Series: crítica de «Barry – Temporada 3», de Alec Berg y Bill Hader (HBO Max)

Series: crítica de «Barry – Temporada 3», de Alec Berg y Bill Hader (HBO Max)

En su tercera temporada la serie protagonizada por Bill Hader vuelve más oscura que nunca, con su protagonista intentando redimirse de sus crímenes pero enredándose cada vez en más problemas. Desde el domingo 24 por HBO Max.

A lo largo de sus primeras dos temporadas, BARRY ha ido logrando un balance extraordinario entre sus temas y tonos. Lo primero tiene que ver con los dos mundos separados que retrata: el de un asesino profesional y el de un grupo de actores que intenta triunfar en Hollywood. Por si no vieron la serie, la conexión la genera el propio protagonista Barry (Bill Hader), un ex militar y asesino a sueldo que se mete a estudiar teatro para seguir a una víctima y termina compenetrado con su nueva actividad al punto de querer abandonar todo lo demás. Algo que, claramente, no es nada sencillo.

Y lo segundo tiene que ver con el tono: la serie va y viene de la comedia más absurda a la acción y de ahí a dramas personales íntimos que de graciosos no tienen nada. Esa amplitud de registros –una escena de puro caos slapstick se continúa con otra grave, oscura y dolorosa– podría representar un dolor de cabeza para los creadores de la serie, pero hasta ahora han logrado pilotear muy bien esos cambios, sin que la comedia anule la profundidad del drama y viceversa.

En la tercera temporada se intensifica más esta dualidad y los resultados son igualmente extraordinarios. El drama personal de los protagonistas –de Barry, especialmente, pero también el de su pareja Sally (Sarah Goldberg) y de su profesor de teatro Mr. Cousineau (Henry Winkler), entre otros– crece en potencia e intensidad pero no por eso BARRY abandona el absurdo y la comedia, algo que especialmente se sostiene en la parte de la trama ligadas a las mafias chechenas y bolivianas que se disputan el mercado de la droga en California.

Una de las prerrogativas de la prensa es tener acceso a materiales previos a su estreno comercial para así poder escribir sobre los estrenos. Es un beneficio innegable, más allá de que venga con sus limitaciones, usualmente ligadas a las fechas y horas específicas de publicación, algo a lo que uno ya se ha acostumbrado. Otro de los puntos relativamente novedosos de este sistema tiene que ver con los llamados SPOILERS: muchos adelantos son enviados con la «condición» de que uno no revele spoilers importantes de la trama. Eso puede tener su lógica y sentido, pero en el caso de la tercera temporada de BARRY los límites de lo que se puede y no contar son tantos y tan específicos que esta crítica podría concluir acá con la frase: «la serie está buenísima, véanla!»

Tratemos de encontrar, entonces, un eje y una forma para hablar de sus temas. La tercera temporada –cuyos episodios dirigen en su mayoría Hader y Berg– va por el lado de las redenciones. Barry tiene una larga lista de víctimas en su carrera como asesino profesional pero hay una que lo hiere profundamente, ligado a un crimen que cometió en la segunda temporada para salvar su propio pellejo. Y ahora pasa de la depresión inicial a la necesidad de encontrar una manera de pagar sus culpas con Cousineau, el que más sufre por lo sucedido. Y su forma de hacerlo, digamos, acaso no sea la mejor ni la más adecuada.

El veterano profesor, en tanto, tiene que lidiar con sus propios «horrores» del pasado. En su juventud fue un actor creído y odiado por casi todos sus colegas por lo que retomar su carrera ahora es casi imposible para él. Una particular situación lo lleva a tener una nueva oportunidad profesional. Pero no será fácil. Como le sucede a Barry, el tipo tiene muchos fantasmas y monstruos en el pasado que no le permiten reinsertarse fácilmente. Y también deberá lidiar con eso.

Sally tiene un rol más importante también. Tras la buena impresión que causó su actuación en la segunda temporada, le aparecen nuevas y grandes posibilidades de trabajo pero ahí debe lidiar con una industria cada vez más dominada y controlada por los algoritmos en la parte de la serie que más directamente satiriza la industria del espectáculo y sus miserias. Su relación con Barry, a la vez, tampoco parece pasar por su mejor momento. Ya verán porqué.

En paralelo, sí, los chechenos liderados por NoHo Hank (Anthony Carrigan) y los narcos bolivianos se enfrentan en una serie de crecientes y peligrosos eventos que la serie utiliza casi como recurso cómico. Habrá bombas, disparos, asesinatos, razzias, pero el tono será siempre absurdo ya que ninguna de las bandas se caracteriza por su eficiencia. El que recién empieza a tener un peso específico un tanto más alto en la segunda mitad de la temporada es Fuches (Stephen Root), ex jefe de Barry en su faceta criminal y hoy un enemigo declarado. Tampoco se puede adelantar mucho aquí, pero el hombre se irá convirtiendo en un problema cada vez más inmanejable para el protagonista.

BARRY sigue logrando congeniar comedia, acción y drama de un modo extraordinario, con escenas de persecuciones y combates que parecen sacadas de una superproducción cinematográfica. Y la comedia sigue funcionando muy bien, con algunos gags (hay uno ligado a una aplicación telefónica que no anda bien que es hilarante) realizados con un timing único, muchos de ellos ligados a las peculiares falsedades de la industria del espectáculo. Pero lo fuerte es su lado dramático, que cada vez se vuelve más oscuro y denso.

Para Barry no es nada fácil lidiar con el hombre que fue y con el hombre que quiere ser. Y su presente es una mezcla entre las dos cosas ya que combina buenas intenciones que supone serán «reparadoras» (para él y para otros a los que él dañó) pero que no hacen más que seguir complicando su situación. Y cuando se frustra o siente que sus esfuerzos son en vano, todos sabemos en qué recae y cómo, lo cual no hace más que aumentar su odio hacia sí mismo. Es un personaje complejo y atrapante, que no parece tener una salida sencilla a su complicado predicamento. En otra serie un tipo como Barry sería un villano. Aquí es nuestro antihéroe. Un tipo que quiere hacer las cosas bien pero que no parece poder dar un solo paso en el camino correcto.

En ese sentido, BARRY es una serie que juega con los estereotipos de los «difficult men» (los «hombres difíciles») que fueron parte de la revolución de las series hace ya un par de décadas. Tipos como Tony Soprano, Walter White o Don Draper eran hombres que hoy definiríamos como «tóxicos» con los que sus respectivas series lidiaban, entre el cariño, el fastidio y la tolerancia. Barry es también uno de esos tipos pero va mucho más lejos y es difícil encontrar una manera de redimirlo. Y la inteligencia de la serie pasa por no caer en simplismos a la hora de analizar a este tipo de personajes violentos y crueles que intentan humanizarse desde la culpa y la disculpa. Es más complicado que eso. Hay daños que hicieron que son completamente irreparables. Y con pedir perdón no siempre alcanza.