Estrenos online: crítica de «Persuasión», de Carrie Cracknell (Netflix)
Esta adaptación de la última novela de Jane Austen mantiene la época original pero le agrega un tono cómico y moderno que no termina de funcionar del todo bien. Con Dakota Johnson y Cosmo Jarvis. Estrena Netflix el 15 de julio.
No hace falta ser un purista de las adaptaciones de Jane Austen para notar las fallas tonales que no permiten que esta versión de PERSUASION funcione del todo bien. De hecho, muchas de las mejores versiones cinematográficas de la las novelas de la escritora británica tuvieron poco y nada que ver con el tono y/o el contexto de las originales, tal es el caso de EL DIARIO DE BRIDGET JONES, NI IDEA o la reciente versión de EMMA protagonizada por Anya Taylor-Joy. El inconveniente de esta adaptación de la última novela de Austen es que intenta ser todas las versiones al mismo tiempo: una fiel y emotiva, otra cómica y disparatada, otra elegante, otra irónica y una más, por las dudas, políticamente correcta. Que así y todo se las arregle para, por momentos, convencer y emocionar es un verdadero misterio que quizás pueda explicarse con solo dos palabras: Dakota Johnson.
La actriz estadounidense es más que creíble en el rol de Anne Elliot, la mujer que ocho años atrás dejó pasar la oportunidad de casarse con la persona que amaba (la «persuadieron» de no casarse con él), un marino sin rango ni títulos llamado Frederick Wentworth (Cosmo Jarvis) y que hoy, a los 27 años, parece casi «condenada» –en términos de principios del siglo XIX– a no conseguir marido. En los continuos cambios de tono que tendrá esta versión pronto se nos presenta la vida y los conflictos de Anne como si fuera una posmoderna comedia tipo FLEABAG, con la protagonista mirando a cámara, contando las circunstancias familiares que atraviesa y gesticulando mientras reacciona a lo que vemos.
Así conocemos a su padre, Sir Walter Elliot (un Richard E. Grant en plan parodia pura y dura), un viudo de vida dispendiosa que tuvo mucho dinero, lo gastó todo y se ve obligado a «reducirse» de su mansión de Somerset a una casa (un poco) más humilde en Bath. Allí se va con su hija mayor Elizabeth (Yolanda Kettle), mientras que Anne va a visitar a su hermana menor, la «hipocondríaca» Mary Musgrove (Mia McKenna-Bruce), que está casada con Charles Musgrove (Ben Bailey) y tiene dos hijos pequeños a los que les presta cero atención. Allí también viven las dos hermanas de su marido, las simpáticas Louisa y Henrietta.
En la casa de ellos recibirán la visita de Wentworth, ahora convertido en Capitán. Y de la manera más incómoda posible –con enredos imposibles de por medio–, la ex pareja se reencontrará, aunque ambos simularán haber superado su historia de amor. Es bastante evidente que no es tan así y por más piedras y dificultades que se les pongan en el camino –una nueva admiradora para él, un nuevo galán para ella, un accidente familiar, previsibles confusiones y algunas otras circunstancias imprevistas–, Anne y el Capitán están destinados a seguir cruzándose.
La adaptación en sí tiene algunas diferencias con la novela, pero eso no es para nada problemático. De hecho, es hasta esperable que este tipo de versiones alteren ejes narrativos y hasta modifiquen personajes de un texto original, por más célebre que sea. Lo que es más incómodo es la inconsistencia tonal. Por momentos, la película de Cracknell (una directora de larga experiencia teatral) juega a la comedia moderna, con actuaciones desbordadas, diálogos que los personajes podrían decir hoy («él es un 10 y yo soy un 6»), una protagonista que se encierra a tomar vino tinto como tanta despechada treintañera de algún film actual o que mira a la cámara guiñando una y otra vez un ojo hasta que parece un tic. Y, en otros, todo parece volver a lo tradicional, con elenco, guión y director tratando de ser más fiel a un formato un tanto más clásico de contar y de transmitir las emociones de la historia.
Esa indecisión (o serie de malas decisiones) afecta el funcionamiento de la película ya que los cambios tonales no están distribuidos de un modo consistente a lo largo del relato. Es habitual que muchas comedias románticas terminen siendo emotivas modificando de a poco la manera en la que la historia es contada. Pero Cracknell va y viene de una a otra, pasa de una secuencia dramática potente a otra que bordea la parodia, de una secuencia liviana (cuando los Elliot visitan a unos primos lejanos millonarios, por ejemplo) a otra en la que los amantes que parecen destinados a no poder reencontrarse en tiempo y forma atraviesan un momento emotivo. Y así no parece haber forma de hacer pie del todo en lo que se propone.
Más allá de las exigencias de mirar a cámara cada dos escenas –algo que igualmente hace con pícara candidez–, Johnson se las arregla muy bien para ser el centro de atención de PERSUASION, una mujer despreciada o ninguneada por su padre y sus hermanas, pero que es claramente más inteligente, atractiva y sagaz que lo que ellos suponen. Y tanto Wentworth como su primo William (Henry Golding) lo saben, lo mismo que las jóvenes Musgrove y hasta su «segunda madre» Lady Russell (Nikki Amuka-Bird), con la que tiene una relación afectuosa no exenta de algunos reproches.
Como sucede con BRIDGERTON, otra serie de época también de Netflix, esta película rompe los esquemas raciales de la Gran Bretaña del siglo XIX poniendo a actores de descendencia asiática o africana a interpretar roles no escritos específicamente de ese modo. Eso no está mal per se, pero se siente más que nada como otro guiño para adaptarse a un modelo narrativo contemporáneo que otra cosa. Y esa es la sensación que atraviesa a toda la película, que parece haberse escrito de un modo más o menos tradicional y luego agarrada por otro equipo de guionistas que decidieron volverla cool, o algo así, dejándola a mitad de camino entre dos mundos. O, lo que es lo mismo, en ninguno de los dos.