Estrenos online: crítica de «El teléfono del señor Harrigan», de John Lee Hancock (Netflix)
Un adolescente y un anciano se conectan «desde el más allá» a través de un celular que, misteriosamente, le cumple al protagonista sus deseos más oscuros. Con Jaeden Martell y Donald Sutherland. Estreno del 5 de octubre en Netflix.
Más cerca en tono a sus historias sobre la adolescencia con un leve aire misterioso y sobrenatural que a sus relatos más puramente fantásticos, esta adaptación al cine de un cuento de Stephen King tiene una ingeniosa premisa y un carismático protagonista pero nunca termina de funcionar del todo bien. Es uno de esos coming of age típicos de la literatura de King en los que un personaje tiene que lidiar con ciertos traumas de la infancia y adolescencia pero a diferencia de CUENTA CONMIGO o la propia IT no termina por redondearse aquí una historia del todo efectiva ni bien estructurada, al menos en su versión cinematográfica.
El punto de partida es clásico. Estamos en 2003 en un pueblito de Maine tan pequeño que no tiene siquiera una escuela secundaria. El protagonista es Craig, un chico (interpretado de niño por Colin O’Brien y de adolescente por Jaeden Martell, ya un «veterano» de la factoría King tras su rol en los dos episodios de IT) que vive con su padre (Joe Tippett), un hombre abatido por la reciente muerte de su esposa que trata de mantenerse fuerte por su hijo. El pequeño, por su parte, prefiere no tener que lidiar con la muerte de su madre.
En el pueblo vecino al que viven se ha radicado un tal Harrigan (Donald Sutherland), un multimillonario de mala fama y muy solitario. Como está perdiendo la vista, el tipo le da a Craig la «tarea» de leerle famosas novelas tres veces por semana por una módica paga y algunos regalos. Pasado un tiempo, Craig (ya encarnado por Martell) entra en la escuela secundaria y, para impresionar a una chica que le gusta, se obsesiona con tener un iPhone. Su padre se lo regala y, vueltas mediante, pronto empezará a conectarse con Harrigan mediante el teléfono.
Harrigan mira el aparato con desconfianza –de hecho tira unas líneas que adelantan el futuro de lo que pasará con su uso y abuso económico y político–, pero pronto se engancha con los beneficios financieros que puede sacar gracias a él hasta volverse casi adicto. El asunto se volverá un tanto más misterioso cuando, tras su muerte, el teléfono que este extraño hombre literalmente se llevó a la tumba, siga funcionando como si estuviera vivo. Y, de algún modo truculento, conectado a los deseos más oscuros de Craig.
Si bien se basa en un cuento, hay material en EL TELEFONO DEL SR. HARRIGAN para una miniserie, tantos son los hechos y personajes aquí desparramados a lo largo del tiempo. La primera mitad del film, centrada en la presentación del personaje, su situación y la relación que establece con el anciano, está narrada de modo calmo pero con buen pulso y sutilieza. Pero Hancock –un correcto cineasta con instintos clásicos, como lo ha probado en UN SUEÑO POSIBLE, HAMBRE DE PODER, EL SUEÑO DE WALT y otras– parece hacer de ahí en adelante una suerte de «toco y me voy» entre los distintos episodios que van teniendo lugar una vez que la premisa fantástica aparece.
Da la impresión que es una película que fue severamente cortada en algún momento de la edición (los productores son Ryan Murphy, Jason Blum y el propio King) o que nadie se terminó por decidir si seguir la pista macabra de los acontecimientos que rodean a Craig y al misterioso enlace telefónico o centrarse más en la historia personal del chico, pero lo cierto es que el film se queda a mitad de camino entre sus distintos recorridos posibles, sin explorar del todo bien ninguno de ellos.
No se trata de un film de terror per se –hay algunos acontecimientos cruentos pero de mínima truculencia– sino de un drama con algunos elementos fantásticos puestos más que nada a modo de metáfora de la evolución de Craig desde la infancia a la universidad, con esas curiosas figuras adultas que le marcan de modo muy distinto el camino a seguir: su esforzado aunque deprimido padre, su enigmático «mentor» y su madre ausente. Y es ese, más que cualquier otro, el recorrido que debe hacer el protagonista.
En ese sentido es curiosa la manera en la que Hancock presenta a Harrigan. Se trata de un personaje que bien podría estar caracterizado (en presencia o in absentia) como un villano, pero no llega a serlo del todo, o tiene las suficientes ambigüedades como para escaparle a ese lugar. De hecho, las más lúcidas reflexiones sobre el lugar macabro que ocuparán los teléfonos e internet en la vida de muchas personas, salen de su boca. Y son ideas que, cualquiera que haya leído tuits del propio King, sabe que el autor hace suyas también. Quizás haya una reflexión un tanto más compleja aquí sobre el rol que los celulares, los algoritmos y las fake news tienen en la vida actual, pero la historia en sí no logra sostenerla de una manera creíble. Son anécdotas e ideas sueltas en una película que nunca se encuentra del todo a sí misma.