Series: crítica de «Slow Horses – Temporada 2», de Will Smith y Jeremy Lovering (Apple TV+)
La segunda temporada de esta serie británica de espías tiene a los protagonistas persiguiendo una intrigante conexión con agentes rusos que viene desde la época de la Guerra Fría. Con Gary Oldman, Jack Lowden y Kristin Scott-Thomas. Estrena el 1 de diciembre en Apple TV+.
Quizás por la poca penetración en el mercado que tiene la plataforma de Apple TV en la Argentina –imagino que es igual en varios países–, series como SLOW HORSES no han tenido su merecida repercusión. Ha pasado ya con varios de los productos que lanza la compañía: a falta de suscriptores, la gente va descubriendo las series con el tiempo, mediante diversos métodos y a partir de las recomendaciones ajenas. ¿Casos más conocidos? TED LASSO, sin ir más lejos. O SEVERANCE, acaso una de las mejores series de los últimos tiempos.
Quiero acá dejar constancia de algo más que se están perdiendo y que no deberían. No acostumbro a escribir críticas a modo de recomendación hecha y derecha, pero en este caso voy a hacerlo porque de otro modo quizás les pase inadvertido su estreno. Si les gustan las películas, novelas y buenas series de espionaje, especialmente esas que están más centradas en la creación de buenos personajes y una fuerte intriga más que en escenas de acción y espectacularidad visual, no pueden dejar de ver SLOW HORSES. Si disfrutan de una buena novela –o adaptación al cine– de John Le Carré, Graham Greene y compañía, esta versión serial de las novelas de Mick Herron son su próxima adicción. Si me equivoco, enójense conmigo en los comentarios.
La primera temporada se estrenó apenas ocho meses atrás, en abril, y ya está disponible la segunda. Si no vieron nada, bien pueden hacer un dos por uno ya que se trata de temporadas breves (solo seis episodios de 45-50 minutos) que jamás llegan a cansar. Los pormenores de qué es la «Slough House», lugar que sirve para el juego de palabras que da título a la serie, lo podrán encontrar en la crítica que aquí escribí de la primera temporada. Al verla conocerán más detalles de quiénes son, qué hacen y cuál es la historia de los integrantes de esa especie de «Siberia» para agentes y espías británicos que han cometido algún error importante y que han sido enviados allí a hacer tareas menores y a soportar a su extravagante jefe. La segunda temporada asume que todos saben quienes son esos agentes y cómo trabajan. Y si bien se puede entender sin ver la primera, no creo que sea lo mejor.
Básicamente porque la primera funciona como carta de presentación de la «estrella» de esta trama que es Jackson Lamb, una interpretación de Gary Oldman que merecería el Emmy en su categoría. Se trata de un tipo alcohólico, un tanto sucio (su mal aliento y sus gases son famosos), bastante maltratador y agresivo, pero siempre con un humor británico seco y áspero que impide que uno se enoje con él. Es el antihéroe de esta serie y su rol es aún más central en la segunda temporada, basada en DEAD LIONS, segunda novela de la serie SLOW HORSES que incluye una decena de libros. Aquí –a diferencia de la más compartida primera temporada– la serie es, claramente, el show de Lamb.
Todo se inicia con otra escena inicial ingeniosa (la de la primera temporada era igual, aunque más espectacular) y que se desarrolla sin diálogos por varios minutos en los que seguimos a un veterano hombre seguir a otro con aspecto sospechoso en un viaje en tren y en bus a través de Londres y las afueras de la ciudad. Al final, el perseguidor cae muerto de la nada (parece un ataque cardíaco, pero…) y deja escondido su celular en un rincón del bus en cuestión. El que va a buscarlo y lo encuentra es Lamb. Y una palabra que dice ahí («cicadas«) le sirve como pista inicial para desentrañar el largo y complicado hilo de espionaje entre la ex Unión Soviética y Gran Bretaña antes, durante y después de la Caída del Muro de Berlín.
