Berlinale 2023: crítica de «Cidade Rabat», de Susana Nobre (Forum)
Tras la muerte de su madre, una mujer de 40 años debe tratar de superar el dolor y rearmar su vida en este drama portugués de la directora de «No Taxi do Jack». En Forum.
Directora de una de las más interesantes operas primas del 2021, NO TAXI DO JACK, también estrenada en la Berlinale, la realizadora portuguesa encara aquí un relato de ficción un tanto más clásico al contar la historia de una mujer de cuarentaypico que tiene que atravesar la súbita y dolorosa muerte de su madre. Si bien el tema parece bastante convencional, la manera que Nobre encuentra para retratar a su protagonista le escapa a esas mismas convenciones formales que son propias de relatos de ese tipo. En términos generales CIDADE RABAT es, sí, una película sobre atravesar y superar un duelo, pero bajo la mirada entre cómica, extrañada y melancólica de Nobre la experiencia se torna bastante particular y específica.
Helena trabaja en la producción de cine, ocupada la mayor parte del tiempo en manejar los sueldos y horarios de grupos de extras que participan en el film que actualmente la ocupa. En la primera escena la vemos hablar de la casa de su madre en Cidade Rabat, de sus recuerdos infantiles de los vecinos y el edificio, y luego en lo que puede o no ser un flashback la vemos conversar con ella. Poco después, la señora ha fallecido y Helena, en medio del caos laboral y de problemas con su hija –está separada y pasa parte del tiempo con ella y otra parte con su padre–, tiene que ocuparse de los trámites del velorio y el funeral, que ocuparán la primera parte del film.
De allí en adelante seguiremos a Helena intentando navegar en medio del dolor y la angustia, tratando de encontrar las maneras de escaparle a todo eso: bailando en fiestas, consumiendo más alcohol de lo aconsejable, ocupándose intensamente del trabajo, haciendo lo posible por reconectar con su un tanto apática hija y metiéndose en algunos inconvenientes de orden policial que, curiosamente, terminarán sirviéndole para encontrar una especie de respiro y potencial salida a ese limbo emocional que la tiene atrapada.
Nobre narra con un tempo más propio del cine de autor (particularmente portugués) que del de una comedia dramática más standard, extendiendo los planos más de lo habitual, dejando que el rostro de Helena exprese más que sus palabras y enfocándose en detalle en sus actividades cotidianas. El sistema puede al principio parecer un tanto excesivo (digamos, cuando se muestra el velorio en lo que parece ser tiempo real), pero luego prueba ser una elección sensible y sensata, ya que es ese mismo tono reposado el que permite que Helena sea algo más que un personaje genérico de una película sobre la crisis de la mediana edad.
Muchas veces Nobre trabaja con la relación entre el rostro de Helena (una muy buena y sobria Raquel Castro) y el mundo que la rodea. Es un personaje que, de a poco, advierte que sus problemas quizás sean menores en relación a las situaciones que les toca vivir y las personas que conoce en ellos. En el insular trabajo del rodaje le toca lidiar con los extras, que pertenecen a un mundo bastante distinto al que ella habita. Y en otro trabajo que hará después vivirá una situación parecida. En ambos casos la lógica es la misma: es a partir de la relación con los otros, de la empatía con el resto del mundo, que las más dolorosas desgracias personales se atraviesan mejor.