Ciclos: crítica de «Magaluf Ghost Town», de Miguel Angel Blanca (Espanoramas 2022)

Ciclos: crítica de «Magaluf Ghost Town», de Miguel Angel Blanca (Espanoramas 2022)

Este documental que se verá en Espanoramas 2022 se centra en la ciudad ubicada en la isla de Mallorca famosa por sus descontrolados turistas británicos y de otros países de Europa que la llenan cada verano.

Magaluf es una de esas ciudades turísticas que, a juzgar por cómo se la presenta aquí, cualquier persona que no sea un británico, sueco, alemán o ruso con ganas de pasarse una semana borracho las 24 horas del día, debería tratar de evitar. Con unas bellas playas ubicadas en las isla de Mallorca, la ciudad tiene una reputación de descontrol permanente, algo que los locales aprovechan (de distintas maneras, la mayoría económicas) pero que también los agota y hasta deprime.

Apareciendo constantemente en las noticias, Magaluf es famosa también por sus accidentes, muertes, escándalos, situaciones sorpresivas y un fenómeno que suena extraño pero que es lógico en función del resto de las circunstancias, lo que un tanto irónicamente los españoles llaman «balconing«, que no es otra cosa que el ejercicio que nuestro Charly García hizo años atrás: lanzarse de balcones de los hoteles a sus piscinas. El problema es que no siempre caen en el lugar deseado. Este fenómeno –y otros– genera más de media docena de muertes por año.

Pero este documental no cuenta de manera directa lo que es un verano en esa ciudad del caos sino que toma algunas historias relacionadas con lo que pasa ahí, ninguna de las cuáles involucra de manera directa a los turistas, a los que de todos modos se ve en estados calamitosos (vomitando, desnudos, ensangrentados, en caóticas situaciones sexuales en la playa) casi todo el tiempo.

Los protagonistas son una veterana mujer de la ciudad con varios problemas de salud de los que no se cuida, un serio y religioso inmigrante de Mali que le alquila un cuarto y trata de conseguir trabajo en bares donde raramente hay personas sobrias, un chico adolescente gay que quiere triunfar como modelo o actor para salir de ese pueblo que odia y una señora de origen ruso radicada allí que vende condominios de lujo y trabaja en la remodelación de un sector de la ciudad con el objetivo de ir cambiándole la cara a Magaluf.

En medio de todos ellos y de sus historias (la película da margen a pensar que hay algo ficcionalizado en sus recorridos personales), la ciudad de Magaluf muestra sus oscuros tentáculos, sus conflictos, su lado más patético y explosivo, y sostiene su reputación como lugar turístico al que uno no querría ir jamás, salvo que se piense que estar rodeados de ingleses completamente borrachos vomitándote encima 24 horas al día suena como un buen plan.

De todos modos, Blanca trata de hacer una pintura compasiva de los habitantes locales y los trabajadores que tienen que convivir con este descontrol, que un poco lo detestan, otro tanto lo soportan y en gran parte de los casos se benefician y aprovechan, en algunos casos de maneras un tanto desagradables. Esos protagonistas, marginales a la historia pública de la ciudad, hacen que MAGALUF GHOST TOWN sea más que un freak show del turismo balear para convertirse en casi una celebración de los distintos modos de la supervivencia.