Berlinale 2023: crítica de «Llamadas desde Moscú», de Luis Alejandro Yero (Forum)
Cuatro cubanos, gays, exiliados en Moscú, habitan un departamento en pleno invierno mientras llaman constantemente a Cuba y esperan la llegada de la guerra con Ucrania.
Uno puede imaginar cualquier tipo de curiosa película de aventuras –políticas, cómicas o las dos cosas– si le presentan un film centrado en la vida de cuatro jóvenes cubanos en Moscú. Los personajes, de hecho, lo tienen todo como para una película así. Pero LLAMADAS DESDE MOSCU no es eso sino algo más grave y serio, más ligado a cómo las cuestiones de la política, la economía y la situación sanitaria mundial afecta la vida de este cuarteto de cubanos afrontando el frío y la soledad en la helada Moscú con sus celulares como únicos aliados.
La crisis económica en Cuba, los efectos de la pandemia allí y, a falta de problemas, lo que entonces parecía ser el inicio de un conflicto armado entre Rusia y Ucrania son el marco que complica la vida de los protagonistas. A lo largo de lo que parece ser uno o dos días, estos cuatro jóvenes cubanos gays habitan/ocupan un departamento en una desolada zona de Moscú, donde tratan de informarse, trabajar, entretenerse y, fundamentalmente, llamar a amigos y parientes a Cuba. Uno de ellos es el director de la película.
LLAMADAS DESDE MOSCU es una pintura del desamparo, de la desolación pero también de la resiliencia y las maneras en las que los protagonistas encuentran posibilidades para soportar la soledad, el frío y la inminencia de la guerra. Llamando a Cuba, encontrando inspiración y preocupación por igual en esas conversaciones, y dándose cuenta que pese a todo los problemas de la isla quizás lo mejor para ellos sea volver, los protagonistas de la película ponen en discusión todas las fantasías de exilio como sinónimo de éxito tan popularizadas desde América Latina.
Formalmente se trata de una película muy rigurosa y quizás eso tiene que ver, más que cualquier otra cosa, con su participación en la sección Forum. Yero filma las calles nevadas desde la ventana de la casa, la desolación del exterior y la tensión que se vive en el ambiente con planos fijos (los cuatro no parecen nunca cruzarse entre sí, como si fueran fantasmas) se complementan con las más frescas voces y los looks bastante más coloridos de los protagonistas. Esa oposición es llamativa, casi al punto de resumir un choque cultural en una diferencia de colores de ropa y gestualidad.
Juan Carlos mira competencias de Miss Universo mientras discute con su novio. Eldis llama a amigos dispersos por Europa, quienes hicieron lo imposible para encontrar un mejor destino fuera de Rusia. Dariel intenta convencer a clientes en Cuba de los beneficios de las píldoras contra la impotencia sexual. Daryl, en tanto, mira los reportes de lo que sucede en Cuba. En una ciudad, un clima y una cultura que está en las antípodas del Caribe, estos cuatro inmigrantes cubanos se sienten tironeados entre la nostalgia hacia un país que, acaso, ya no existe más y uno nuevo que no tiene mucho que ver con lo que imaginaban. Una suerte de limbo personal y emocional que no tiene salida ni resolución fácil. Y este documental refleja exactamente esa transición. La de tener dos casas, pero ningún hogar.