Las «cicadas» son, en teoría, un mito. Organizadas en torno a una figura legendaria y desconocida (una especie de personaje tipo Keyser Soze, de LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE) serían una red de lo que se conoce como «sleeper agents», espías rusos que están en Gran Bretaña sin ninguna misión por décadas y décadas pero que en cualquier momento pueden ser llamados a la acción, sorprendiendo a todos. Y eso, quizás, es lo que empieza a pasar aquí, ya que la escena inicial entre los dos sexagenarios hombres incluye flashbacks al pasado. ¿Será que se ha despertado una célula espía dormida en Londres? ¿Para qué? ¿Y qué papel tiene el propio Lamb en todo esto?
Ese «disparador» se combinará con muchos otros, quizás demasiados, que obligan a seguir con detalle los intrincados recorridos, traiciones, dobles traiciones, pistas, falsas pistas y otras delicias del género. Aquí hay, a diferencia de otros clásicos del género, un elemento que funciona a la perfección: el humor. Lamb es gracioso de por sí, pero el guión de Smith y de sus colaboradores incluye momentos divertidos en casi todas las demás escenas, aún las de muchísima tensión. SLOW HORSES es una rara serie que es capaz de meter una brutal muerte de un personaje querible en medio de una escena cómica y logra hacerlo funcionar por fuera de esa ironía «tarantinesca» de moda. Sí, es gracioso lo que sucede, pero la muerte es a la vez dolorosa y no «parte del chiste».
Habrá espías rusos jóvenes y viejos –espías, oligarcas, matones, etcétera–, viajes al campo, seguimientos online, persecuciones callejeras, trampas y muertes inesperadas en una trama cuyo único defecto, quizás, sea optar en los últimos episodios por un formato más cercano al del cine de suspenso y acción, algo que claramente no necesita. De todos modos, ya verán cómo, aún las escenas de acción están «intervenidas» por los juegos de poder que existen entre rusos y británicos desde las épocas de la Guerra Fría. Y si algo más le falta a la temporada es una mayor presencia de los otros grandes nombres del elenco, Kristin Scott Thomas y Jonathan Pryce, que aparecen menos de lo deseado en sus roles clave de jefa actual y ex jefe del MI5.
Pero SLOW HORSES tiene un encantador grupo de espías protagonistas que excede a Jackson Lamb y a sus peculiaridades. El principal es River Cartwright (Jack Lowden), que lleva adelante una de las líneas de investigación del relato, la aparentemente más peligrosa. A él se le suman Catherine Standish (una irreconocible Saskia Reeves), como una tímida y conflictuada agente/asistente con un pasado alcohólico; Roddy Ho (Christopher Chung), un hacker desafectado al que nada parece importarle; la dupla de Louisa Guy (Rosalind Eleazar) y Min Harper (Dustin Demri-Burns), una pareja que se mete en el medio de una situación compleja, y el irritante James Webb (Freddie Fox), un agente del MI5 que desprecia a los relegados de la «Slough House».
Pero más allá que algún espectador se pierda en la intrincada trama (¿quién no se pierde, al menos un poco, en las novelas de espionaje?), SLOW HORSES es una fantástica actualización del género, tirando líneas al pasado pero manteniendo una mirada muy actual. Pese a sus estilizados modos ligados al formato «serie de espías», lo que se logra acá (Lovering dirigió todos sus episodios) es transmitir una fuerte sensación de lugar y momento. Es una serie británica que presenta a una Londres moderna, multicultural y caótica, mezcla de su pasado imperial y sus nuevas formas y costumbres. Jackson Lamb podrá parecer un dinosaurio de la Guerra Fría –el clásico sabueso talentoso pero autodestructivo– y su constante choque con los nuevos modos de trabajar hace que la serie, pese a su intensidad dramática y sorpresivas muertes, nunca deje de ser graciosa.
Diego, ¿por qué se da esa falta de sincro tan evidente entre voces y movimientos de las bocas? ¿No podrían haber grabado con micrófonos in situ? Entiendo que doblen las voces pero acá se hace bastante notorio… y no siempre natural. ¿Siempre se trabaja de la misma manera? Lo notaba en series de «antes», pero con los microfoneos de los ’90 para acá no tanto… y en Slow Horses se ve otra vez (y en varias series actuales). Creo que eso desmerece el producto final. Por otro lado, el constante recurso del chiste escatológico será muy gracioso para los ingleses pero cansa un poco. Espero no molestar con estos señalamientos.