Estrenos online: crítica de «Nos conocimos en la realidad virtual», de Joe Hunting (HBO Max)
Este extraño y emotivo documental que pasó por el Festival de Sundance se centra en una comunidad de personas que se conocen dentro de una plataforma de realidad virtual.
Las emociones que llamamos «humanas» pueden surgir de los lugares menos pensados. Un avatar con aspecto de animal gigantesco enamorándose de otro avatar que parece sacado del más rudimentario animé puede generar una escena conmovedora, lo mismo que dos amigas que se unen virtualmente para despedir a un ser querido que no está allí y que quizás siquiera hayan conocido. El mundo de la realidad virtual –o, al menos, el de la plataforma VRChat que es la utilizada y explorada aquí– puede parecer para muchos de nosotros un lugar extravagante y curioso, un entretenimiento que hoy está claramente en sus inicios. Para otros, especialmente a partir de la pandemia, es un lugar en el que hacer amigos, estudiar, trabajar, enamorarse y, prácticamente, vivir.
NOS CONOCIMOS EN LA REALIDAD VIRTUAL es un documental extraño, que mete al espectador en un mundo que parece más que nada extravagante y hasta bizarro pero que de a poco se va transformando en otra cosa, en un lugar en el que muchas personas se encuentran a sí mismas, hacen amigos, se recuperan de una pérdida, aprenden cosas y hasta eligen sus compañeros para su vida. Y con «vida» nunca queda del todo claro si eso se traslada al IRL («in real life») o si siempre será en algún formato virtual. De a poco, las diferencias parecen irse perdiendo.
Este emotivo y sensible documental puede ser un poco demasiado optimista respecto al lugar que ocupan este tipo de comunidades virtuales y a las personas que los habitan. Uno imagina que no todo es siempre tan solidario, humano, cariñoso y «progresista» como se lo muestra acá. Es dable pensar que los mismo problemas y horrores que plagan el mundo real deberían aparecer allá y acaso aún más en función del anonimato de los participantes. Pero, al menos en el recorte que Hunting nos muestra, eso no sucede.
En VRChat –o en los personajes que el director eligió para contar su historia– las cosas funcionan un poco de la manera que lo hacen en BELLE, el film animado del japonés Mamoru Hosoda. Es un mundo lleno de personas, lugares de paseo y actividades recreativas y sociales en las que todos se comunican, avatar mediante y con voces alteradas digitalmente. Para muchos, es el lugar que eligieron para pasar gran parte de su tiempo. Como el film jamás cruza la frontera de lo real, no vemos quienes son sus protagonistas en la vida real. Son lo que vemos acá. Eso es lo que quieren ser y eso es lo que los ayuda, a muchos de ellos, a sobrevivir.
Hunting sigue a un grupo de personajes dentro de este mundo. Dos parejas enamoradas que quieren casarse, al menos en principio, dentro de la virtualidad; dos chicas (bah, suponemos que son chicas ya que eligieron voces y atuendos típicamente femeninos pero no lo sabemos) que dan clases de lenguaje de señas, otra que se dedica a enseñar danzas árabes o de salón y así. Al principio uno trata de entender cómo funciona el universo pero el director (que la hizo con 22 años) no lo explica demasiado. De todos modos, de a poco, esas criaturas de rudimentaria animación se van convirtiendo en personas más reales que muchas otras. Y sus vivencias son bastante universales.
Es la historia de un grupo de personas que, en algunos casos, no la pasan demasiado bien en el mundo real (de algunos sabremos los motivos) y que han encontrado una comunidad de pares en el mundo VR. Allí, dicen, no sienten la carga de su historia, de sus fobias y quizás hasta de su aspecto. En las «entrevistas» muchos coinciden al hablar del poder liberador de esa virtualidad. «Acá valgo por lo que soy, por mi personalidad, y no por cómo luzco o cómo me visto», dice una de ellas. Y la mayoría coincide que ese sentido de pertenencia grupal y de amistad virtual no solo les ha ayudado a atravesar mejor la pandemia y difíciles momentos personales sino que se ha convertido en un modo de vida.
WE MET IN VIRTUAL REALITY puede ser un tanto optimista respecto al poder curativo y reparador de este tipo de propuestas –por momentos está al borde de ser una promoción de la plataforma–, pero eso no quiere decir que las historias que cuenta y los personajes que desarrolla no sean creíbles y emocionalmente potentes. Para el final, cuando uno se vea conmovido por dos avatares que despiden a otro que los deja, entenderá porqué para muchos la realidad virtual puede ser una forma de sentirse querido y acompañado por otros en similar situación. Este documental prefiere no juzgarlos ni pontificar sobre los peligros que este tipo de elección puede representar. Al contrario, los acompaña cariñosamente en sus pequeñas victorias, sean virtuales o no.