Series: crítica de «Noticia de un secuestro», de Rodrigo García y Andrés Wood (Amazon Prime Video)
Esta miniserie de seis episodios adapta de un modo correcto pero sin sorpresas el libro de no ficción de Gabriel García Márquez centrado en una serie de secuestros que tuvo lugar en Colombia en 1990. Ya disponible en Amazon Prime Video.
De toda la literatura de Gabriel García Márquez, NOTICIA DE UN SECUESTRO debería ser el título más fácilmente adaptable a un formato audiovisual. Narrado con un estilo más periodístico que la mayoría de sus libros, abocado a una suerte de día a día que empieza por los secuestros propiamente dichos, sigue por las negociaciones, se entromete en la cotidianeidad del cautiverio y resume los destinos de los diferentes personajes involucrados, tiene el tipo de prosa detallada y visualmente específica que «facilita» el trabajo de guionistas y directores. De hecho, no es necesario hacerle grandes modificaciones para trasladarlo, especialmente si se tiene el tiempo y el desarrollo que posibilita una miniserie de seis episodios.
La versión supervisada por Rodrigo García –hijo de Gabo– y dirigida por el cineasta chileno Andrés Wood con la colaboración de su compatriota Julio Jorquera es medianamente efectiva a la hora de crear un relato de suspenso, un thriller más humano que político en el que seguimos la suerte de un diverso grupo de secuestrados pero poniendo el foco en una de ellas, Maruja Pachón. Secuestrada a fines de 1990 dentro del plan de los llamados Extraditables –un sector del Cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar– de impedir que el gobierno colombiano refrendara una ley por la que los narcotraficantes colombianos podían ser juzgados en los Estados Unidos, Pachón era una pieza clave en la negociación: una funcionaria del estado (era directora del fondo de fomento cinematográfico, de hecho) y una mujer muy conectada políticamente a través de su marido congresista Alberto Villamizar y por haber sido cuñada del líder liberal Luis Carlos Galán, que había sido asesinado el año anterior.
Pachón fue secuestrada por un grupo armado junto a Beatriz Villamizar, su asistente en Focine y, a la vez, hermana de su marido. Y quedó en Alberto hacerse cargo de buena parte de la investigación y las negociaciones con ambas partes de la contienda. Como improvisado investigador, no es mucho lo que pudo avanzar (los narcos cubrían muy bien sus pasos, como se deja ver en los primeros episodios), pero todos sabían que lo importante ahí pasaba por otro lado: su capacidad de negociación, de lograr que el poder político colombiano llegara a algún tipo de acuerdo con los narcotraficantes que permitiera la liberación de su esposa y su hermana.
Pero ellas dos no eran las únicas secuestradas por los Extraditables. Y si bien el título de la novela parece hablar de un caso individual, fueron una decena los hombres y mujeres –muchos de ellos periodistas– que estuvieron en cautiverio, con mayor o menor fortuna personal, a causa de estas negociaciones. Maruja y Beatriz se toparán con una de ellas, Marina Montoya –hermana del exsecretario general de la Presidencia Germán Montoya–, que ya llevaba secuestrada un tiempo. Y habrá otros, de los que la serie –a diferencia de la novela– no se ocupa demasiado, pese a tener tiempo para hacerlo.
De la que sí da cuenta es de Diana Turbay, reconocida periodista e hija de un expresidente, cuyo secuestro se armó a partir de un engaño y una falsa promesa. Haciéndose pasar por miembros del ELN (Ejército de Liberación Nacional), convencieron a Diana de llevarla a hacer una entrevista con su comandante, en la clandestinidad. Tras dudarlo, aceptó la invitación y viajó con un equipo de cinco personas, pero en medio del enredado viaje lleno de postas y cambios de casas, revelaron sus verdaderas intenciones de secuestrarlos. Y la serie dará cuenta de la muy diferente experiencia de Turbay.
El resto de los episodios se concentrará en las negociaciones, desarrollará los conflictos internos de algunas de las personas encargadas de cuidar a las secuestradas y tendrá algunos flashbacks a la vida de Maruja y Alberto antes del secuestro. Esa historia romántica, curiosamente, se combinará con otra que no conviene adelantar y que no aparece (si mi memoria no falla) en el libro original. Lo que la película dejará en segundo plano es un contexto político más profundo de los hechos que aquí se reduce a una negociación ligada a la extradición o no de los narcos cuando hay muchos elementos más en juego que apremiaban en esa época.
NOTA: Como curiosidad, si uno quiere, Prime Video ofrece un QR al comienzo de cada episodio a través del cual el espectador puede acceder –vía WhatsApp, algo bastante raro– a más información sobre el contexto político de Colombia en esa época. Es algo que Amazon acostumbra a hacer también si uno mueve el cursor a la derecha de la pantalla normalmente con los nombres de los actores que hay en cada escena, pero en algunos casos (como THE BOYS) con información adicional acerca de diversos temas. Acá a eso se accede vía WhatsApp. El que lo pruebe me avisa cómo le fue. Si bien seguramente ya tengan los teléfonos de todos por la propia suscripción, creo que darle el número de celular a Amazon es un poco excesivo como estrategia de comunicación.
Más allá de estas curiosas formas interactivas de ver la serie, NOTICIA DE UN SECUESTRO no logra ir mucho más allá de ser un recuento, con algunas ligeras modificaciones, de lo que se lee en el libro de Gabo. No parece tener fallas groseras de credibilidad –contar con un elenco de actores locales ayuda y mucho en la captura de detalles– y la utilización de registros de noticieros de la época funciona bien también, pero da siempre la impresión que le faltara algo más, algún plus que justifique su paso al formato audiovisual. Y ese condimento extra nunca aparece.
De todos modos, como lo ha demostrado en muchas de sus películas (como MACHUCA y LA ARAÑA, entre otras), el chileno Wood tiene una mano segura para narrar historias humanas conectadas a momentos políticos fuertes del pasado reciente. Quizás su cine no se caracterice por la originalidad o el riesgo, pero es un realizador de pulso firme y seguro, respetuoso de esa escuela clásica del thriller político de los ’70 que incluye a realizadores como Alan J. Pakula o Costa Gavras. Y esta brutal cadena de secuestros que tuvo lugar en Colombia en 1990 se amolda muy bien a ese formato. Sin sorpresas, quizás, pero con los pies sobre la tierra.
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