Series: crítica de «Por mandato del Cielo», de Dustin Lance Black (Star+)

Series: crítica de «Por mandato del Cielo», de Dustin Lance Black (Star+)

Esta serie, basada en un caso real, se centra en la investigación del asesinato de una mujer y su bebé en una comunidad mormona en la década de 1980. Con Andrew Garfield, Sam Worthington y Daisy Edgar-Jones. Estrena Star+ el 10 de agosto.

Una serie de investigación policial que puede verse también como un estudio acerca de las más peligrosas deformaciones del fundamentalismo religioso, POR MANDATO DEL CIELO se apoya en un caso real de corte criminal que tuvo lugar en 1984 en el seno de una comunidad mormona de Utah. Creada por Dustin Lance Black (guionista de origen mormón que ganó el Oscar por MILK) y basada en la novela homónima de John Krakauer, la serie propone un raro choque de universos y de estilos prefiriendo poner mayor peso en los motivos, las razones y las consecuencias emocionales de los crímenes que en las circunstancias más específicas del caso en sí. Curiosamente para esta era de búsqueda de impacto por sobre todas las cosas, se trata de una serie que fascina más desde las ideas que desarrolla que por su relativamente previsible suspenso. No es tanto un ¿quiénes lo hicieron?” sino un “¿por qué lo hicieron?» O, más bien: «¿cómo fueron capaces de hacer algo así?»

La serie se inicia –como muchas, acaso demasiadas otras– con una mujer muerta: Brenda Lafferty (Daisy Edgar-Jones, de NORMAL PEOPLE). A su lado yace también su bebé de poco más de un año. En la tranquila ciudad de Utah en la que viven, este tipo de crímenes son inusuales: nadie cierra puertas de casas ni de autos, todos se conocen con todos, es inimaginable un crimen tan brutal. El más sorprendido es Jeb Pyre (Andrew Garfield), un sencillo, respetuoso y amable policía que tiene que investigar el caso y que pronto descubre que las víctimas profesaban su misma religión. Acompañado por Bill Taba (Gil Birmingham), un detective de ascendencia indígena, Pyre empezará a tirar del hilo de la investigación hasta encontrar no sólo los horrores inimaginables que se esconden sino que todo esto está sucediendo entre sus “hermanos”, miembros como él de la comunidad mormona.

Previsiblemente, el primer sospechoso es el marido de Brenda, Allen Lafferty (Billy Howle), que es detenido e interrogado. Es a través de las preguntas que le hacen –primero a él y luego a otros involucrados en el asunto– que gran parte de la historia se irá contando a través de constantes flashbacks que van mostrando piezas de un rompecabezas cada vez más grande y complicado. De un modo un tanto torpe en cuanto a su esquema narrativo –el manejo de los tiempos es poco menos que incomprensible y la un tanto didáctica exposición no siempre se lleva del todo bien con la urgencia y la tensión que supuestamente viven por esos días–, la serie agrega además historias ligadas al nacimiento de la religión en sí, a principios del siglo XIX, mediante historias que van poniendo en contexto no solo a los personajes sino también a las distintas formas de vivir y entender los textos sagrados del mormonismo y a los personajes a los que les «fueron revelados».

Los testimonios abren la puerta a ir conociendo a la familia que es la otra gran protagonista de la historia: los Lafferty. Considerados localmente como “los Kennedy de Utah”, se trata de una familia grande y poderosa, con muchos hijos (allí muy pocos bajan de la media docena) y aparentemente muy unida y respetada en el lugar. Pero pronto veremos que las cosas no son tan blancas, puras y piadosas como parecen en la jornada campestre en la que los conocemos, vía flashback. Uno de los disparadores de la discordia familiar es la tal Brenda, una chica que profesa la religión de un modo menos ortodoxo que ellos: quiere estudiar, trabajar y no se contenta con vivir para seguir a ciegas a su marido y procrear decenas de niños. Y el otro es la decisión del patriarca de designar a su sucesor, que no es el que todos esperan, generando otro potencial conflicto.

De a poco, el abanico narrativo de POR MANDATO DEL CIELO irá abriéndose para tratar de entender el funcionamiento de los Lafferty a partir de la investigación de Pyre. Cada hallazgo o detalle que descubre shockea al piadoso y responsable policía produciéndole cuestionamientos internos que crecen aún más cuando se da cuenta que alrededor suyo le piden que no haga muchas preguntas y que mantenga el caso con el perfil más bajo posible. Es que Pyre vive una situación complicada que cae en el centro del conflicto de la serie. Ante alguna discrepancia, ¿a quién le debe fidelidad? ¿A las leyes del hombre o a las de su Dios? ¿Al Estado o a la Iglesia? ¿A la Constitución o a las Sagradas Escrituras? Los Lafferty pueden vivir esas potenciales contradicciones de manera extrema, pero en cierto modo todos los devotos religiosos atraviesan lo mismo cuando algún asunto lo demanda.

