Series: reseña de «Better Call Saul: Temporada 6/Episodio 9», de Vince Gilligan y Peter Gould (Netflix)

Series: reseña de «Better Call Saul: Temporada 6/Episodio 9», de Vince Gilligan y Peter Gould (Netflix)

Reseña CON SPOILERS de uno de los episodios clave de esta historia a la que le quedan solo cuatro capítulos para terminar. Estreno local en Netflix el 19 de julio.

ATENCION: SPOILERS

Faltan todavía cuatro episodios más, pero en torno al conflicto central que ha generado el mayor interés y tensión de BETTER CALL SAUL, uno bien podría decir que la serie se ha terminado. Hasta acá llegó. Lo que todos especulábamos, sucedió. Sabíamos que Kim Wexler no sería más de la partida en la historia, pero no sabíamos exactamente cómo. Y, finalmente, el cierre de ese nudo central de la serie se produjo. Y lo hizo de una manera típica de las series de Vince Gilligan: impensada pero no fuera de lugar, dentro de las posibilidades y de la lógica de su trama pero con su costado inesperado, sorprendente, de una de esas maneras que algunos gustan llamar «irónica».

Wexler no murió ni fue asesinada por ningún cartel. No sucedió ningún accidente inesperado ni apareció una enfermedad. No. Cuando todo parecía indicar que, junto a Saul, habían logrado atravesar lo suficientemente enteros lo sucedido con Howard Hamlin y Lalo Salamanca –especialmente la muerte del primero, de la que bien podrían sentirse responsables–, Kim se dio cuenta que había llegado demasiado lejos. Y así, tras mentirle a la viuda de Howard respecto a las circunstancias de su muerte, inventarle un pasado de consumo de drogas y decírselo en la cara secamente, Kim se dio cuenta que había cruzado demasiadas barreras. Y decidió hacer las valijas, largar todo –Jimmy/Saul, la profesión, su vida– y partir con destino incierto.

«Pasé los mejores momentos de mi vida contigo, pero somos malos el uno para el otro –le dice a Saul cuando el tipo se encuentra con las maletas de ella preparadas sobre la cama–. Mucha gente sufre por culpa nuestra. Separados estamos bien, pero juntos somos veneno». Así, en pocas palabras, y luego de confesarle que nunca le había avisado que Lalo seguía vivo porque si Saul se enteraba de eso abandonaría todos los planes para protegerla y ella no quería terminar con «la diversión» de torturar a Howard, Kim se va, abandona la historia. Quedan cuatro episodios que, todo parece indicar, transcurrirán en el presente, que es el futuro de ambas series. Quizás allí exista algún tipo de reencuentro o actualización de sus vidas, pero dentro del grueso de la trama, es asunto cerrado.

El episodio no termina ahí. Sus últimos cinco minutos están dedicados a mostrar a un Jimmy ya totalmente convertido en Saul: cínico, tramposo, sin ningún compás moral ni emocional. Da la impresión –por la mudanza a esa casa espantosamente inmensa con la que abrió la temporada pasada y su caída de cabello– que ha pasado algún tiempo, pero el Saul que vemos en ese final es el de una coda, el que lo conduce directamente a manos de Walter White, Jesse Pinkman y compañía. De hecho, estaba bastante seguro que la última imagen sería la de ellos entrando a su oficina. Pero no. Sabiendo que aparecerán en algún momento, todo hace pensar que un poco más del «pasado» habrá ya que (SPOILER ALERT SI NO VIERON «BREAKING BAD»), como sabemos, no hay Walter en el presente.

Si bien es un poco anticlimático el final –la separación entre ellos podría y debería haber sido el cierre del episodio– a la vez sirve para entender porqué Saul nunca más la menciona en la siguiente serie. Hay algo que se rompe en él cuando ella se va, algo que se muere (Jimmy) y que él mismo entierra para convertirse en el divertido pero completamente desalmado abogado de BREAKING BAD. Kim no muere, pero es como si muriera para él. O, dicho de otro modo, el que muere es él. Ya no solo utiliza otro nombre y otra imagen. Es esa otra persona. Kim Wexler era lo único que lo mantenía en contacto con su zona más humana.

