Clásicos online: crítica de «Tiempo de valientes», de Damián Szifron (Netflix)
El estreno en versión restaurada en 4K de la segunda película del realizador de «Relatos salvajes» es una buena excusa para rescatar la crítica que escribí para Clarín y que se publicó el 29 de septiembre de 2005. Disponible en Netflix.
Resulta difícil imaginar a dos tipos más distintos que Alfredo Díaz y Mariano Silverstein. El primero es un duro y seco policía, de esos capaces de disparar cinco tiros certeros al mismo lugar y de los que no dudan en levantarle el arma a una mujer cuando le da la impresión de que ella está engañando a su marido. El segundo es un psicólogo judío y progresista que nunca vio un arma de cerca, jamás se vio involucrado en un caso policial y, cuando su mujer le dice que lo engaña, es más proclive a entender sus razones y culparse a sí mismo que a levantar la voz. Y mucho menos un arma, claro.
Pero por esas razones que tiene el cine, ambos se ven envueltos en una causa común. El psicólogo debe cumplir una probation (un servicio a la comunidad que reemplaza una condena por un delito menor) a raíz de un accidente de tránsito, y le toca en suerte hacerle un acompañamiento terapéutico a Díaz, que pasa por una depresión tras enterarse de que su mujer lo engaña con otro.
A Díaz le dan para investigar el caso de dos hombres que desaparecieron de sus domicilios y no se los ha vuelto a ver. El espectador ya sabe que los dos tipos en cuestión están muertos y son parte de una peligrosa operación en la que están involucrados desde la misma policía hasta los servicios de inteligencia. Pero ellos no. Y mientras viajan en auto, conversan sobre sus respectivos problemas sentimentales y van viendo que tienen más cosas en común de las que suponen (la infidelidad femenina es, como en El fondo del mar, el tema que motoriza a los personajes de Szifron), empiezan a enredarse en un caso que obligará a Díaz a abrirse emocionalmente y a Silverstein a descubrir inesperados recursos de coraje y valentía.
La premisa de Tiempo de valientes no es necesariamente original. Se trata de una cruza entre incontables buddy-movies (películas sobre dos hombres diferentes entre sí que se hacen amigos en el curso de la resolución de un caso, a la 48 horas o Arma mortal) e historias como Analízame o Los Soprano, en las que personajes pesados descubren su lado sensible.
Pero lo cierto es que, en la Argentina, se han hecho pocas películas así: masivas, populares, en las que la acción, la comedia y la aventura estén tan bien dosificadas, y en las que —antes que ninguna otra cosa— se respete la inteligencia del espectador. Un filme de entretenimiento hecho con conocimiento del género y respeto por sus temas clásicos.
Tiempo… no se aleja mucho de lo que espera el espectador de Los simuladores: la mezcla entre el problema personal/familiar (las infidelidades mutuas) y el caso policial y fantasioso; la idea de la acción como puesta en escena y metáfora para resolver cuestiones de pareja (ver Mentiras verdaderas o Twister, dos películas admiradas por Szifron), y la aparición de lo cinematográfico en la vida de tipos comunes (prestar atención a la música de western que acompaña las escenas de acción).
El filme se divide en dos mitades. La primera, más virada a la comedia terapéutica y con un par de secuencias antológicas, va dando paso a una última media hora donde lo que prima es la resolución del caso policial. En el medio está lo mejor, el tan mentado cruce de géneros, con la muy graciosa escena de Silvertstein y su mujer reduciendo a un servicio con objetos de entrecasa como la bisagra de la película.
Si el filme tiene un problema es que el talento de Szifron para manejar a gusto todos los recursos del género (policial, comedia, acción, aventuras, lo que le pongan) es tan evidente, que hace sentir que el tipo está para cosas mayores. Que puede hacer una, dos, diez películas como ésta sin despeinarse. Lo cual no está mal, sólo que uno no puede evitar preguntarse si su deseo es explotar esta senda, o usarla como base para ir más allá y explorar otras zonas del cine de géneros, como lo hizo Fabián Bielinsky en El aura.
Más allá de esos reparos, el filme se disfruta y se ve con muchísimo placer. Haciendo malabarismos con el género (se sabe, no es lo mismo un policial de Hollywood que uno con nuestra maldita policía) y con dos grandes actuaciones protagónicas (Szifron es también un notable director de actores), Tiempo de valientes es otro de los filmes que faltaba hacer aquí: una película de entretenimiento que no subestima al espectador ni le ofrece una catarata de explosiones y chicas en cueros en reemplazo de personajes y de trama. Y un filme que no cae en sentimentalismos ni pierde jamás el humor. El cine entendido como celebración y fiesta.
Acá está el link a la crítica publicada originalmente en Clarín. No tiene firma pero les aseguro (y cualquiera que lea este sitio se dará cuenta) que la escribí yo…