Berlinale 2023: crítica de «20.000 especies de abejas», de Estibaliz Urresola Solaguren (Competencia)

Berlinale 2023: crítica de «20.000 especies de abejas», de Estibaliz Urresola Solaguren (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
22 Feb, 2023 04:57 | 1 comentario

Esta opera prima española se centra en una niña de ocho años que está atravesando un cambio de identidad de género y en cómo su familia responde a esa situación. En competencia

No le gusta que le digan Aitor pero tampoco que le digan Coco. La protagonista de esta historia prefiere que no la llamen por ningún nombre, por más que su madre, su padre y sus hermanos insistan en usar uno u otro. Ella (usaré acá el pronombre femenino) se fastidia cuando la llaman de una u otra manera. A lo largo de los casi 130 minutos que dura esta opera prima vasca a lo que asistiremos es a algo que podríamos definir como un proceso de transición. No necesariamente físico –no, al menos, por ahora– sino uno de reafirmación de identidad de género propia y, a la vez, de aceptación familiar.

La protagonista (Sofía Otero) tiene ocho años y vive en un pueblo del País Vasco con su madre escultora (Patricia López Arnaiz), su padre bastante ausente, su hermana y hermano. Su pelo largo y su vestimenta genera las suficientes confusiones entre los adultos del pueblo por lo que algunos lo llaman niña y otros, niño. Su abuela, en cuya casa pasan el verano en cuestión, está un poco espantada con la situación y con las libertades que su madre le permite. Y sus hermanos tienden más a burlarse, hiriéndola constantemente, acaso sin darse cuenta del todo de las implicancias.

20.000 ESPECIES DE ABEJAS es un retrato de cómo la familia entera lidia con esa transición y con sus vidas. La mamá es escultora y planea una muestra que la tiene preocupada. La deja hacer a su hija pero parece tomarlo como un juego, o quizás está demasiado metida en su trabajo. Y la que más tiempo pasa con la protagonista es su tía Lourdes (Ane Gabarain), la encargada de las abejas que le dan a la película su metafórico título. Ella, más libre en más de un sentido que sus otros familiares, le permite a la protagonista ir afirmándose en su decisión. No la juzga, no dice nada inapropiado. Le da la libertad de ser como quiere ser.

Con las chicas y chicos de su edad hay distintas situaciones. Están las que se burlan, juzgan y la rechazan y la que, como si nada pasara, acepta que la niña tenga ciertas diferencias físicas con ella. Pero para ella nada resulta del todo satisfactorio. Se siente siempre incómoda, observada, se pone muy nerviosa y agresiva fácilmente, y vive preguntándose y tratando de que los adultos la ayuden a entender bien qué es lo que le sucede. Y no muchos saben cómo hacerlo.

20.000 ESPECIES… trabaja sobre escenarios parecidos a esta especie de «neo-ruralismo» que ha tomado por la fuerza al cine español, en especial en las películas dirigidas por mujeres que se centran en las experiencias de niñas y adolescentes en ámbitos campestres y un tanto tradicionales. A películas como ALCARRAS, EL AGUA y SECADEROS, entre otras, esta le suma el tema de género, acaso menos explorado en ese cine (está la muy recomendable MI VACIO Y YO) pero igualmente cercano al zeitgeist de la época.

Se trata de una película realista, creíble, con excelentes actores y una enorme comprensión por las tensiones que vive la protagonista y su núcleo familiar. A la vez tiene un guión al que se siente demasiado calculado, preciso, lleno de metáforas adecuadas –los géneros de las abejas, el tipo de figuras que se esculpen– y temáticas muy de actualidad. Sus 130 minutos van llevando la trama de un lado para otro pero eso no es un problema. Al contrario, hace que la película sea un retrato familiar complejo y no solo un «estudio de caso». Lo que resulta un tanto más frustrante es la manera en la que el esquema se va cerrando de una forma que se siente un tanto calculada, de excesivo laboratorio de guión.

Sin duda es una película que seguirá haciendo avanzar esta renovación temática, generacional y de género que ha llegado al cine español quizás para quedarse. Se trata de un film sólido, audaz, imposible de ver sin sentir la mezcla de emociones y sensaciones que atraviesan los protagonistas. Pero es también una película que obliga a plantearse un posible problema: tratar de evitar que este recambio temático rápidamente se transforme en una fórmula festivalera. 20.000 ESPECIES… está en ese límite justo en el que las nuevas películas empiezan a parecerse demasiado entre ellas.