Estrenos online: crítica de «Clean», de Paul Solet (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Clean», de Paul Solet (Netflix)

Este intenso drama se centra en un hombre que está en recuperación tras un pasado violento pero que se ve obligado a volver a la acción. Con Adrien Brody y RZA. Estrena el domingo 17 de julio.

Un poco TAXI DRIVER, otro poco GHOST DOG y un combo que incluye a JOHN WICK y a muchas películas protagonizadas por Liam Neeson, CLEAN es un cocktail de referencias batido lentamente y que se toma muy pero muy… en serio. De esas películas cuyo tono es tan grave que bordea la parodia de sí misma, este drama de acción del realizador de BULLET HEAD lo reúne con el protagonista de ese thriller para armar un film que logra siempre ser menos interesante que todas y cada una de sus influencias. Es casi una fan fiction armada por un cinéfilo con cierta imaginación visual (especialmente para las escenas violentas) pero sin nada para contar que no supere el homenaje y la cita.

Imaginen que Travis Bickle, el protagonista del clásico de Martin Scorsese, maneja un camión de basura y tendrán la mitad de la historia allí armada. Luego, las diferencias. CLEAN –que es como le dicen al personaje de Adrien Brody, cuyo concepto de «limpieza» es un tanto más amplio que el normal– transcurre en una pequeña ciudad helada y desabrida del interior del estado de Nueva York. Y lo mejor de la primera parte de esta película, la más parecida a un drama, pasa por la pintura de ese pueblo casi muerto y desolado, cuyas calles Clean recorre juntando basura, reparando objetos rotos y manteniendo una vida ascética.

De a poco, mediante unas pesadillas tan dramáticas que terminan siendo casi graciosas, veremos que fue un tipo heavy en el pasado, que tuvo una hija y que hoy está intentando vivir fuera de esa violencia que lo rodeaba. Veremos también que va a un centro de recuperación de adictos, que ayuda con comida a una abuela con problemas de drogas y a su nieta Dianda (Chandler DuPont), que le da de comer a un perro abandonado y mal alimentado, que arregla casas destrozadas, que va muy seguido al peluquero (Mykelti Williamson) y que vende sus reparados objetos al dueño de una casa de empeños (RZA, el actor, compositor y líder de Wu-Tang Clan). Es un tipo que está pagando algún tipo de condena interna, rodeado de culpa y un profundo dolor.

Si eso no queda claro viendo la película, la voz en off en tono rasposo y denso del propio Brody, lo confirma, evitando que el espectador tenga que pensar por sí solo. De a poco vamos viendo las pistas de que su vida violenta puede regresar en cualquier momento ya que en una zona del pueblo que empieza a visitar con su camión de basura cuando le cambian la ruta, hay un grupo de mafiosos del Este de Europa que evidentemente tienen algo entre manos. El líder es un tal Michael (Glenn Fleshler, de JOKER) y el tipo tiene sus propios problemas, especialmente con su hijo Mikey (Richie Merritt), que acaba de salir de la cárcel.

Ya verán cómo una historia se cruza con la otra, pero lo cierto es que de ahí en adelante a Clean le tocará pasar a hacer otro tipo de limpieza, una menos curativa y más vengativa, enfrentado con la clásica mafia rusa que en principio parece impenetrable. Y la película se transformará de ahí en más en un sangriento y violento catálogo de enfrentamientos en los que elementos metálicos pesados (herramientas, hachas, caños) tendrán su rol fundamental. Y cuando sea la hora de las armas, todas ellas serán más explosivas y brutales que lo normal.

Uno de los problemas de CLEAN es que construye un mundo más o menos realista y lo habita con una colección de estereotipos. Si uno entra en la historia entusiasmado por el look desolado del lugar y el realismo sucio que rodea a los personajes pronto se sentirá decepcionado al ver que no son más que clichés y tropos (demasiado) clásicos del género. Brody, que escribió el guión con el director, pone una cara de sufrido permanente y se salva de la parodia porque es buen actor y puede decir los diálogos absurdos que tiene sin dar vergüenza ajena. Pero cada tanto hay momentos en los que es inevitable reírse. Especialmente cuando la película más en serio se toma a sí misma, como en sus metáforas religiosas o en su explicativo relato.

Las escenas de acción que ocupan la última media hora del film son lo suficientemente violentas y shockeantes como para sacar de la modorra a los espectadores. Serán parte de otra película –ahí es donde CLEAN es más JOHN WICK y menos TAXI DRIVER— y funcionan más o menos bien por sí solas, más allá de su carácter entre caprichoso y absurdo. Allí la película entró en el género puro y duro por lo que se puede permitir ciertos excesos, pero es difícil tomárselos del todo en serio. Solet no es Scorsese, ni Abel Ferrara –algunas cosas aquí hacen recordar a sus clásicos de los ’80 y ’90– y tampoco le da el cuero para las reflexiones filosóficas de Jim Jarmusch. Es un tipo con cierto talento visual y con una larga colección de viejos DVDs a los que homenajear.