Series: crítica de «Bad Vegan», de Chris Smith (Netflix)
Esta serie documental de Netflix se centra en la dueña de un famoso restaurante vegano de Nueva York que se vio involucrada (o cometió) en una gigantesca y fantástica estafa.
Las cada vez más populares sagas de excéntricos estafadores tiene un nuevo capítulo con BAD VEGAN, la serie documental centrada en Sarma Melngailis, la dueña de un célebre restaurante vegano de Nueva York que se vio involucrada (o cometió) en una larga serie de estafas con inversores, familiares, empleados y cualquiera que se le cruzara en el camino durante la primera mitad de la década pasada. Según ella, fue víctima de una estafa emocional de parte de quien fue durante esos años su pareja. Según otros, quizás el asunto fue un poco más complicado que eso.
La serie conecta también con otra línea exitosa de los documentales de Netflix: los ligados a los cultos religiosos, a las personas que son capaces de hacer cosas insólitas por devoción, entrega o sumisión a alguien más poderoso que logra convencerlos, básicamente, de cualquier cosa. Aquí, Sarma llegó a estar convencida de que su nueva pareja, Shane Fox, podía volver inmortal a su perro y, si hacía todo lo que él le pedía, quizás a ella también.
A lo largo de cuatro episodios centrados, fundamentalmente, en una larga entrevista a ella, BAD VEGAN parte de la ironía que hizo famoso este caso en los medios. Y es que la policía los encontró, cuando llevaban un tiempo fugándose, siguiendo la pista de una pizza que compraron en Domino’s. Es así que Sarma se convirtió en un chiste fácil: la mujer vegana que salía en todos los medios por su restaurante de comida cruda y que fue atrapada por pedir una pizza.
La historia va mucho más allá de eso y, como dice uno de los muchos entrevistados, la pizza es lo de menos. Los hechos son tan bizarros que no tiene mucho sentido siquiera resumirlos acá. Digamos, para sintetizar, que Sarma era la dueña de un restaurante llamado Pure Food and Wine, en pleno Manhattan, de esos que salen en todas las guías y revistas urbanas, y al que iban muchas celebridades. En Twitter conoció a un hombre que se hacía llamar «Shane Fox» quien, de a poco, la fue metiendo en un mundo de historias extrañas y mentiras sobre mentiras. Todas ellas tenían –al menos según ella– un objetivo fundamental: ir sacándole dinero y más dinero. Mientras ella tenía dólares, era la única víctima. Después pasaron a ser los otros.
¿Extorsión emocional? ¿Síndrome de Estocolmo? ¿Una larga serie de excusas para justificar lo que ella hizo? Smith –que dirigió AMERICAN MOVIE, JIM & ANDY, FYRE y LA DESAPARICION DE MADELEINE MCCANN, además de producir TIGER KING— no cierra puertas pero, al contar más que nada con su punto de vista y escuchar muchas de las conversaciones que la mujer tuvo con el hombre, es difícil no compadecerse de Samra y de sus vivencias y circunstancias.
La serie –cuyo formato es ya el standard de estas series de Netflix, salvo por una decisión creativa que seguramente sorprenderá a muchos– entrevista a muchos empleados del restaurante que dan su propia versión de los hechos y confirman que la aparición de su «marido» fue un antes y un después en la vida de todos ellos. Y lo mismo hace el principal inversor, un periodista de Vanity Fair que siguió el caso y miembros de la familia de Sarma. Pero quizás lo más entretenido y curioso de la serie pasa por las constantes y elaboradas mentiras que Shane armaba para extorsionarla, sacarle dinero a ella y hacerle pedir a los demás. Mentiras que descubrirán viéndola…
Aún con su testimonio y hasta evidencias, por momentos resulta difícil creer que la chica haya caído en tantas trampas sin jamás darse cuenta que algo raro ahí pasaba. Pero como tantos «esquemas de Ponzi» y otros miles de estafas online lo han probado, todo es posible. Si los documentales y ficciones sobre casos de este tipo han mostrado algo a los espectadores es que la realidad muchas veces puede ser superior a la ficción y que nadie, ni aún quién se crea incapaz de caer en trampas como ésta, realmente está a salvo. Cualquiera puede ser víctima de estafas, engaños extorsiones, intimidaciones, violencia verbal o dependencia emocional. Y hasta la desesperación por tener siempre más dinero (o recuperar el perdido) puede llevar a aceptar lo inaceptable. Nadie está exento de caer en alguna trampa.