Estrenos: crítica de «Clementina», de Agustín Mendilaharzu y Constanza Feldman (MALBA)
Esta comedia premiada en BAFICI como la mejor película de la competencia internacional se centra en una pareja que trata de sobrevivir como mejor puede a las cuarentenas de la pandemia.
Tengo la impresión de que, en algún lejano 2040, se hará una retrospectiva de cine pandémico y veremos decenas, cientos de cortos, largos, ensayos y films experimentales hechos durante los confinamientos más fuertes del primer año. La productora El Pampero, de hecho, podría organizar uno propio, ya que fue uno de los grupos más activos a la hora de trabajar en esas circunstancias, como queda claro en LA EDAD MEDIA, de Alejo Moguillansky y Luciana Acuña, también estrenada en BAFICI, y en otros productos de la compañía. No me refiero, aclaro, a films que se hicieron durante pandemia sino aquellos que trabajan sobre ella y la incorporan como tema.
Clementina y un tal Guillermo (Feldman y Mendilaharzu, quien suele permanecer fuera de campo o aparecer de espaldas o perfil) viven hace poco tiempo juntos en una casa cuando los agarra la cuarentena. A ella no le queda otra que quedarse ahí. Y mientras Guillermo trabaja todo el tiempo, ella –que es profesora de gimnasia y está forzosamente desocupada– se va ocupando de los problemas de la casa: falta de agua, de luz, desorden, pintura y una eventual mudanza. En algún punto, CLEMENTINA es un one woman show de Feldman, una actriz cuyo registro casi keatoniano funciona como interesante choque ante el caos que se le presenta alrededor.
El film fue primero una serie dividida en episodios que se dio por una plataforma de streaming y se reconfiguró luego para su formato cinematográfico. Juega, como LA EDAD MEDIA, con el caos de la convivencia y la cacofonía, pero opta más por el silencio y porque sea el sonido exagerado de todos los procesos de limpieza y cuidados contra el virus –y la música en plan medieval de Gabriel Chowjnik– los que empujen la narración. El resto pasará por la controlada puesta en escena, la expresividad física y el controlado histrionismo de Feldman, quien de a poco va dejando salir afuera conflictos internos que venía disimulando bastante bien.
Si bien la película es un tanto larga y hasta reiterativa para el formato que propone, en su extenso último episodio CLEMENTINA pasa a ser más que la suma de sus pequeños accidentes y complicaciones cotidianas. Sin dejar de lado el tono de comedia (Moguillansky y Laura Paredes ingresan a la ficción como una pareja de mudadores con un estrambótico acento ruso), para ese entonces la película incorpora temas y obsesiones que la acercan más a las obras teatrales de Mendilaharzu, que suelen centrarse en preocupaciones y miedos reconocibles, de esos que existen antes, durante o después de cualquier pandemia. Obsesiones que no se llevan, necesariamente, demasiado mal con un confinamiento.
En el MALBA (Figueroa Alcorta 3415), los sábados de julio, a las 20.