Series: reseña de «Better Call Saul – Temporada 6/Episodio 11», de Vince Gilligan y Peter Gould (Netflix)

Series: reseña de «Better Call Saul – Temporada 6/Episodio 11», de Vince Gilligan y Peter Gould (Netflix)

La reaparición de algunos personajes clave de la historia comparten la trama con una nueva y compleja estafa ideada por el protagonista en el antepenúltimo episodio de la serie.

ATENCION, TSUNAMI DE SPOILERS!

El título del episodio, «Breaking Bad», era un spoiler en sí mismo. Sí, este es el episodio en el que aparecen Bryan Cranston y Aaron Paul como Walter White y Jesse Pinkman por primera vez en el universo de BETTER CALL SAUL. No, White no volvió de la muerte ni nada parecido. A la dupla la vemos junto a Saul Goodman en lo que serían las escenas posteriores al «encuentro» de los tres (más bien, secuestro), cuando el abogado creía que eran dos tipos enviados por Lalo Salamanca para matarlo. Y, sí, aquel episodio de BREAKING BAD se llamó «Better Call Saul». Gilligan y su gente no dejan pasar una…

La escena que los reúne –esto probablemente seguirá– es una que está elidida en la otra serie. Son los tres en el RV de Walter, con Saul dándose cuenta qué es lo que hacen allí y quiénes realmente son ellos dos. Luego –en una serie de secuencias distribuidas a lo largo del episodio–, aparecerá Mike para confirmar que el tal White es un profesor de química en una escuela y que tiene un cáncer muy avanzado. Y aquí sucede una rareza en el universo de ambas series: Mike se equivoca cuando le dice a Saul que no vale la pena hacer negocios con esta gente, que son poca cosa («un amateur y un methead«) en un mundo dominado por profesionales como Gustavo Fring y los narcos mexicanos. Bah, quizás, pensando en cómo terminó el asunto, no se equivocaba del todo…

Más allá de la excitación y la sonrisa que deja la reaparición de los protagonistas de BREAKING BAD, el grueso del episodio pasa por otro lado. De hecho, la presencia de ambos sirve para entender porqué el Gene actual (Jimmy/Saul en su etapa blanco y negro de Nebraska) se mete en nuevos problemas cuando parecía haberse sacado las ganas de hacer trampitas por sumas de dinero relativamente menores en el episodio pasado. Ya verán la serie de paralelos visuales y temáticos que el episodio traza entre un nuevo engaño de Gene –y sus dos colaboradores, que también regresan– y lo que pasó con Walter White en su momento.

Pero para los que nos quedamos más pendientes de lo que pasó entre él y Kim Wexler, aquí hay un evento más importante aún. La serie comienza siguiendo a Francesca, su asistente en la época de gloria de Saul Goodman. La mujer viaja con su auto a una cabina telefónica en el medio de la nada y habla con él. Ella recoge una pila de dólares que él le deja escondido y le cuenta que desde su «desaparición» la vienen siguiendo y que las autoridades se han quedado con todo el dinero que el tipo había depositado en cuentas bancarias offshore. Y eso lo frustra a Gene. Pero hay una noticia que lo deja intrigado: Francesca le dice que Kim llamó para saber si estaba vivo.

Y es ahí que le cambia la cara. Si bien el director Thomas Schnauz filma casi todo de lejos, tras vidrios y con el sonido tapado, es evidente que la noticia lo shockea. Y decide comunicarse con ella, que aparentemente está trabajando en un rubro muy distinto en Florida. Pero algo pasa en ese llamado –algo que no escuchamos ya que el ruido de camiones en la ruta tapa todo– que lo enoja, lo violenta y termina sacándolo de quicio. No se entiende si no lo quieren comunicar con ella, si Kim no lo quiere atender o qué cuernos, pero lo cierto es que Gene, como le pasó a Jimmy hace solo dos episodios, se quiebra. O vuelve a romperse. Y ya no puede seguir en ese rol de pasivo y discreto empleado de Cinnabon, por más sabrosos que sean los rolls de canela.

