Berlinale 2023: crítica de «Manodrome», de John Trengrove (Competencia)

Berlinale 2023: crítica de «Manodrome», de John Trengrove (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
18 Feb, 2023 08:25 | Sin comentarios

Un hombre que está a punto de ser padre tiene una crisis con su masculinidad, empieza a ir religiosamente al gimnasio y termina uniéndose a una extraña secta de hombres que rechazan a las mujeres. Con Jesse Eisenberg y Adrien Brody.

Un poco TAXI DRIVER, un poco EL CLUB DE LA PELEA, la película de John Trengrove protagonizada por Jesse Eisenberg utiliza esas obvias referencias de la manera más mecánica y predecible posible para armar la odisea de un personaje raro, hosco y solitario que cree que necesita sacar afuera su masculinidad para evitar que el mundo le pase por arriba. Si siente que ya vio esa película es porque seguramente vio algo parecido, solo que acá con la cara de Eisenberg –alguien a quien nadie imagina como un tipo duro de gimnasio, armado y violento– en el rol protagónico.

Pese a sus famosos antecedentes, MANODROME tiene una premisa muy actual, relacionada con las amenazas a su posición de privilegio que sienten los hombres blancos en los Estados Unidos. Ralphie (Eisenberg con horas de levantar pesas) no lo sabe ni lo analiza así. Solo se da cuenta que, con su novia ocupada y preocupada por un bebé por nacer, y con su trabajo manejando un Uber cargado de incomodidades de esas que sufría el viejo Travis Bickle, necesita descargar de algún modo. Y antes de mencionar la palabra «De Niro» (sí, el tipo se mira al espejo mil veces), Ralphie ya está buscando algún modo de descargar su furia.

Al principio es el gimnasio y las proteínas, pero pronto un dealer que circula por ahí le comenta de la existencia de un grupo de amigos que lo pueden ayudar. Y así, pasamos de Martin Scorsese a David Fincher. Los «amigos» en cuestión son parte de una extraña secta que quiere revalorizar el rol del «macho alfa» puesto en cuestionamiento en la sociedad actual. Tienen cánticos para celebrarse, festejan su celibato como los alcohólicos lo hacen con el tiempo desde que dejaron de beber y manejan algunas raras tradiciones para autoafirmarse. El líder, un tal Dan al que todos llaman Dad Dan (Adrien Brody), es un clásico gurú de secta, de esos que logran convencer a seres perdidos por el mundo de que allí encontrarán un lugar en el que podrán sentirse aceptados, entendidos y, sobre todo, queridos.

Por la manera en la que Ralph mira a sus pares afroamericanos en el gimnasio bien se puede pensar que hay también una cuota de racismo dando vueltas, esa sensación de que tipos blancos como él se sienten hasta físicamente inferiores a ellos. Pero también puede ser otra cosa, quizás hasta atracción sexual. Lo cierto es que, encima con un pasado familiar turbulento, al tipo le quedan dos opciones: o transformarse en una versión del Joker o agarrar un arma que anda dando vueltas por ahí en el momento más indicado y dedicarse a tratar de «enderezar» las cosas de una manera, digamos, tan brutal como disparatada.

Hay un objetivo claro en MANODROME que es ofrecer una mirada crítica a este tipo de hermandades anti-woke que tienen hábitos propios de sectas medievales y que bien podrían haber aportado a la toma del Capitolio estadounidense de enero de 2021. Pero en algún punto el personaje de Ralph es tan extremo, es tan manipulable, que hasta el propio culto queda como una inocente reunión de incels de diferentes edades comparado con la energía violenta que este mundo despierta en él. Por momentos la película alcanza tales niveles de destrucción que uno duda si lo que sucede no existe en realidad o solo en su cabeza. Pero Trengrove no querrá aclarar esa duda. Y mejor así…

Si le queda algún rasgo de sutileza a mitad de la película, lo que sucede después no hará más que demolerla, tiro a tiro, golpe a golpe, situación absurda tras situación absurda, de esas que solo se pueden entenderse y, quizás, aceptarse puramente en el terreno alegórico más obvio posible. Entre registrar bien un problema y hacer una buena película al respecto hay una distancia enorme. Y MANODROME cae justo en el medio de esa diferencia.