Series: reseña de «Makanai: la cocinera de las maiko – Episodios 1-4», de Hirokazu Kore-eda (Netflix)
Esta serie dirigida por el premiado realizador japonés de «Somos una familia» se centra en dos amigas que van a Kyoto a entrenar en una escuela para futuras geishas. En Netflix.
El japonés Hirokazu Kore-eda quizás no tenga la fama de otros realizadores asiáticos contemporáneos a él porque el tipo de cine que hace –dramas familiares, muchos de ellos calmos y reposados– no es el que despierta pasiones en las redes sociales. Pero tengo pocas dudas que es un mejor cineasta que la mayoría de sus colegas con más «prensa». Palma de Oro en Cannes y nominación al Oscar por SHOPLIFTERS/SOMOS UNA FAMILIA, Premio del Jurado en ese festival por DE TAL PADRE, TAL HIJO, además de incontables premios y nominaciones son apenas un reflejo de la enorme influencia que el realizador de NADIE SABE ha tenido a lo largo de una carrera que se extiende ya por más de 25 años.
En paralelo, Kore-eda ha mantenido una larga relación con la televisión japonesa, haciendo algunas series. Y ahora ha llegado a Netflix, que estrenó MAKANAI: LA COCINERA DE LAS MAIKO, su primera producción para esa plataforma. Basada en un manga centrado en la historia de una makanai, una cocinera que se dedica a preparar la comida en una casa en la que se prepara a futuras geishas, la serie es un retrato de esa cultura tradicional y específica de Kyoto, combinando las costumbres y hábitos de esa particular educación con un claro y evidente gusto por los placeres de la comida.
Si bien trabaja con temas muy similares a los de sus películas –las familias sustitutas y ensambladas, las jóvenes adolescentes como protagonistas y mundos insulares que generan misterio y curiosidad–, MAKANAI se presenta como un producto más amable y liviano, menos conflictivo en las apariencias y más cercano a una comedia familiar, con todos sus ingredientes clásicos solo que en una versión específicamente japonesa, llena de referencias culturales, sociales y culinarias locales.
La protagonista es Kiyo (Nana Mori), una chica de 16 años que deja su casa en Aomori junto a su amiga de toda la vida Sumire (Natsuki Deguchi) para irse a Kyoto a estudiar como maiko, que es la primera «etapa» de lo que luego será una geiko, profesional en este muchas veces malentendido arte de las llamadas geishas, cuyas labores consisten en entretener en fiestas, reuniones o banquetes usualmente masculinos. Más allá de las sutilezas y confusiones de esta labor, lo que MAKANAI muestra es una escuela en la que un grupo de jóvenes aprende y estudia un arte para la vestimenta, el peinado, los modales y la conversación que luego utilizan al ser contratadas casi como si fueran animadoras de fiestas, solo que de adultos en lugar de niños.
En Kyoto, especialmente, esa cultura ancestral es tomada muy en serio, y la casa a la que llegan combina amabilidad de las llamadas «madres» y «hermanas» pero también obligaciones y compromisos constantes. Y rápidamente las mayores se dan cuenta que Kiyo no está preparada para ser maiko, pero sí su amiga Sumire. Angustiada y a punto de volverse a vivir con su abuela, la chica demuestra un poco por casualidad que su talento para la cocina puede servirle al grupo de manera fija, estable, por lo que sigue viviendo allí ya no como aspirante a maiko sino como makanai, encargada de cocinar para la decena de mujeres que viven y/o trabajan allí.
Es claro el amor que Kiyo tiene por la comida, algo que la cámara de Kore-eda (y de los otros directores encargados de algunos episodios, ya que no todos los dirige él) captura con fascinación. Si la serie provocará algo en los espectadores es ganas de buscar restaurantes japoneses cercanos y salir a cenar a alguno de ellos. Son tantos y tan específicos los platos, preparados y servidos con tanto cariño, con productos muchas veces irreconocibles en Occidente, que uno no puede hacer otra cosa que maravillarse frente a esa cultura gastronómica. Los rostros emocionados de los protagonistas al probar los platos de Kiyo le dan aún más la sensación de que estamos ante una inspirada cocinera.
Lo mejor de MAKANAI pasa por Kiyo y Sumire. Su relación, sus diferencias, su amistad y códigos comunes trascienden los hechos específicos de cada episodio, que a veces las involucran y a veces no. Otros momentos más centrados en algunas de las mujeres que viven en la escuela pierden en interés ya que no son personajes tan desarrollados o interesantes, con la excepción de Momoko, una conflictuada pero muy solicitada maiko. La aparición en el tercer episodio de un nuevo personaje (una «hermana» que vuelve tras haberse ido de la casa) lleva a la serie a un tono más exageradamente cómico, que no favorece la sutil amabilidad de lo demás.
Las habituales melodías de piano de este tipo de productos funcionan por lo general bien pero por momentos se vuelven omnipresentes y un tanto melosas, lo mismo que ciertos momentos de humor un tanto básico que no aporta demasiado al clima cálido y casi cándido que se vive en el lugar. Quizás no sea el retrato más realista de ese mundo, pero en los episodios vistos hay lugar para situaciones conflictivas (con padres, con el alcohol, con problemas de relaciones), solo que están tratadas de un modo que es habitual en algunas películas de Kore-eda: pintar mundos que en manos de otros serían oscuros y perturbadores de una manera entre tierna y simpática.
BROKER, su última película filmada en Corea, es un retrato bastante amable sobre un grupo que se dedica a la venta de bebés. SHOPLIFTERS hace también un simpático retrato familiar de un grupo que se dedica a los robos. Y algo similar pasa en otras películas suyas como NUESTRA HERMANA MENOR y UN DIA EN FAMILIA. Kore-eda tiene un acercamiento por lo general tierno y comprensivo con sus personajes, los observa empáticamente y sin juzgarlos nunca. Y eso aparece claramente en MAKANAI aunque en una versión quizás demasiado anecdótica.
El gran punto de venta de la serie es la comida. Los planos casi de documental de cocina que la cámara le dedica a la preparación de cada plato deja en claro que muchos verán la serie como quien mira un show de algún chef, anota nombres de platos y luego averigua en internet cómo prepararlos. Kore-eda lo sabe y utiliza ese gancho para ingresar en un mundo tan fascinante como desconocido por los occidentales que es el de las maiko, las geiko y la larga historia que existe detrás de esa particular cultura.