Estrenos online: crítica de «Beauty», de Andrew Dosunmu (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Beauty», de Andrew Dosunmu (Netflix)

por - cine, Críticas, Estrenos
03 Jul, 2022 05:07 | Sin comentarios

Este drama con guión de Lena Waithe es una disimulada biografía de Witney Houston, mostrando las dificultades artísticas y familiares a las que una cantante se enfrenta al comienzo de su carrera.

Estrenada sin difusión alguna y recibida con críticas negativas por la prensa estadounidense, BEAUTY es una película mucho más interesante que la reputación que la precede, además de ser bastante más original que la mayoría de las biografías sobre cantantes. La película, dirigida por el fotógrafo y cineasta de origen nigeriano de MOTHER OF GEORGE, tiene una serie de particularidades que la alejan de cualquier convención. La primera y principal –seguramente la que causó más molestias en sus críticos– es que es una película sobre una cantante… a la que jamás escuchamos cantar. La segunda, es que elige un momento muy específico y concreto de los inicios de su carrera como eje. Y, tercero, que aunque nadie lo diga nunca, en el fondo no es otra cosa que una disimulada biografía de Whitney Houston.

El guión de Lena Waithe (la actriz, guionista y productora de series como MASTER OF NONE o la reciente THEM) evita la mayoría de los pasos y lugares comunes de casi todas las biografías musicales. No hay ascenso y caída, no hay enormes momentos dramáticos ni grandes revelaciones, ni shows en vivo épicos o terribles, no hay tragedias ni nada parecido. La película se compone de unas pocas viñetas y algunas largas escenas que arrancan cuando la adolescente Beauty, una talentosa cantante afroamericana de New Jersey, está por recibir a una agente para firmar un contrato con un sello discográfico mientras sus obsesivos padres discuten acerca de qué es lo mejor para ella.

La chica, encarnada por Grace Marie Bradley, debe lidiar además con otros problemas. De entrada es evidente que con su amiga Jasmine (Aleyse Shannon) lo que las une es mucho más que una amistad. Y que ni los padres ni uno de los hermanos de Beauty quieren saber nada con esa relación, menos aún en las puertas de un camino al estrellato. Encarnado por Giancarlo Esposito, el padre de Beauty la quiere y cuida, pero se lo ve más que nada preocupado por hacer dinero con ella. Su madre (Niecy Nash) es también una cantante que nunca triunfó como solista y que trabajó siempre como corista de estrellas. Y da la impresión que la protege, pero que también le da celos que su hija logre el éxito que ella nunca tuvo.

El grupo se completa con su hermano Abel (Kyle Bary) y su medio hermano Cain (Michael Ward) –sí, convengamos que los nombres no son muy sutiles– con los que Beauty tiene una relación muy diferente, claramente buena con el primero y un tanto más hostil con el segundo. Pero la otra persona realmente importante en el «equipo» es la ejecutiva del estudio que interpreta Sharon Stone, acaso el personaje más obvio de todos, el típico (en este caso, la típica) agente que promete hacer lo que su cliente quiere y que, una vez que firmó el «pacto con el Diablo», desea moldearla a su manera, que no es necesariamente la deseada por la chica o la conversada previamente.

La historia de Houston, para cualquiera que la recuerde o investigue, es casi idéntica: una relación lésbica con su mejor amiga de la adolescencia «abortada» por presiones familiares y del sello, una madre cantante conectada con la industria discográfica y un padre difícil que hasta le hizo un juicio por 100 millones de dólares a su propia hija. Y hasta lo que sucederá después –cuando Beauty se presente finalmente en televisión– será bastante similar a la primera aparición de Houston en la pantalla chica, interpretando una canción muy alejada de su repertorio. Vamos, hasta el look de la chica es bastante similar.

BEAUTY no busca ser una biografía sino que intenta problematizar de una manera poética las presiones que llevan a artistas a abandonar sus raíces, a «traicionarse» a sí mismos y a transformarse en lo que la industria quiere hacer con ellos. Que a Beauty nunca se la escuche cantar es parte de esa idea: la chica jamás puede emitir su propia voz, está siempre tironeada y manejada por los deseos y exigencias de los demás. Además, es cierto, es una forma que tiene la película de no «marcar» claramente qué tipo de música, voz y canciones la chica hacía o quería cantar. Se sabe que una de las principales críticas que se le hicieron a Whitney cuando apareció era que su estilo parecía armado para el público blanco. Y algo similar sucede aquí. En ambos casos son artistas a los que no se les permite expresarse como lo desean.

Hay mucha música, de todos modos, en el film. De la misma manera poco convencional con la que funciona el resto de la película, Dosonmu hace escuchar a las influencias de Beauty mientras la chica las mira y escucha devotamente en la televisión de su casa. Es así que la vemos reflejada, literalmente, en la pantalla mientras BEAUTY nos muestra y hace escuchar fragmentos en vivo de canciones de Ella Fitzgerald, Mahalia Jackson, Donna Summer, Gladys Knight, Evelyn «Champagne» King, Sister Rosetta Thorpe y Patti LaBelle, entre otras cantantes que fueron fuertes influencias también de Whitney.

La otra manera en la que «la voz» de Beauty es tapada tiene que ver con su relación con Jasmine, una chica que ella ama y quiere a su lado pero a la que nadie quiere cerca, inspirada también en la relación que Houston tenía con su asistente Robyn Crawford, quién escribió un libro sobre su vida con la cantante y que fue entrevistada en ese momento por… Lena Waithe. Son esas dos «prohibiciones» las que debe enfrentar Beauty y las que –al menos según la tesis de este singular film– complicaron su carrera y su vida desde sus inicios.

Es cierto que BEAUTY tiene sus problemas. Al presentarse casi como un film de tesis, poético, que mezcla viñetas visuales con largas escenas dramáticas y que parece más interesado en lo formal que en otra cosa, no siempre funciona del todo bien cuando se rige por estructuras y conflictos más clásicos. Algo similar pasa con el propio personaje. Ese «enigma» que Beauty es para el público en la ficción también lo es para quienes vemos la película. Ni ellos ni nosotros tenemos verdadero acceso a saber quién es, realmente, esa chica. Y eso puede funcionar muy bien para la tesis pero tiende a volverse complicado a la hora de generar emoción o drama.

De todos modos, pese a sus evidentes problemas y limitaciones, BEAUTY es una película original, de esas anti-biografías a las que poco se atreven, más cerca de los experimentos al respecto de Todd Haynes (sobre Karen Carpenter, David Bowie o Bob Dylan) que de cualquier historia convencional de las grandes figuras de la música, de esas que se hicieron para Ray Charles, Aretha Franklin o James Brown, por citar algunos famosos artistas que recibieron su previsible biopic prestigioso para la temporada de los Oscars. Esta película no será parte de ese circo. Su búsqueda pasa, claramente, por otro lado. Quizás no consiga todo lo que se propone, pero se le agradece el esfuerzo por evitar esa película que ya todos vimos cientos de veces.