Berlinale 2023: crítica de «Le grand chariot», de Philippe Garrel (Competencia)

Berlinale 2023: crítica de «Le grand chariot», de Philippe Garrel (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
21 Feb, 2023 05:53 | Sin comentarios

La nueva película del veterano realizador francés se centra en una familia de actores que mantiene un teatro de marionetas. Con Louis, Esther y Lena Garrel. En Competencia.

A riesgo de sonar conservador –o, dicho más bruscamente, «viejo»–, encontrarse con una película de Philippe Garrel, especialmente una tan buena como esta, es una suerte de remanso, de regreso al hogar, la prueba de que no hacen falta demasiados trucos, trampas, acumulación de elementos o forzadas combinaciones de género para hacer un gran cine. La simpleza de enfrentarse al mundo y a la gente que lo habita con afecto y comprensión suele ser más que suficiente. Es esa mirada la que atraviesa de punta a punta este retrato familiar, real y ficcional, de «los Garrel»: una historia de amor y cariño a una familia de artistas trashumante que, no tan en el fondo, es la suya propia.

LE GRAN CHARIOT cuenta la historia de una troupe de marionetistas, tres hermanos (dos mujeres, un varón) y su padre que fabrican, escriben, actúan, sacan de gira y mantienen en funcionamiento con espíritu amateur un teatro infantil en el que hacen obras con enormes marionetas. Cada escena que vemos de sus piezas se muestra desde detrás de la cortina, viendo a los actores interpretar a los personajes más que a los muñecos en sí. Y lo mismo pasa cuando la cámara sale del «detrás de escena». Garrel la ubica en dirección a los rostros risueños, sorprendidos y maravillados de los niños que las miran. El arte puede ser el de las marionetas, pero podría ser cualquier otro. El cine, quizás.

La historia que cuenta el film es la de las idas y vueltas de esta familia cada vez más extendida de artistas. Cuando el padre (Aurélien Recoing) se da cuenta que no tiene ya fuerzas para sostener con sus brazos los enormes muñecos, sumará al equipo a Pieter (Damien Mongin), un pintor, artista callejero y buscavidas que sabrá sumarse con naturalidad al grupo familiar que integran Louis (Louis Garrel), Lena (Lena Garrel) y Martha (Esther Garrel). Los integrantes del elenco lo dejan muy en claro: este es un disfrazado relato de la familia del director.

Por allí estará también la simpática abuela (la veterana Francine Bergé) y Laure (Asma Messaoudene), ocasional ayuda y reemplazante en el grupo, quien pronto entrará en una relación con Pieter, que a su vez espera un hijo con Hélène (Mathilde Weil). El que meterá sus narices allí será también Louis, pero todo dentro de la afable cordialidad de un grupo que parece llevarse muy bien con las limitadas posibilidades artísticas y económicas de lo que hacen. Pero pronto esa tranquilidad se perturbará.

Quizás no convenga contar mucho más, pero algunas cosas duras y difíciles empezarán a pasar en la familia. De todos modos, aún con sus contratiempos, su dolor y sus diferencias, da la impresión que todos se las van arreglando para salir adelante pese a todo. En algún momento las cosas ya se volverán un tanto más graves y la película tendrá su primera situación realmente conflictiva –el inicio de varias, en realidad–, pero en todo momento da la sensación que la unidad familiar, como concepto más que como lazos de sangre, nunca se terminará de quebrar.

Seguramente los biógrafos de Garrel podrán hacer paralelos con la vida real (aquí la más obvia es que, en un momento, Louis pasa a actuar ya sin marionetas y se transforma en una celebridad), pero eso es finalmente secundario dentro de lo que cuenta el film del director de INOCENCIA SALVAJE y AMANTES POR UN DIA. Aquí aparecen algunos de los temas característicos de su obra, especialmente de su última etapa, como los cruzados intercambios románticos y algún apunte de corte fantástico, pero lo que se prioriza, aún en los momentos más densos de la historia (que los tiene) es la ligereza de tono, la sensación de que todo el cine consiste, básicamente, en acompañar de manera amorosa a una serie de personajes a lo largo de un cierto tiempo de sus vidas. Y sí, habrá momentos duros, dolorosos y hasta traumáticos, pero siempre estarán sostenidos por un núcleo de amor y comprensión mutua que es el de la familia, la real o la inventada.

LE GRAND CHARIOT (título que han traducido como «El arado» o, en inglés, «The Plough«) es una cariñosa defensa, además, de los artistas independientes, de esos que hacen su camino por su cuenta, sin preocuparse por la fama o el éxito, solo pendientes de que el dinero les alcance para mantener su teatrito (o hacer sus películas, digamos) en funcionamiento. Esa misma nobleza de espíritu que envuelve a los personajes en su día a día –aún a aquellos que, en función de determinadas circunstancias, terminan torciendo su camino– es la que abraza a la película entera. La sensación de que el trabajo artístico, finalmente, no es otra cosa que un espacio de intercambio amoroso entre las personas. Y que la familia es un concepto que, bien entendido, los (¿nos?) abarca a todos.