Series: crítica de «Los entresijos de la FIFA”, de Daniel Gordon (Netflix)

Series: crítica de «Los entresijos de la FIFA”, de Daniel Gordon (Netflix)

Esta serie se centra en la historia de la FIFA, la Federación Internacional de Fútbol, y en especial en los escándalos de corrupción que se conocieron durante las últimas décadas, incluyendo la organización del Mundial de Qatar.

El fútbol –especialmente los mundiales– tienen esa capacidad de dominar la escena de tal manera que muchos de los que los seguimos tendemos a pasar por alto lo que los rodea. Todos sabemos que el fútbol profesional está lleno de bolsones de corrupción y que la FIFA acaso sea la organización más notable en ese aspecto –incluyendo en ella a las confederaciones continentales que la integran–, pero funcionamos mediante la negación, «fingimos demencia». Queremos ver el Mundial, queremos que nuestro equipo gane o llegue lo más lejos posible y tendemos a hacernos un poco los tontos con todo lo que, sabemos, pasa alrededor.

LOS ENTRESIJOS DE LA FIFA (título un tanto raro para traducir FIFA UNCOVERED) pone en evidencia esa doble vara. Uno puede ver sus explosivos cuatro episodios en pleno inicio de la Copa del Mundo y por más asqueado que termine al hacerlo –por sus revelaciones de corrupción para organizar los mundiales, los dineros de las ventas de derechos usados para ganar votos, los trabajadores que murieron en las obras de construcción de Qatar y las denuncias de organizaciones de derechos humanos– difícilmente deje de mirar los partidos.

Y eso, de algún modo, es lo que permite que la FIFA siga funcionando como lo viene haciendo desde hace décadas. Aquí, en el breve repaso de la historia de la organización que incluye la larga presidencia del brasileño Joao Havelange, la serie se detiene en un momento que considera clave para entender a la organización hoy: el Mundial ’78, en Argentina. Allí queda claro que los intereses económicos y políticos –lo que llaman sportswashing— se priorizan a lo estrictamente deportivo. Y eso es algo que se volverá moneda corriente con Sepp Blatter, el siguiente presidente de la organización, especialmente en la sospechosa manera en la que FIFA le dio los mundiales de 2018 y 2022 a Rusia y a Qatar, respectivamente.

Pero todo eso está, además, envuelto en océanos de corrupción constante que, para peor, son disfrazados de «beneficencia». Dicho de otro modo: los dineros que la FIFA distribuye a dirigentes en el mundo se hacen supuestamente para ayudar a esos países en cuestiones de infraestructura deportiva o planes educativos pero todos terminan en los bolsillos de los propios dirigentes. Y si bien Blatter y los suyos se «lavan las manos» respecto a esa corrupción, es claro que es una parte implícita del acuerdo que les permite seguir en el poder.

Tomando como eje las detenciones que se hicieron en 2015 por parte del FBI –y que incluyen a varios argentinos, aunque la serie no se ocupa de ellos ni de la CONMEBOL sino que pone el ojo principalmente en la CONCACAF, en Africa y, dentro de Asia, en Qatar–, FIFA UNCOVERED va analizando cómo el concepto supuestamente democrático de la organización, que lleva a que «coimeando» a los dirigentes africanos y a buena parte de América Central se logren buena parte de los votos necesarios para ganar lo que sea, fue deformándose hasta convertirse en un vale todo de la corrupción, incluyendo allí también al Mundial de Sudáfrica.

El cambio central que se da en FIFA está ligado, además, a la aparición de un enorme caudal de dinero a partir de sponsors (Coca-Cola fue la primera en inyectar millones en la asociación) y de la venta de derechos para la televisión y otros medios de los Mundiales y de otros torneos que organizan, algo que empezó a crecer en los ’80. Y la serie incluye la turbia relación de la asociación con ILS (International Sport and Leisure), una empresa creada por los dueños de Adidas, que se dedicaba a pagarle a la FIFA por esos derechos para luego comercializarlos, vendiéndoselos a distintos medios en todo el mundo. Los millones de la venta de derechos terminaron por generar una torta tan grande que nadie quería quedarse sin su importante porción.

El documental corre el riesgo de pintar a las asociaciones de esos continentes de una manera un tanto «bananera». Con testimonios del propio Blatter y de varios de los jerarcas de la FIFA de esas décadas, por momentos se describe a personajes como Jack Warner –jefe de la CONCACAF, de Trinidad y Tobago– o algunos representantes cataríes y sudafricanos de un modo un tanto patético y condescendiente. Pero el documental deja en evidencia que todo estaba orquestado y se hacía a sabiendas de Blatter y de los otros miembros de la más exclusiva comisión directiva –que incluye a Michel Platini y, aunque no se lo menciona, uno ve ahí repetidamente a Julio Grondona–, quienes también tenían sus propios chanchullos, aunque quizás no tan coloridos como los de sus pares de otros continentes.

Todo esto –mucho es conocido por la difusión que se le dio en su momento– no tiene un final necesariamente feliz. Pese a que hoy quedan pocos de los que estaban en la comisión cuando se aceptaron las propuestas de Rusia y Qatar para los mundiales de 2018 y 2022, los eventos se hicieron y las dudas no hacen más que acumularse. Escuchando a Gianni Infantino –el actual presidente de FIFA– hablar, uno no tiene tampoco la impresión que las cosas estén mejorando o hayan cambiado mucho. Sigue habiendo demasiado dinero circulando –cada vez más, de hecho– y todos los involucrados saben que, a fin de cuentas, la gran mayoría de la gente prefiere mirar para otro lado y que el circo siga girando.