Y es así cómo, cuando parecía que había tenido suficiente con la estafa del episodio pasado, «regresa» Goodman, vuelve a convocar al taxista Jeff y a Buddy, su amigo, y comienza otro elaborado plan para «engañar giles» que, básicamente, consiste en hacerse amigo de hombres de negocios en bares (con ellos se hace llamar Victor, para complicar más estos resúmenes), emborracharlos y drogarlos, entrar a sus casas, copiar sus tarjetas y papeles importantes para luego quedarse con algunos dineros suyos. Se trata de una serie de robo de identidades narradas con la conocida eficacia para el montaje veloz de la serie, pero cuyos detalles en verdad no importan demasiado. El hecho importante es que nuestro antihéroe está metiéndose en problemas otra vez.

Es el último de esos «giles» el que complicará todo. Al ir metiéndolo en una de sus típicas trampas en un bar, Gene descubre que el hombre tiene cáncer. Sí, igual que Walter White. Y tras dudar un segundo decide seguir con el plan. El problema es que sus dos colaboradores –que son parte de la estrategia, uno llevando a las víctimas borrachas en taxi del bar a su casa, drogándolos en el recorrido y bloqueando la puerta de entrada; el otro entrando a las casas y sacando fotos a documentos, tarjetas y papeles– dudan de seguir con el plan al darse cuenta que el tipo está enfermo. Uno de ellos, Buddy, se va del todo y deja el asunto en medio de la noche. Y el otro, el taxista Jeff, acompaña a Gene, que lo reemplazará en el robo. Es evidente que será más complicado que los anteriores, pero el asunto queda ahí, sin resolución.

El episodio, como siempre, funciona a la perfección, con toda la elegancia y la precisión que estamos acostumbrados en el mundo de BETTER CALL SAUL. Y sus momentos clave están relacionados con las personas importantes del pasado del protagonista. Si bien la reaparición de Walter y Jesse parece más nostálgica y metafórica que otra cosa (hay un fundido encadenado entre una escena del pasado y una del presente que hace temer lo peor), es un placer volver a ver al equipo de BREAKING BAD reunido y con la misma química de antaño. Sí, están más grandes y es difícil disimularlo (se nota más que nada en Jesse y especialmente si uno se toma el trabajo de rever el Episodio 2.8 de BB cuando todos se conocen), pero se los extrañaba. Y lo mismo pasa con esa puerta abierta que la serie deja a una reaparición de Kim.

Es cierto que la nueva y elaborada trampa puede sentirse como un tanto repetitiva tras el episodio pasado –que tenía una estructura similar, incluyendo rápidos montajes y planes que parecen tardar meses en armarse– y la tensión que genera es un tanto liviana si se la compara con amenazas como las de Lalo Salamanca y con lo cómodo y tranquilo que parece sentirse Gene haciendo estas cosas. Pero a su estrategia se la nota al final no solo desesperada e inútil sino que más amoral de lo habitual, hasta para él mismo.

El cierre del episodio deja entrever que quizás un truco en apariencia menor puede ser fatal, ya que el plan puede salir mal por varios lados. Por un lado, la «víctima» se pudo haber despertado o el más violento modo de entrar a su casa descubierto. Y, por otro, sus propios socios pueden rebelarse contra él, incluyendo a la madre de Jeff, Marion, a quien vemos darse cuenta que algo está pasando en su garage. Convengamos que si llamaron a la mítica Carol Burnett para interpretarla seguramente algo más tendrá que hacer en esta historia que sonreír mientras mira videos de gatitos en una computadora.

¿Quién sabe? Quizás le llegue a Jimmy, Saul, Gene o Victor el momento de hacer un «Better Call Kim». O acabar desenmascarado por una leyenda de la televisión estadounidense. Una rara forma de justicia poética, que le dicen…