Festival de Venecia 2022: crítica de «Blanquita», de Fernando Guzzoni (Orizzonti)

Festival de Venecia 2022: crítica de «Blanquita», de Fernando Guzzoni (Orizzonti)

por - cine, Críticas, Festivales
05 Sep, 2022 09:03 | Sin comentarios

La nueva película del realizador de «Carne de perro» se basa en un caso real para contar la historia de una adolescente de un orfanato que denuncia a un senador chileno de pedofilia. Con Laura López, Alejandro Goic y Amparo Noguera, entre otros.

El realizador chileno de CARNE DE PERRO y JESUS regresa con otro denso y oscuro retrato de las vidas en los márgenes más desfavorecidos de su país, partiendo esta vez de un caso real y centrándose en una de las protagonistas de esta historia, cuyo nombre le da título a la película. El hecho real se conoció en Chile en los años 2003 y 2004 como el Caso Spiniak (acá hay información del tema, contiene spoilers), una investigación que se hizo acerca de un famoso empresario que fue detenido por su sospechada participación en una red de pedofilia que involucraba también a varios políticos de la derecha, entre ellos algunos senadores. Pero además de tomarse ciertas libertades respecto al caso y a la época, Guzzoni elige centrarse en la historia de una de las denunciantes, llamada en la ficción Blanca, y del sacerdote que la ayudó en su presentación.

Blanca (Laura López) pasó buena parte de su adolescencia refugiada en un orfanato manejado por el cura Manuel (Alejandro Goic). Estando allí tiempo después, otro chico de los que viven en el lugar tiene una crisis y le cuenta que fue abusado y violado repetidas veces en fiestas privadas por un senador nacional, alguien que ya estaba siendo sospechado por una colega suya (Amparo Noguera) en el Congreso. Pero Carlo (Ariel Grandon) es un chico con problemas psiquiátricos importantes cuyo testimonio sería fácilmente puesto en cuestión por abogados y especialistas (o al menos eso es lo que le dice un psiquiatra al sacerdote tras hacerle un estudio), por lo que no puede presentarse en un juicio. Blanca, en cambio, sí. Y las detalladas experiencias que dice haber tenido en esos eventos serán las que servirán como evidencias para denunciar al senador en cuestión.

Ese es el punto de partida para una película que, en realidad, intenta hacer un retrato más completo de la protagonista, de su vida, su joven maternidad, sus complicadas relaciones de pareja, sus experiencias viviendo en el orfanato y en la calle. El caso –que consiste en denuncias privadas, conversaciones con abogados de una y otra parte, careos con los acusados que niegan conocerla y una controvertida entrevista televisiva que llamó la atención nacional sobre la acusación contra el senador– correrá en paralelo, demostrando que más allá de las dudas que genera el testimonio de Blanca, el sistema político, empresarial y mediático chileno no está dispuesto a que esas acusaciones tengan algún tipo de peso ni que se condene a nadie realmente importante.

El otro eje de BLANQUITA pasará por la relación entre la chica y el padre Manuel, un hombre severo pero comprometido que decide enfrentarse a otro enemigo fuerte que es la cúpula de la Iglesia, que tampoco está dispuesta a romper sus lazos y relaciones con el poder político acusando a un senador. En una escena un tanto didáctica del film, entendemos claramente cuáles son los desafíos y problemas a los que se enfrenta el sacerdote si se atreve a meterse con los pesos pesado de la Iglesia chilena. Y la decisión que tiene que tomar al respecto.

Como en sus anteriores películas, Guzzoni vuelve a optar por un registro oscuro, grave, entre sombras, con un tempo pausado pero atrapante y en escenarios en los que no parece jamás salir la luz del sol. Blanca es una chica intensa, dispuesta a desafiar a todo el mundo (la película trae el caso a la actualidad y la ubica en el centro de las protestas feministas de 2019 en Chile, además de usar a las redes sociales como parte de la trama), pero su situación es complicada desde el arranque. Y esa ambigüedad es lo más rico e interesante de la película, ya que el espectador sospecha que, en paralelo, Blanca tiene razón y quizás no está diciendo toda la verdad.

BLANQUITA así se convierte en un interesante aporte a las discusiones sobre violencia de género, abuso infantil e impunidad política. Al crear un personaje con matices un tanto complicados, Guzzoni evita la interpretación más simplista y obvia, la «película denuncia» previsible y la convierte en algo moralmente más gris pero, de todas maneras, bastante potente. Es una película que deja en claro que la justicia se preocupa más por desacreditar a los acusadores que por investigar a los acusados. Especialmente si esos acusados son los dueños del poder real.