Berlinale 2023: crítica de «El juicio», de Ulises de la Orden (Forum)

Berlinale 2023: crítica de «El juicio», de Ulises de la Orden (Forum)

por - cine, Críticas, Estrenos, Festivales
19 Feb, 2023 10:10 | 1 comentario

Este documental se basa en las 500 horas de grabaciones del Juicio a las Juntas militares de la Argentina para dar testimonio histórico de los horrores de la dictadura que gobernó el país entre 1976 y 1983.

En un país con una limitada documentación audiovisual histórica como es la Argentina, películas como EL JUICIO se vuelven indispensables. El paso del tiempo y los recambios generacionales –con sus giros políticos– precisan de materiales como los que se muestran acá no sólo por la más previsible necesidad de conservar la memoria histórica sino para funcionar como contundentes pruebas de que hay ciertas cosas que están fuera de toda discusión, no importa el ojo político/ideológico con el que se miren. Seguramente existirán voces que hasta pongan en duda lo que aquí se ve porque, bueno, también hay gente que está convencida de que la Tierra es plana, pero las tres horas de este documental de Ulises de la Orden es un muestrario contundente de un horror tan pero tan abyecto que no debería dejar duda alguna de que lo que sucedió con la desaparición de personas durante la última dictadura militar fue un crimen de lesa humanidad, un episodio aberrante de nuestra historia de características espeluznantes.

La película ARGENTINA, 1985 trajo de regreso el célebre Juicio a las Juntas que tuvo lugar ese año y en el que los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo acusaron a los nueve miembros de las tres juntas militares que gobernaron la Argentina entre 1976 y 1983 de haber instalado un aparato represivo ilegal durante esos años en el país. Los que vieron el film nominado al Oscar de Santiago Mitre que ficcionaliza la historia no necesitan más marco que ese. De la Orden (RIO ARRIBA, EL DESIERTO VERDE) toma las más de 500 horas de grabaciones de ese juicio –la historia de esas grabaciones ameritarían otra película– y, tras un breve prólogo que contextualiza los hechos, lo presenta a lo largo de tres horas en las que se resume los meses que duraron las audiencias desde su inicio hasta la sentencia.

EL JUICIO no opta por un recuento cronológico del caso ni tampoco va dejando correr cada testimonio individualmente. Más allá de algunos momentos específicos –y, también, del comienzo y el final–, lo que el realizador hace es ir organizando la narración a partir de capítulos cuyos ejes son, a grandes rasgos, temáticos, yendo y viniendo muchas veces a los mismos testimonios para extraer de ellos lo que tienen para aportar a ese tema en particular. Es un acercamiento efectivo en lo narrativo aunque quizás discutible en lo formal ya que se presta a confusión en términos de organización del montaje. Dicho de otro modo: por momentos es difícil saber si los cortes, los contraplanos y las reacciones se corresponden con lo que se escucha en ese momento dado y tal como fue grabado originalmente.

Es que el «material bruto» en el se apoya EL JUICIO no es una grabación pura y dura de los hechos con cámara fija sino una transmisión televisiva ya montada desde el origen. Y eso, que funciona muy bien a la hora de ir generando momentos dramáticos, entra en un terreno más gris a la hora de saber si cada reacción se corresponde o no a la acción que la precede. De todos modos, más allá de estas discusiones de orden cinematográfico, los testimonios en sí son inapelables. Por más editados o repartidos en el tiempo que estén sus palabras, lo que algunas víctimas y sus familiares cuentan es espeluznante por lo violento, lo salvaje y lo cruel de los hechos, y por las emociones –de furia, de dolor, de incredulidad– que generan.

En términos generales, la discusión se plantea en dos términos enfrentados. La fiscalía acusa a las juntas de haber montado un aparato de represión ilegal y un sistema de desaparición de personas que no tiene justificación alguna mientras que los defensores de los acusados tratan de contextualizar su accionar dentro de una «guerra» en la que, supuestamente, todo vale. El inicial testimonio de Italo Lúder, quien fue el autor de los llamados «decretos de aniquilamiento de la subversión» sobre los cuales los jefes militares dicen haberse apoyado legalmente para construir su sistema represivo, dispara ese debate. El ex presidente interino niega que ese decreto diera permiso para cometer los delitos posteriores –los Convenios de Ginebra en relación a los crímenes de guerra así lo garantizan– pero aún así los defensores de los jerarcas militares lo usan para justificar sus actos.

A lo largo de las tres horas –no hay voces en off ni entrevistas posteriores, todo es material original y jamás se abandona el reciento de Tribunales– se escucharán cientos de testimonios, algunos de personas conocidas (el ex presidente Alejandro Lanusse, los periodistas Jacobo Timerman, Robert Cox y Magdalena Ruiz Guiñazú, entre otros) y la mayoría de sobrevivientes o de familiares de desaparecidos, además de fiscales y abogados. Si hay alguna mínima duda respecto a la discusión previa todo quedará más que claro allí, al escucharse en detalle los «excesos» cometidos en nombre de ese aniquilamiento. Robos de casas, de pertenencias, de bebés, terribles torturas de todo tipo, mentiras, amenazas, engaños, fusilamientos, los tristemente célebres «vuelos de la muerte» son solo algunas de las cosas que sucedieron y que se narran aquí en una desgarradora secuencia de brutales testimonios.

A la par, la película mostrará algunas situaciones tensas dentro del recinto: enfrentamientos cruzados entre fiscales y defensores, o entre los defensores y los jueces, incluyendo algunas situaciones hasta risueñas. Esa tensión paralela se siente claramente en el recinto en el que los testigos (que aparecen siempre de espaldas y apenas puede verse parte de su rostro), los fiscales, los jueces, los defensores y en algunos momentos los acusados estaban apretados en unos pocos metros. Ahí EL JUICIO aporta otro ángulo para analizar lo que se ve, más que nada a partir de algunas absurdas justificaciones utilizadas por los que defendían a los militares procesados y hasta por algunos de ellos. Escuchar a Emilio Massera defender orgullosamente lo hecho es casi tan espeluznante como muchas de las atrocidades que narran los testigos y víctimas de torturas y vejaciones.

Finalmente, lo fuerte de EL JUICIO pasa por el detalle. Con el correr de los años parece existir un lugar común que consiste en hablar de «excesos» de la represión como un término todoterreno que engloba y generaliza todo. Pero cuando se escuchan, uno a uno, en qué consistían esos «excesos» uno toma verdadera conciencia de su grado de salvajismo e inhumana brutalidad. Hay muchos testimonios que son tan desgarradores y cruentos como el ya conocido de Adriana Calvo de Laborde –que se escucha aquí en su versión original; en la película de Mitre la interpreta la actriz Laura Paredes– y a veces desafía la comprensión humana entender que cosas así estuvieron sucediendo a pocos metros de las calles, los barrios y las casas por las que pasamos a diario. Lo que se cuenta aquí va mucho más allá de cualquier debate político, excede lecturas de derecha, de centro o de izquierda. Diferencia a personas de monstruos, a seres humanos de bestias.