Todo esto sucede en los últimos 25 minutos del episodio. Antes, daba la impresión que este iba a ser uno de esos capítulos de transición, de ir colocando piezas para algo que sucedería en el futuro. La primera y larga escena –tras una notable secuencia de montaje que muestra como ambos vuelven a trabajar mientras Mike y su gente limpian la casa– lo tiene a Gus Fring «arreglando» con los jefes del cartel el futuro reparto territorial, tras convencer a Don Eladio y a Bolsa que la acusación de Don Héctor –a puro timbrazo en su silla– de que él mató a Lalo es falsa. Si bien hay tensión y suspenso allí, la escena no termina de ser buena porque sin Lalo (bah, sin Tony Dalton) hay algo que falta. Además, convengamos, es irritante ver un diálogo entre varios actores que hablan castellano con el acento equivocado o directamente pésimo como es el caso de Fring.

Luego habrá otra escena extraña, sugerente e inesperada en la que Gus va a un restaurante y se sienta a tomar una copa de vino en una barra. Allí llegará David, el sommelier del lugar, que le contará una larga historia acerca del carísimo vino que lo invita a beber. De a poco uno irá entendiendo que lo central de la escena pasa por mostrar la ansiedad social y/o represión sexual de Gus, claramente interesado en David (hay una invitación a la casa a probar otro vino guardado para una ocasión especial), pero incapaz de llevarlo adelante y abandonando el plan súbitamente. El cierre de BETTER CALL SAUL, para Gus al menos y de no mediar una sorpresa, es uno de soledad y frialdad. A su manera, trágico.

Y otra escena estará dedicada a la visita que Mike le hace al padre de Nacho Varga para contarle que su hijo no regresará. La cruda respuesta del hombre –en castellano– es más que elocuente. Aún sin entenderlo, Mike capta su tono agresivo y se sabe en parte responsable. Pese a su dura capa exterior, siendo el más «sensible» de los personajes de la serie, ese rechazo a su disfrazada disculpa claramente lo afecta. Y en un solo plano tenemos otro duro cierre. De ahí en adelante tampoco Mike será el mismo. Como le sucede a Kim, tomar conciencia de las consecuencias humanas de sus actos lo afectará de una manera irrevocable.

Y así arranca el final de Kim y Jimmy. Ambos van al velorio de Howard y, enfrentados a su esposa que los trata mal, los acusa de haber inventado lo de su consumo de drogas (lo cual es cierto) y les dice que cree que ellos fueron responsables de lo que le pasó a su marido, siguen mintiendo. Kim, especialmente. Pero al salir del lugar algo se rompe en ella y se da cuenta que llegó demasiado lejos. Así, al otro día, tras abandonar a un cliente en pleno juicio, la mujer anuncia primero que deja la profesión de abogada. Y si uno creía que eso era suficiente auto-castigo se dará cuenta que ella no lo ve así. Que si quiere recuperar su zona más «humana» debe separarse de Jimmy. No porque él sea el responsable de lo sucedido ni de su forma de actuar, sino porque reconoce que juntos se potencian para sacar lo peor del otro. Y no le queda otra que armar sus maletas y partir… quién sabe adónde.

Hay cuatro episodios más, lo sé. Lo sabemos todos. Pero lo que importaba dilucidar era esto. Quizás haya sorpresas de acá en adelante porque conocemos a sus realizadores e imaginamos que no extenderán el asunto con cuatro horas de anécdotas banales. Queremos saber qué pasa con Saul en el futuro, sí. Queremos saber si hay algún reencuentro con ella, también. Queremos ver en qué circunstancias reaparecen Walter y Jessie, obvio. Pero la historia se terminó acá. Lo que queda es una letra de tango: «Después/Qué importa del después/Toda mi vida es el ayer/Que me detiene en el pasado…»