BAFICI 2022: crítica de «Smog en tu corazón», de Lucía Seles
Esta excéntrica y fascinante comedia se centra en un grupo de personajes que trabaja en un club de tenis en Luján, cinco seres con sus neurosis y manías particulares.
Demasiado a menudo se usa el término «ovni» para referirse a un objeto cinematográfico raro, extraño, que funciona de un modo distinto a la mayoría y que viene de algún lugar que no sabemos bien cuál es. Pocas veces el término es más aplicable que en el caso de Lucía Seles, una cineasta que presenta tres películas este año en el BAFICI y que ya ha hecho muchos cortos, videos, discos y obras de teatro. Y no necesariamente por la cantidad, sino porque la realizadora parece buscar un lenguaje propio, tanto formal como narrativo, para crear algo que, fundamentalmente, es una humana comedia de enredos y una película sobre el amor, la amistad y… el tenis.
De entrada muchos se sorprenderán por lo que parece ser una escritura cinematográfica torpe, casi de principiante, con un montaje furioso que no respeta regla alguna, imágenes un tanto inconexas y unos textos en pantalla, en un deforme spanglish, que comentan las acciones que estamos viendo de una forma extrañamente poética. Pero de a poco se va aclarando el panorama, uno se va acomodando al lenguaje de Seles y va apareciendo un grupo de personajes que trabaja en un club de tenis en Luján, cinco seres con sus neurosis particulares, que tratan de conectarse entre sí sin saber muy bien cómo.
Uno podría describir este maravilloso engendro cinematográfico, para facilitar su acceso, como una especie de versión mumblecore de una serie tipo THE OFFICE, como si los hermanos Duplass o el Joe Swanberg más rudimentario de la primera época se ocuparan de armar situaciones de encuentros y desencuentros «de oficina» en las cuales una serie de torpes jóvenes se conectaran de las formas más desopilantes y, a la vez, tiernas. Pero no alcanza a describir el mundo según lo mira Seles y su elenco.
Los personajes son cinco. Una chica que sufre porque le hacen una propuesta de salida nocturna poco clara (Gabriela Ditisheim, personaje que de a poco se va convirtiendo en el alma de la película), otro que se la pasa contando largas anécdotas banales sobre su vida en San Juan (Ignacio Sánchez Mestre en una masterclass humorística), una tenista que no quiere ser considerada «profesora de tenis» y que tiene una manera bastante brusca de tratar a la gente (Laura Nevole), un neurótico contador del lugar que parece pendiente de todo lo que pasa a su alrededor (Pablo Ragoni) y el bonachón dueño del club (Martín Aletta), un personaje que parece inspirado en Michael Scott, el jefe de THE OFFICE, un tipo que trata de ser simpático y caerle bien a todos armando planes absurdos todo el tiempo pero que termina siendo un tanto irritante.
La película no avanza de modo convencional. Las escenas se cortan, vuelven más tarde o desaparecen del todo. Seles corta en medio de diálogos y pasa a un plano de un perro para luego volver a la escena o hacer un «separador» en el que comenta la acción en esos extraños haikus bilingües. Sí, es cierto, podrían ser momentos de una serie web o funcionar en otro formato. Pero la acumulación de momentos no es gratuita ni casual. De a poco, lo que parece ser un ejercicio un tanto absurdo (aunque bastante gracioso) entre amigos va ganando en emotividad y peso dramático para volverse una muy honesta historia sobre gente sola que busca conectarse con los otros y no tiene mucha idea how to do it.