Series: crítica de «El ensayo – Temporada 1», de Nathan Fielder (HBO Max)

Series: crítica de «El ensayo – Temporada 1», de Nathan Fielder (HBO Max)

Esta ambiciosa, extraña y sorprendente serie llega al final de su primera temporada convirtiendo a su conductor en el principal protagonista de los ensayos en cuestión. Por HBO Max.

Una de las series más extrañas que yo recuerde haber visto, EL ENSAYO es un experimento psicológico pasado de rosca que, tanto para su creador, Nathan Fielder, como para sus participantes, se vuelve un arma de doble filo. Emocionalmente complicada en muchos momentos para varios de sus protagonistas y con algunas revelaciones inesperadas, la serie concluye (SPOILERS DE ACA EN ADELANTE) reconociendo lo que todos en mayor o menor medida sospechábamos: que todo, en realidad, no fue más que una serie de ensayos cuyo verdadero protagonista no era otro que su conductor, el propio Fielder. Pero para llegar a esa conclusión, mucha agua debió pasar.

Para los que no vieron nada de la serie (aquí analicé los dos primeros episodios) hay que decir que claramente se divide en dos partes. La promesa conceptual de ser una serie en la que Fielder ayuda a otras personas a ensayar situaciones que los asustan, les dan ansiedad o les resultan complejas de afrontar ya se altera en el segundo episodio, cuando EL ENSAYO empieza a concentrarse en tan solo un caso que se extiende toda la temporada, más allá de algún otro asunto paralelo que así como aparece rápidamente se va.

Es que el «ensayo» ese es mucho más complejo que el inicial o que cualquiera más o menos cotidiano que uno pueda necesitar ayuda para afrontar. Acá Nathan y su equipo deciden «ayudar» a Angela a ser madre mediante la misma técnica. Esto es: ensayando la maternidad. Algo que no es nada fácil de hacer, obviamente. Para eso Fielder muda a Angela una casa de campo y elige actores para interpretar a su hijo con la idea de hacer un «curso intensivo» de maternidad. Esto implica que la mujer «tenga» un bebé para poco después cambiarlo por otro de tres años, otro de seis y así, hasta llegar a la adolescencia.

Pero el procedimiento se enredará de un modo impensado y disparará puertas temáticas inacabables. Como en un juego de muñecas rusas, cada decisión de la producción abrirá las puertas a otro potencial conflicto y así, al infinito. Rápidamente, el concepto empieza a trasladarse hacia otros lugares. Ya no es solo sobre Angela sino también sobre los actores a los que les toca interpretar diversos roles y, especialmente, sobre el propio Nathan, que termina involucrado en el propio ensayo de la mujer. A falta de una pareja para la chica, él termina cumpliendo esa tarea. Y cuando Angela se de cuenta que ya no quiere seguir siendo parte del experimento, quedará en el propio Nathan seguir con el juego. Y de ahí en adelante será él mismo el protagonista del ensayo en cuestión.

La serie pone en juego una cantidad de temas que bien podrían utilizarse para dar alguna clase universitaria sobre conceptos como la noción de realidad, la imitación, la representación, la idea del doble, el cruce entre el documental y la ficción, la verdad en la actuación y, acaso resumiendo todo eso, el lugar que ocupan los sentimientos y los miedos en un mundo en el que la realidad es cada vez más inasible. Nathan (o «Nathan») y sus «personajes» pasan a lo largo de la serie por distintos niveles de «realidad» y en cualquiera de ellos pueden sentirse afectados por lo que les pasa. La idea de Fielder de «ensayar» la vida para prever así cualquier intrusión del caos no resulta eficaz porque el ensayo en sí mismo también termina afectando a sus participantes de una u otra manera.

Es una serie muy compleja de explicar. De hecho, solo se la entiende más o menos bien viéndola y aún así puede ser confusa. Fielder pasa de ensayar a priori algo que va a hacer (él o alguno de los participantes de este bizarro reality show) para luego usar el ejercicio del ensayo a posteriori, cuando se da cuenta que algo no sale como lo planeaba y trata de entender qué pudo haber salido mal. Todo este esquema cobrará sentido en el episodio en el que da un curso de actuación en su «sistema» a los actores que piensa utilizar en la ficción. Bah, de hecho, al hacerlos participar en el curso ya los está usando en alguno de los niveles de esta ficción.

THE REHEARSAL presenta muchas situaciones divertidas, otras un tanto incómodas, algunas caprichosas y varias inexplicables, pero aún en el territorio «meta-ficcional» (más bien debería decir «meta-meta-meta ficcional») en el que se mete logra extraer algunas verdades y emociones que se escapan por los resquicios del brechtiano dispositivo por él mismo creado. Como lo hacen Charlie Kaufman, Wes Anderson u otros realizadores en el cine –o es usual verlo en incontables obras teatrales–, la revelación del artificio no necesariamente distancia al espectador de lo que se cuenta sino que, por el contrario, a veces lo involucra más.

EL ENSAYO es un juego que involucra emocionalmente a sus participantes aún cuando todos sepan que están jugando. El cuarto episodio es un análisis de lo performático concretamente, con Fielder y un grupo de actores ensayando convertirse «realmente» en otras personas, algo que pretenden hacer siguiendo a esas personas hasta extremos inimaginables (Fielder contrata a un actor para que haga lo mismo con él, por ejemplo). El quinto episodio –en el que se rompe la relación con Angela y ella decide abandonar el programa– se dedica a lidiar de una manera potente pero a la vez muy graciosa con ciertos dogmatismos religiosos, ya que Angela, devota cristiana, no quiere que su hijo reciba también una educación judía, que es la que Nathan quiere incorporar.

Pero todo entra en una colisión aún más delicada en el último episodio, cuyo eje pasa por el descubrimiento de que a uno de los chicos contratados para actuar como hijo de Nathan en su «ensayo» de paternidad (Angela ya no es parte del asunto) le cuesta abandonar el rol y establece una relación cariñosa con Fielder, al que llama «papá». Ya verán que el asunto termina siendo bastante complicado y termina angustiando también al creador de la serie, haciéndole replantear el concepto de origen. O, al menos, eso es lo que pretende que creamos, ya que son tantos los niveles de sentido que se ponen en juego acá que aún las emociones reales pueden ser un poco falsas, sin por eso dejar de ser verdaderas.

De eso, finalmente, va EL ENSAYO, cuya segunda temporada ya fue anunciada y vaya a saber uno cómo la estructurarán. Es una serie sobre las diferencias entre realidad y verdad, una que entiende que todos los participantes (desde Nathan al centenar de «actores» que participan) tienen como objetivo conectarse con el otro, formar lazos emocionales de la manera que sea y que para llegar a eso muchas veces tienen que fracasar o atravesar situaciones dolorosas. No es importante, finalmente, si es real, si parece real, si es ficción, si dicen lo que piensan o si leen un guión previamente escrito. Lo importante es que lo sientan como verdadero. Y eso no lo resuelve ni uno, ni dos ni mil ensayos. Esa verdad está en otra parte.