Estrenos online: crítica de «The Viewing», de Panos Cosmatos (Netflix)

Estrenos online: crítica de «The Viewing», de Panos Cosmatos (Netflix)

Este episodio (el séptimo) de la saga «El gabinete de curiosidades» de Guillermo del Toro, es un extravagante trip psicodélico que transcurre en la mansión de un millonario que reúne a cuatro famosos especialistas a observar un misterioso objeto que adquirió. En Netflix.

Nota: tomando en cuenta que la serie GABINETE DE CURIOSIDADES, coordinada y comandada por Guillermo del Toro, se compone de ocho episodios independientes dirigidos por realizadores reconocidos, escribiré aquí sobre ellos (no necesariamente sobre todos ni respetando el orden en el que aparecen en la antología) como lo que son, películas breves –pero películas al fin– individuales y separadas entre sí.

Los que descubrieron a Panos Cosmatos gracias a la participación de Nicolas Cage en ese asombroso delirio que era MANDY saben que el director no se ajusta a estilos ni a formatos conocidos, que su modo de entender el cine es absolutamente propio, por más influencias y conexiones que se le puedan encontrar a sus películas. Y en su incursión en Netflix, gracias a la convocatoria de Guillermo del Toro, el realizador no modifica ni altera para nada su forma de entender el cine. No solo el terror sino lo cinematográfico como una particular vibración formal, estética, casi física.

La trama de THE VIEWING (o LA INSPECCION, como se la tradujo al castellano), que dura 56 minutos apenas, no puede ser más obvia ni trillada: un multimillonario recluso invita a un diverso grupo de personas a su mansión con un objetivo secreto que se develará allí. Nada nuevo por aquí: cientos de películas se han hecho con premisas similares. La diferencia es que ninguna de ellas la dirigió Cosmatos. Al hombre, convengamos, le importa poco y nada la trama. Lo que intenta es ir metiendo al espectador en un clima extrañado, mágico, lisérgico, raro, tenebroso y sí, finalmente, bastante terrorífico, pero eso ocupará apenas una parte –la más impactante, claro está– de esta suerte de «meeting of the minds».

En un garage, en 1979, se encuentran cuatro personas que han recibido una curiosa invitación. Ellos son el exitoso productor musical Randall Roth (el comediante Eric André), el psíquico especialista en lo paranormal Targ Reinhhard (Michael Therriault), el célebre escritor de best sellers Guy Landon (Steve Agee) y la científica Carlotte Yie (Charlyne Yi). Lo que tienen en común es que han sido algunas veces invitados a talk shows y son reconocidos en sus campos. Allí los espera un tal Héctor en un auto, quien los lleva a la mansión como si fueran a toparse con Charlie y su fábrica de chocolates.

La mansión, claro, es un delirio arquitectónico futurista que, filmado con los saturados colores y los difusos focos fílmicos de Cosmatos parece algo así como un set de una película de Dario Argento rodeado de algún tipo de bosque, algo que se acrecienta en función de la música electrónica de sintetizadores (cortesía de Daniel Lopatin) que se escucha no solo en la banda sonora sino en la propia casa.

Allá los recibe el billonario en cuestión, un tal Lionel Lassiter (el gran Peter Weller, décadas después de ROBOCOP), que tiene una doctora particular llamada Zahara (Sofia Boutella) que lo inyecta con distintas drogas intravenosas con curiosas propiedades. Y gran parte del tiempo de THE VIEWING se irá en la rara serie de conversaciones que Lassiter irá teniendo con sus invitados en las cuales irá inquiriendo sobre sus vidas y, a la vez, les proveerá de sus bebidas y drogas favoritas, todas de excelsa calidad.

¿Para qué los ha reunido allí? ¿Para que vean qué cosa? Bueno, eso se revelará en el último tercio de THE VIEWING, una secuencia de horror casi «cronenberguiana» que curiosamente se siente demasiado breve, como el inicio de algo que podría extenderse más y más. De hecho, se podría pensar en la película como una suerte de «historia del origen» de, bueno, de algo que aparece una vez que los cuatro huéspedes y los dos anfitriones se conectan con eso que Lassiter prometió mostrarles. Revelar más es innecesario, pero me da la impresión que esto es el principio de algo que continuará.

THE VIEWING (el séptimo episodio de los ocho que integran EL GABINETE DE CURIOSIDADES) podría ser vista como una inteligente y sutil manera de filmar, con una duración que es apenas superior a la de un corto, una de esas origin stories que suelen extenderse innecesariamente en decenas de películas de género. Pero uno tiene la sensación que Cosmatos no piensa en esos términos. O al menos no es lo que más le importa. Gran parte de la película pasa por ir metiendo al espectador en el clima en el que esas seis personas se van conectando (se recomienda ver la película de noche y con todas las luces apagadas), en darse cuenta porqué fueron elegidos y en notar cómo esos consumos los van llevando a un estado mental que la película «empata» en términos estéticos, llevando a que los propios escenarios y la música vayan deformándose en función del trip de los protagonistas.

Cosmatos no tiene apuro –sus películas se caracterizan por una oscura morosidad lo-fi–, sus diálogos parecen escritos vía Google Translate y sus personajes tienen la ampulosidad caricaturesca de las películas de género clase B europeas de los ’70. Sin ser estrictamente un homenaje, el realizador de BEYOND THE BLACK RAINBOW parece convocar a los fantasmas de ese tipo de cine (que sea italiano-canadiense parece la mejor justificación para el combo Argento-Cronenberg que se cita aquí, aunque uno podría sumar a muchos otros referentes) y a toda una época del horror a partir del tono y el tipo de vibración que produce su manera de filmar.

La historia, al menos hasta su último tercio, es lo de menos. Los personajes son bastante prototípicos, lo mismo que sus problemas y sus conflictos internos. Y no hay tiempo tampoco de desarrollarlos mucho más. A Cosmatos lo que le interesa es el trip por sí mismo, el viaje al que invita al espectador, como si fuera uno más de los invitados. De hecho, cuando Weller mira a cámara para anunciarle a sus huéspedes qué es lo que les quiere mostrar, es claro que está hablándonos también a nosotros. Claro, el espectador probablemente no haya consumido las mismas cosas que los protagonistas, pero sí ha sido seducido, embriagado (drogado, si se quiere) por el poder lisérgico de su cine.