Estrenos online: crítica de «El ángel de la muerte», de Tobias Lindholm (Netflix)

Estrenos online: crítica de «El ángel de la muerte», de Tobias Lindholm (Netflix)

Este drama con toques policíacos se centra en la relación entre dos enfermeros de una clínica privada, uno de los cuales oculta algunos oscuros secretos. Con Eddie Redmayne y Jessica Chastain. Estrena Netflixel 26 de octubre.

Basado en un caso real cuyos detalles quizás sea mejor no revelar para no spoilear las potenciales sorpresas de la película, EL ANGEL DE LA MUERTE apuesta más por el drama personal que por el policial de «asesino en serie» o el intento de hacer un análisis psicológico de un criminal. Es un caso espeluznante pero está contado más desde el enigma y la tensión interpersonal que desde la espectacularidad visual o el suspenso.

Es que, en realidad, pese a la traducción al castellano, el título original hace referencia al otro personaje de la trama, a THE GOOD NURSE que encarna Jessica Chastain. Si bien en inglés el título puede prestarse a la ambigüedad (el «nurse» no tiene género, es «enfermero» y/o «enfermera»), es claro en la película que, más allá de sutilezas interpretativas, se refiere a Amy Loughren, la enfermera que estuvo involucrada con el caso de un colega suyo llamado Charles Cullen (Eddie Redmayne), cuya aparente amabilidad escondía algunos secretos.

No es spoiler revelar eso porque la película arranca así, en 1996, mostrando cómo una paciente muere sorpresivamente en un hospital mientras la cámara se acerca cada vez más al aparentemente inocente rostro del tal Cullen, un enfermero del lugar. Años después (la acción principal transcurre en 2003), Cullen consigue trabajo en otra clínica de la zona, en la que trabaja Amy, una mujer divorciada, con dos hijas, muy amable y tierna con sus muy enfermos pacientes.

Amy y Charles se hacen rápidamente amigos. Ella tiene un problema cardíaco que oculta a las autoridades porque necesita haber pasado más tiempo trabajando en esa clínica para que le corra el plan médico (los gastos de pagar todos sus estudios de manera privada, queda claro de entrada, son exorbitantes, parte del subtexto que la película del director sueco maneja sobre el prohibitivo sistema de salud en los Estados Unidos), pero Cullen se da cuenta del problema y se ofrece a ayudarla con su familia, a cubrirla en cosas de trabajo y hasta con las autoridades. El hombre viene de una separación complicada –o eso dice–, no puede ver a sus hijas y de algún modo se vuelve un compañero de ruta de la atribulada Amy.

Pero un día muere una paciente en la clínica de manera sorpresiva. Es una mujer anciana, pero ciertos hallazgos ligados a los medicamentos que recibió parecen un tanto extraños. Las autoridades del hospital convocan a la policía, pero ya pasaron varias semanas, el cadáver fue cremado y no ofrecen demasiadas opciones para resolver el enigma. Parecen querer, simplemente, cubrirse las espaldas. Pero dos detectives (Noah Emmerich y Nnamdi Asomugha) sospechan que algo raro se oculta ahí –la información que reciben de las clínicas es siempre mínima– y se ponen a investigar sin apoyo de su propio jefe siquiera.

Pero EL ANGEL DE LA MUERTE no pone el acento del todo en el costado policial, si bien utiliza su estructura para hacer crecer en términos dramáticos a una película que, durante buena parte de su tiempo, puede ser vista más como un estudio sobre la relación entre estos dos enfermeros. Los dos parecen nobles y sacrificados, pero uno de los dos guarda algún tipo de secreto. El realizador sueco de A WAR y A HIJACKING –además de algunos capítulos de MINDHUNTER— no intenta tampoco develar los motivos de las acciones de Cullen sino acercarse a él desde la mirada de Loughren, primero amistosa, luego extrañada y sorprendida por lo que empieza a descubrir.

La historia, contada en el libro de no ficción THE GOOD NURSE, es escalofriante por donde se la mire, pero la película opta por escaparle a los clichés de ese tipo de relato. Hay suspenso, sí, pero da la impresión que Lindholm quiere huir de lo que se suele hacer: ver el modus operandi del criminal, analizar sus traumas psicológicos o meterse en la urgencia más nerviosa de los intentos por atraparlo. Casi nada de eso está acá. Al poner el eje en la verdadera «buena enfermera» hace una elección también política: el sistema de salud puede tener personajes problemáticos como Charles y oscuras instituciones protegidas por las autoridades y que solo piensan en el dinero como las clínicas privadas en las que él trabajó, pero también cuenta con gente como Amy, dispuestas a tomarse su labor con la dedicación y responsabilidad que amerita.

Es cierto que la elección humanista para acercarse al tema le quita algo de la tensión y los nervios del tipo de thriller que muchos esperarían ver en algo llamado EL ANGEL DE LA MUERTE. Pero la película igual tiene algo de eso –los intentos de captura, después de todo, incluyen técnicas típicas del género–, solo que enfocado más en los personajes que en las peripecias, más ocupado en sus comportamientos y su relación que en la mecánica de un caso que además muchos conocen en detalle.

Y al tener dos actores ganadores del Oscar como protagonistas también se entiende que Lindholm haya ido más por el lado del «producto prestigioso» que por el thriller sobre «el enfermero asesino» más tipo película Clase B. Hay muchas versiones posibles de esta película –se podría hacer una miniserie también, tranquilamente–, pero esta opción funciona. Sin grandilocuencia ni espectacularidad, sino centrándose en esos personajes e instituciones siniestras que, a veces, se ocultan en la vida cotidiana y nos rodean sin que nos demos cuenta.