que todo eso transmite es tan apacible como mecánica, fantasmal. Se trata de un universo audiovisual claramente influenciado por el cine asiático (se puede pensar en el manejo de la puesta en escena de Yasujiro Ozu y en algunos temas de AFTER LIFE, de Hirokazu Kore-eda) al que se le han aplicado conceptos tradicionales –y algunos apuntes estéticos– de los autores de ciencia ficción de la vieja guardia, en especial de Isaac Asimov.

La película va desarmando las pastillas de memoria de la máquina y observando cómo esos descubrimientos afectan a Jack, lo obligan a revisar su forma de relacionarse con su familia y de ver el mundo. Se trata de un film que juega permanentemente entre el presente, el pasado y esos breves tik-toks de eternidad sacados del robot y en el que muchas conversaciones –generalmente entre algún miembro de la familia y el propio Yang– prueban en retrospectiva ser reveladoras. Si uno piensa que la tecnología que tenemos en nuestros hogares nos espía, AFTER YANG lo confirma pero a la vez lo convierte en un punto a favor. Saben más de nosotros que nosotros mismos y quizás hasta puedan ayudarnos –como extravagantes terapeutas– a resolver nuestros problemas.

Combinando la estética de HER con algunos temas de la reciente serie TALES FROM THE LOOP o hasta la mismísima saga TOY STORY, la película del director de COLUMBUS y de la inminente y muy distinta serie PACHINKO hace base más que nada en los temas que rodean a personajes como Pinocho, el monstruo de Frankenstein o tantas otras criaturas que existen a mitad de camino entre lo humano y lo manufacturado, entre lo que está vivo cuando no debería estarlo y viceversa, lo que parece humano pero quizás no actúe como tal.

Adaptado muy libremente de un cuento de Alexander Weinstein –con el que comparte punto de partida, algunos detalles y no mucho más–, por momentos AFTER YANG coquetea demasiado con cierto tono de estilizada epifanía, como esas publicidades de algún producto que consumimos todos los días y que nos acompaña «en cada paso que damos como familia». Kogonada hace esfuerzos desde ciertos aspectos de la puesta en escena (el trabajo con el sonido en los clips, cierta distancia emocional con los personajes) para no quedar pegado en ese formato, pero no siempre consigue evitarlo.

Recién en su última parte –con la aparición de un nuevo personaje y una serie de inesperadas revelaciones–, la película termina por hacer encajar todas sus piezas y ofrece algo más parecido a una verdad emocional más sincera y no tan cool. La proustiana magdalena que es AFTER YANG logra ahí transmitir sensaciones verdaderamente dolorosas ligadas al tiempo que perdimos, a las personas que ya no están y al mundo que jamás observamos mientras estamos enfrascados en nuestras propias obsesiones. Para Jack, Kyra y Mika hay todavía tiempo para frenar y revisar algunas cosas. Después de Yang, pero con su historia y su mirada como guías.