A lo largo de los siete un tanto largos episodios de la serie, Black irá mostrando cómo los Lafferty (especialmente Ron, Dan y Sam, encarnados por Sam Worthington, Wyatt Russell y Rory Culkin) se van radicalizando cada vez más hacia una concepción “originaria” de las leyes dictadas por el profeta John Smith. Por distintos motivos que se irán explorando a lo largo de la serie –y que conviene no adelantar aquí–, casi todos los herederos del clan chocarán no solo con las autoridades de la ciudad sino también con sus propios líderes religiosos, quienes tratan de “asimilarse” al modo de vida estadounidense de la manera menos conflictiva posible. Es obvio que lo hacen más por conveniencia que por convicción, lo cual le da a los hermanos otro motivo más para alejarse de ellos. La única forma de ser verdaderamente religiosos, parecen decir los Lafferty (y no solo ellos), es interpretar las escrituras de modo literal. Lo cual implica comportamientos, actitudes y costumbres que se chocan de lleno con la vida en la década del ‘80 y la actual también.

POR MANDATO DEL CIELO traslada un conflicto que usualmente se ve en otras culturas –hay decenas de películas sobre el fundamentalismo islámico, por ejemplo– o en otros grupos dentro de ese país –ver sino POCO ORTODOXA u otras series sobre judíos ortodoxos– y lo lleva al universo un tanto más insular y extraño de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días (su sigla en inglés es “LDS”). Y aprovecha la específica trama policial para recordar los choques y enfrentamientos que atravesaron sus fundadores, tanto con las autoridades locales como entre ellos y con sus mujeres. Es que uno de los ejes de la violencia que, directa o indirectamente, se ejerce desde entonces en el seno de esta religión –y peor aún en sus versiones más radicales y tramontanas– está ligada al completo y total control que el hombre tiene sobre la mujer. 

Y si bien la investigación de Pyre será del orden de lo específicamente policial (al descubrir cosas sobre la muerte de Brenda los detectives se dan cuenta que varias personas más están en peligro), en paralelo este “buen mormón” se verá forzado a hacer otra, una que lo obliga a pensarse a sí mismo como potencial parte del problema. Al indagar más y más en el recorrido demencial que hacen los Lafferty en pos de representar la versión más extrema de las escrituras sagradas, Pyre verá que los límites son bastante porosos y que no es tan difícil ser seducido por ese modelo de pensamiento. Lo mejor de la serie pasará por observar cómo estos personajes justifican todos sus actos –por más brutales que sean– en visiones religiosas, dejando en claro que las supuestas “revelaciones del Señor” que dicen tener no son otra cosa que excusas para tratar de doblegar el mundo a su antojo, a sus miedos y deseos. 

La serie puede ser vista como una metáfora muy directa del presente. Si se mira la realidad contemporánea por fuera del universo de las religiones, uno notará que las cosas no son tan distintas a lo que se ve en la serie: en muchas sociedades no parece haber acuerdo ni para las cuestiones más básicas (la famosa “grieta”) y cada grupo vive una realidad paralela y contradictoria con la del otro. Black deja en claro que su historia conecta con la de los Estados Unidos contemporáneos, especialmente en lo que se relaciona a la explosión de una malentendida cultura “libertaria” (Donald Trump y sus seguidores, sin ir más lejos) que cree poder actuar por fuera de las leyes o bien interpretándolas a su gusto. Los mormones fundamentalistas justifican todo lo que hacen en la “palabra del Señor”. Otros, hoy, usan palabras como “libertad” o “mercado” para lo mismo. En ambos casos se trata de dogmas cuyo fin último es el beneficio personal.

Con talentosos directores como David Mackenzie, Courtney Hunt e Isabel Sandoval a cargo de la mayoría de los episodios, UNDER THE BANNER OF HEAVEN logra hacer una pintura muy específica y lograda de un lugar en el que la religión forma parte de la vida cotidiana de todos, hasta como el modo de entender la naturaleza que los rodea. Y Garfield (que ya tiene una carrera interpretando personajes religiosos, como en SILENCIO, HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE o LOS OJOS DE TAMMY FAYE) es el protagonista perfecto para un relato de este tipo, un ser compasivo que debe cuestionar sus convicciones en su intento de llegar a una verdad más profunda, de esas que pueden derribar las bases sobre las que se construyó su propia identidad y lo lleven a perder, definitivamente, la poca inocencia que le queda.