Festival de Locarno: crítica de «Matter Out of Place», de Nikolaus Geyrhalter (Competencia)
El nuevo documental del realizador austríaco utiliza su mirada clínica para observar un mundo plagado de basura y los esfuerzos que se hacen para manejarla y contener su expansión.
Para cualquiera que tenga una mínima conciencia ambiental, las imágenes que presenta el realizador austríaco en MATTER OUT OF PLACE resultarán impactantes. Y seguramente para los que están aún más comprometidos en la batalla contra el cambio climático y un futuro que se avecina turbulento directamente sentirán una confirmación de sus peores miedos. La contaminación de basura que se ve a lo largo de este documental es impactante, brutal, demoledora. Y los esfuerzos por reducirla, por más nobles que aparezcan, claramente no alcanzan.
El título de la película del realizador de OUR DAILY BREAD y EARTH hace referencia al llamado “moop”, tal como se denomina a la materia –los objetos– que no están en el lugar al que pertenecen originalmente. Y esos son los protagonistas, de algún modo, de esta película en la que Geyrhalter recorre escenarios europeos (como Grecia, Albania, Suiza y Austria), los Estados Unidos (más precisamente, el Burning Man Festival, en el desierto de Nevada), Nepal y resorts turísticos en las Islas Maldivas para mostrar las distintas maneras en las que se lidia con los desperdicios que se acumulan en cada uno de esos lugares.
Así, MATTER OUT OF PLACE pasa de basurales que rodean a ríos, lagunas y que ocupan por completo playas en Grecia a mostrar el trabajo en Albania de voluntarios que intentan limpiar las zonas en un esfuerzo que es noble pero incapaz de alcanzar el volumen de basura que allí se acumula. En Suiza vemos como la basura no orgánica (plásticos, metales, gomas de automóviles) se encuentra por debajo de la misma tierra sobre la que se piensa construir un edificio desde la década del ’70. «Acá un frasco de Nesquik», uno de los involucrados comenta tras revolver lo extraído.
En centros turísticos lujosos –lugares bellos donde los planos adquieren una características casi de ciencia ficción– se observa cómo la basura se “esconde”, un tanto más disimuladamente, fuera de la vista de los clientes o pasajeros. Nada debe alterar la experiencia y si eso implica, literalmente, “barrer la basura abajo de la alfombra”, que así sea. Y bajo el mar –como se aprecia en imágenes tomadas en Grecia– la situación es igualmente desesperante.
Las imágenes más impactantes son las tomadas en Nepal, en donde vemos la casera recolección de basura hecha por personas en pequeñas camionetas, cómo todos ellos las trasladan a grandes camiones y luego cómo esos mismos camiones depositan ese cementerio de plásticos y otros otros elementos contaminantes en lo que es una literal montaña de desperdicios en imágenes propias de fotografías de Sebastião Salgado. También estarán quienes les lanzan gasolina y les prenden fuego, iniciando tóxicas humaredas que se extienden por kilómetros. Y así, sin fin, día a día, semana a semana.
Pese a lo devastador de sus imágenes, el objetivo del realizador es mostrar los esfuerzos y la conciencia que se genera con respecto a sacar a todos esos objetos del lugar al que no pertenecen (“mooping” se lo llama, haciendo juego de palabras con “mopping”, que significa fregar) aunque no haya, en la práctica, un lugar al que llevarlos ni forma de estar a la altura del ritmo al que crecen los desechos. Con sus planos extrañamente bellos y clínicos –una característica de su cine–, Geyrhalter no hace un tratado político, no echa culpas específicas ni da soluciones concretas. Se limita a mostrar un mundo en estado de descomposición. Y con las imágenes alcanza.