Festival de Locarno: crítica de «Saturn Bowling», de Patricia Mazuy (Competencia)

Festival de Locarno: crítica de «Saturn Bowling», de Patricia Mazuy (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
08 Ago, 2022 11:50 | Sin comentarios

Este violento drama policial francés se centra en la relación entre dos hermanos –uno policía, el otro un joven oscuro y turbulento– que heredan un bowling tras la muerte de su conflictivo padre.

El tenso y conflictivo núcleo de SATURN BOWLING se resume y define en una larga secuencia que ocupa más de veinte minutos de película y que se ubica en el primer tercio del relato. En ella vemos a uno de los protagonistas, Armand (Achille Reggiani), irse con una mujer a su casa y tener un encuentro sexual que se va volviendo incómodo, tenso y luego violento. Muy violento. De una manera franca que remite a escenas similares de cineastas como Gaspar Noé, se nos muestra un acto de violencia sexual femicida de una manera brutal, sin fueras de campo ni nada parecido. El hecho que lo haga una directora puede poner en cuestión ciertos aspectos relacionados a la «mirada masculina», pero en definitiva la escena es tan cruda y repulsiva que cuesta volver a sentirse cómodo dentro de la película. Quizás sea eso –más que ninguna otra cosa– lo que Mazuy busca.

Lo mejor que se puede decir de esta extraña, desagradable pero por momentos intrigante película es que la realizadora de SAINT CYR no intenta, necesariamente, «superarse» a sí misma en el sentido de ir aún más lejos que eso, sino que lo usa como punto de partida y de entrada a un mundo al que definirlo como tóxico y masculino es quedarse un poco corto. Mazuy juega entre dos estilos aquí. Por un lado, trata de armar una suerte de drama familiar combinado con thriller acerca de algo parecido a un asesino serial. Y, por el otro, de hacer una suerte de film de tesis sobre las formas de violencia generadas por el hombre a partir de la relación entre dos hermanos y el fantasma de un padre muerto.

El citado Armand es uno de los dos medio hermanos que protagonizan la película. El otro, Guillaume (Arieh Worthalter), es un policía en apariencia mucho más centrado y serio. Los conocemos cuando muere el padre de ambos y Guillaume le ofrece a Armand hacerse cargo del salón de bowling del que el fallecido era dueño. El nervioso joven al principio no quiere saber nada con tener algo que ver con el local de su padre (no quiere ir a su entierro tampoco), pero cuando observa la cantidad de bellas mujeres que circulan por el lugar cambia de opinión y acepta. Se ve en su depredadora mirada cuál es su único y verdadero objetivo «profesional». Y muy poco después sucederá la escena citada anteriormente, la que nos quitará cualquier duda.

De ahí en adelante la trama gira hacia Guillaume, abrumado por su tarea, una que incluye investigar una serie de cadáveres femeninos que aparecen en secuencia, quizás víctimas de un mismo asesino serial. Y en una de las «herencias» que su padre le ha dejado, el hombre tiene que lidiar con un grupo de veteranos cazadores que amenazan a una activista ecologista que intenta poner un freno a sus actividades. En el gesto más claramente «de género» que propone Mazuy, Guillaume se enamora de esta mujer de origen asiático llamada Xuan (Y Lan Lucas) y se invita a sí mismo a otro inminente conflicto con «los amigos de papá».

Es evidente que, más temprano que tarde, los hermanos, la novia de uno de ellos, los amigos del padre y el «fantasma» de ese hombre –a quien se adivina como el más tóxico de todos los tóxicos– se cruzarán. Y que el espacio del bowling será central a esos choques. En el medio, claro, seguirán apareciendo cadáveres de jóvenes mujeres (también, mostrados muy francamente) y uno reza para que no tengamos que ver otra demostración gráfica de cómo terminaron así de brutalizados.

Controvertida, provocadora, fuerte pero también bastante obvia en sus postulados temáticos (los paralelos entre hombres violentos y animales salvajes bordean lo risible), SATURN BOWLING es una película cruel e incómoda, cuyo mayor logro pasa por su brutal clima de policial negro (a la francesa) y por la manera en la que va torciendo las expectativas respecto a lo que uno verá tras «esa escena». No hay dudas, ahí, que Armand es un monstruo. Pero lo que la película sigilosamente sugiere es que, más allá de tener una más amable manera de presentarse en sociedad y ocupe una posición socialmente más responsable, su hermano Guillaume puede ser igual de siniestro. De distintas maneras y de uno u otro lado de «la ley», todos los hombres pueden ser igualmente peligrosos.