Berlinale 2023: crítica de «Disco Boy», de Giacomo Abbruzzese (Competencia)

Berlinale 2023: crítica de «Disco Boy», de Giacomo Abbruzzese (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
20 Feb, 2023 10:30 | 1 comentario

Un hombre de Bielorrusia entra ilegalmente a la Unión Europea y se une a la Legión Extranjera francesa con el objetivo de legalizar su situación. Pero las cosas se le complican en esta extraña aventura protagonizada por Franz Rogowski. En competencia.

La mezcla de un personaje un tanto extravagante que se alista en la Legión Extranjera francesa con escenas en discotecas, con ese mismo personaje bailando desaforadamente, podría hacer pensar en algún tipo de heredero espiritual de BEAU TRAVAIL, de Claire Denis. Pero DISCO BOY es un tipo de bestia cinematográfica muy distinta, en la que una exploración visual distintiva –cortesía de la DF Helene Louvart– se mezcla con una temática un tanto más trillada como es la que combina corrientes migratorias ilegales con espacios en los que la violencia encuentra una salida, como en el caso de la citada fuerza armada, considerada legal.

Aquí, el realizador italiano arma una opera prima en la que combina elementos que no siempre parecen llevarse bien entre sí y, en el camino, peca de buscar por todos los modos posibles causar algún tipo de impacto o sorpresa en el espectador, sin dejar que la propia fuerza natural de la historia y la extrañeza de su personaje funcionen con cierta libertad. Es como si Abbruzzese tomara un personaje un tanto bizarro y decidiera hacerlo participar en un montón de situaciones extremas y ver qué sale de todo eso.

El alemán Franz Rogowski –un actor que inmediatamente mejora y enrarece cualquier película en la que muestra su cara, que puede parecer amable y siniestra al mismo tiempo– interpreta a Aleksei, un hombre al que conocemos arriba de un micro que lleva hinchas de fútbol de ese país a un partido en Polonia. En realidad, él y un amigo usan esa excusa para entrar en la Unión Europea con una visa por tres días y allí escaparse por su cuenta. ¿El destino? Francia. Pero las cosas se complican y mientras tratan de cruzar un río a nado su amigo muere.

Como forma de legalizar a futuro su situación, Alex se suma a la citada legión, en la que tiene que lidiar con durísimos entrenamientos que resuelve muy bien, pero luego debe ir a un campo de batalla en Africa (en el Delta nigeriano, más precisamente) y allí la película entra en un territorio visual más enrarecido, con escenas pesadillescas que involucran a milicias locales rebeldes, brutales combates (algunos de ellos filmados con cámaras infrarrojas) contra ellos y la sensación de que el tal Alex ha entrado en un mundo más peligroso del que imaginaba.

Ya de regreso Alex empieza a frecuentar un club nocturno manejado por un compatriota y allí se obsesiona con una chica afrodescendiente que baila sobre el escenario –a la que conoce o cree conocer de esas batallas– y comienza a buscarla por una serie de oscuros hoteles de la ciudad en una forma a esta altura un tanto elemental, temáticamente al menos, de lidiar con su estrés postraumático. Para entonces DISCO BOY se ha convertido en una suerte de elíptico video musical de algún DJ francés electrónico (la música es de Vitalic) en el que sus espásticos pasos de baile, la natural tensión nerviosa de Rogowski y una «misión» un tanto misteriosa van transformando a la película más en una experiencia audiovisual que en un relato tradicional.

Se trata de una película que disfraza muy bien lo elemental y repetitiva que es en lo dramático con apuntes audiovisuales creativos y por momentos hasta enervantes. Y si bien eso funciona para mantener atento al espectador que puede hasta predecir los movimientos del personaje, también hay un regodeo en ese área, un exceso quizás típico de primera película. Hay suficientes ideas, de todos modos, en la película de Abbruzzese para imaginarle un futuro al menos «festivalero» al realizador, de esos cineastas que logran llamar la atención con cada una de sus nuevas películas. Eso sí, es más probable que avance por un costado más cercano al de Nicolas Winding Refn o Gaspar Noé que al de la citada Denis o cineastas de su linaje.