Berlinale 2023: crítica de «El eco», de Tatiana Huezo (Encounters)

Berlinale 2023: crítica de «El eco», de Tatiana Huezo (Encounters)

por - cine, Críticas, Festivales
17 Feb, 2023 12:41 | Sin comentarios

La directora de «Noche de fuego» regresa al documental en este film que retrata las vidas de las mujeres (madres e hijas) de una comunidad rural mexicana. En la sección competitiva Encounters.

Quizás lo que más sorprenda de EL ECO sea lo que no está, lo que no se ve. No quiere decir que no suceda –de hecho, se lo nombra y se le teme–, pero no es parte directa de este nuevo documental de la realizadora de LA TEMPESTAD. Me refiero específicamente a la violencia del narco, a los secuestros, las desapariciones y las muertes que tienen lugar en las mismas zonas en la que la película fue rodada. Elidir (más que evitar) este tema es también una decisión especialmente valiosa a la hora de ofrecer una perspectiva diferente del país –y en cierto sentido de América Latina– en los festivales de cine del mundo.

EL ECO es una película sobre una comunidad. Sobre madres e hijos (hijas, más que nada) que estudian, trabajan y ocupan su tiempo aprendiendo y enseñando, tanto cuestiones específicas ligadas a los oficios de los que se ocupan como conocimientos generales que pueden ir de la historia mexicana al funcionamiento del sonido y de ahí al significado de ciertas palabras en algo que llaman «tutorías» y en las que los alumnos mayores les enseñan a los más chicos en estas escuelas rurales lo que aprendieron.

Ese laborioso proceso de transmisión de conocimiento es fascinante, por más que por momentos uno sienta que las mujeres y algunas de las chicas de El Eco –tal es el nombre de la comunidad– estén agotadas o cansadas, preguntándose porqué nunca tienen un día libre y siempre tienen que trabajar y estudiar. Uno de los padres –los hombres casi no aparecen aquí– trabaja afuera de manera más formal y tiene su medio sábado y su domingo de descanso algo que, su mujer le reclama, ella jamás tiene.

Filmada a lo largo de 18 meses pero parte de un proceso de conocimiento del pueblo y de sus habitantes que tomó cuatro años, EL ECO se centra en la vida de diversos personajes, especialmente de los chicos, de la comunidad. En el medio pasan las temporadas, hay problemas con los animales que no tienen para alimentarse –algunos mueren de hecho–, hay chicas que crecen y se van a otros destinos y están las que siguen luchando, transmitiendo, enseñando. Quizás pueda parecer todo un tanto optimista y hasta naive, pero Huezo –que ha trabajado en documentales y ficciones sobre el lado más oscuro de la realidad mexicana– no niega la existencia de todo eso sino que prefiere cambiar el ángulo, mirar hacia otro lado, hacia uno positivo, matriarcal y, si se quiere, esperanzador.

La película es, además, bella, tanto en lo visual como en lo sonoro. Huezo se caracteriza en sus documentales por una puesta en escena precisa y cuidadosa. Y lo que vemos aquí es el resultado de ese trabajo delicado con la imagen y el sonido. Es cierto que, por momentos, algunos planos pueden parecer demasiado cuidados, casi preciosistas, pero no están ahí de un modo pintoresco ni turístico sino que forman parte del territorio que rodea a los protagonistas, que viven en unas pequeñas casas en el medio de un campo enorme rodeado de montañas.

El nombre del pueblo –y por lo que entiendo también de la escuela– es una metáfora perfecta para lo que la película muestra, colocando en primer plano cómo esas enseñanzas se van transmitiendo de generación a generación, de la misma manera en la que se transmite el dolor, el sufrimiento y las injusticias (económicas y de las otras) que sienten muchas mujeres al llegar a cierta edad y darse cuenta que tienen que abandonar todo lo aprendido para dedicarse al cuidado de la casa y de los maridos. Que una de las protagonistas de la primera etapa del film sea la frágil abuela –que tuvo que pasar por algo así– habla a las claras de ese traspaso de experiencias.

En una escena que seguramente no se habría visto en un documental sobre campesinos hace varios años, la madre le dice a una de sus hijas que no haga como ella, que no se case tan joven (ella se casó a los 14) y que haga su propio camino en la vida antes de decidir si quiere o no asentarse y formar una familia. Esa es la manera en la que «el eco» funciona aquí, como un paso de enseñanzas pero no solo de tradiciones sino también de cambios, de nuevas perspectivas y miradas. Lo que se escucha y transmite ahora, en algunos casos, puede ser bastante distinto a lo que se escuchaba y transmitía antes.