Estrenos: crítica de «Pacifiction», de Albert Serra

Estrenos: crítica de «Pacifiction», de Albert Serra

por - cine, Críticas, Estrenos
30 Ago, 2022 12:04 | Sin comentarios

La nueva película del realizador catalán, filmada en la Polinesia francesa, se centra en un funcionario que trata de evitar lo que cree que será un experimento nuclear en la zona. Con Benoit Magimel y Pahoa Mahagafanau. Estreno en España.

Sin llevarse, previsiblemente, premio alguno de la competencia de Cannes, la nueva película del realizador catalán rodada en la Polinesia francesa estuvo entre los pocos grandes logros de esa problemática sección. Una película de una ambición estética y complejidad temática a años luz de la mayoría de las presentadas aquí, PACIFICTION entiende, para empezar, que el cine es un arte específico que funciona por fuera de las limitaciones, cada vez más reiteradas aún en festivales, de estar al servicio de contar una historia de principio a fin. No porque no lo haga, sino porque la prioridad aquí es otra cosa: permitir que sea el propio lenguaje audiovisual el protagonista.

Fuera de lo que enseñan en las escuelas de guión, lejos de los arcos narrativos tradicionales de los personajes o los supuestos actos dramáticos reconocibles, PACIFICTION funciona como una experiencia inmersiva, como un viaje hacia lo profundo de un universo tan bello y misterioso como es Tahití, una mezcla de EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS con ZAMA y el boceto de alguna novela de Graham Greene cuya historia nunca terminó de escribirse o se le perdieron algunas páginas en el camino.

A lo largo de una serie de días al que seguimos es a De Roller (Benoît Magimel), algún tipo de autoridad francesa en la zona, que es «colectividad de ultramar» de ese país, mientras sigue la potencial (y, en apariencia, inminente) test o explosión nuclear que se haría en el área, algo que los habitantes temen porque ya la sufrieron anteriormente, con horrendas consecuencias. Eso lo lleva a tener algunos raros encuentros, discusiones y debates políticos con diferentes «jugadores» de lugar, desde ásperos rivales con los que se enfrenta verbalmente a otros, más amigos, dispuestos a ayudarse entre sí, aunque eso implique arreglar los resultados de elecciones y esas cosas.

La amenaza es misteriosa pero él está convencido que es inminente, ya que Serra va dejando entrever que algo sucede en medio del mar y que la posibilidad de que todo explote por los aires está al alcance de la mano. De hecho, está seguro que hay lanchas con prostitutas que van a trabajar con los militares que estarían apostados en un submarino en medio del mar. Pero PACIFICTION lejos está de ser una película de suspenso sino que utiliza ese literal disparador narrativo para ver cómo estas personas se mueven, se enfrentan, se conectan y se separan en esos escenarios cuyo espeso y húmedo aire parece difícil de atravesar con el cuerpo.

Con algunos bailes y canciones (musicalmente la película va de la música electrónica a sonidos y coreografías más étnicas pasando por un gran momento en el que se escucha y baila «I Like Your Style», de Freddie Butler), DJs en topless, monólogos filosófico-políticos de Magimel, largos silencios en los que la cámara explora la zona, peleas de gallos y una impactante escena de surf de alto riesgo, PACIFICTION funciona como un noir selvático, la historia de un funcionario que, a veces acompañado de su dulce amante trans (Pahoa Mahagafanau), negocia constantemente su lugar en ese cambiante y peligroso mundo en el que también circulan empresarios, músicos, bailarines, artistas y estafadores de todo tipo.

Con su amplio traje blanco y su camisa de colores, un Magimel cada vez más parecido a Gerard Depardieu recorre la película como si fuera el dueño del asunto cuando quizás en los hechos no lo sea, un poco como pasaba con el Zama de la novela de Antonio Di Benedetto y la película de Lucrecia Martel. Quizás su visión de la realidad está corrida de lugar ya que la experiencia de vivir en ese lugar haya modificado su manera de ver y de pensar. Nada es cierto y todo lo es en PACIFICTION, un estado de la mente que toma la forma de una oscura y perturbadora isla permanentemente a punto de explotar.