Festival de Cine Francés: crítica de «Los hijos de otros» («Les enfants des autres»), de Rebecca Zlotowski

Festival de Cine Francés: crítica de «Los hijos de otros» («Les enfants des autres»), de Rebecca Zlotowski

Una mujer se enamora de un hombre que tiene una pequeña hija y entabla una cálida relación con ella en este sensible drama francés de la directora de «Una chica fácil». En el Festival de Cine Francés.

Entrar y salir de la vida de la gente puede parecer bastante normal para un adulto –o entre adultos–, pero es un tanto más complicado cuando se trata de niños, o entre niños y adultos. Las relaciones de pareja tienen, muchas veces, ese potencial «daño colateral» que es el de armar lazos afectivos y tener que desarmarlos. Y no me refiero a la pareja en sí –ese es un acuerdo de algún modo tácito entre los participantes– sino a los terceros. En el caso de LOS HIJOS DE OTROS, como lo anuncia directamente el título, son los niños del otro u otra en una pareja, esos que pueden transformarse casi en hijos propios o, al cabo de un tiempo, desaparecer por completo de una vida.

Rachel (la excelente actriz belga Virginie Efira, vista en este mismo festival también en REVOIR PARIS) promedia los 40 y trabaja como docente en una escuela. Al empezar la película se la ve, sonriente, revisando mensajes de texto y pendiente de algo que, claramente, está pasando ahí. Pronto veremos que aquello que la distrae tiene nombre: se llama Ali (Roschdy Zem), estudia guitarra con ella, y es un hombre que ronda los 50. Al salir de la clase e irse juntos, el coqueteo virtual y la seducción personal da paso a los hechos –la película tiene una bienvenida franqueza sexual, algo habitual en la realizadora– y muy rápidamente ya son una pareja casi tradicional.

Ambos están separados pero la diferencia es que Ali tiene una niña, Leila (Callie Ferreira-Gonçalves), de «cuatro años y medio» (sic), de su matrimonio anterior con Alice (Chiara Mastroianni). Rachel conecta bastante rápidamente con Leila y pronto está llevándola a clases de judo y paseando con la niña mientras el padre, un diseñador industrial, trabaja. Todo parece ir bien en la vida de Rachel: tiene también una gran relación con su hermana y con su padre –más allá de ciertos asuntos de salud del hombre–, en el trabajo se la ve cómoda y dedicada a ayudar a algunos alumnos problemáticos y tampoco se producen inconvenientes cuando conoce a la madre de Leila, con la que se lleva bien.

Por el modo que Zlotowski (GRAND CENTRAL, UNA CHICA FACIL) narra su historia casi que es imposible contar mucho más, ya que casi dos tercios de película pasan sin grandes incidentes. Más allá de algunas dificultades con un alumno, los problemas de salud de una conocida, un par de asuntos familiares y algún que otro berrinche de la niña, todo parece ir bien encaminado en la vida de Rachel.

Lo que sí sucede –y se va imponiendo como tema– es que Rachel descubre que tiene ganas de ser madre, algo que antes nunca había querido o deseado. Y su ginecólogo (curiosamente interpretado por el realizador Frederick Wiseman) le dice algo que todos sabemos: que no tiene demasiado tiempo para hacerlo. En algún momento, más adelante en la historia, su estabilidad empezará a resquebrajarse con previsibles consecuencias. Y este elemento será, no clave, pero sí importante.

Zlotowski nunca recarga las tintas del drama aquí. Por el contrario, la película fluye con la naturalidad de una vida vivida, en la que diferentes cosas suceden y se incorporan a la cotidianeidad sin necesidad de grandes escenas dramáticas o desgarros emocionales bruscos. Esa ligereza se agradece pero tiene, de todos modos, un pequeño contratiempo: nunca se termina de sentir del todo la conexión entre ella y Ali, al que la película muestra como un tipo correcto y amable pero siempre un tanto alejado. Si hay una relación central aquí es la de Rachel y Leila. Y Ali parece ser más el que une a ambas que otra cosa. Pero lo cierto es que sin Ali no hay Leila y ahí es cuando las cosas se complican.

LOS HIJOS DE OTROS es calma, amable y compasiva. Aún cuando las cosas empiecen a girar de un modo que se prevé problemático, Zlotowski nunca abandona su cariño y respeto por todos los personajes. No solo el triángulo protagónico, sino los otros profesores (hay uno que claramente tiene interés en Rachel), los familiares, las ex parejas y las distintas personas que se cruzan en el camino de la protagonista. No hay villanos aquí sino que son las propias circunstancias, las decisiones y situaciones que atraviesa una pareja que ronda los 50 las que van conduciendo los destinos del drama. Pero por más incorporadas que estén a nuestra experiencia, esas pequeñas cosas –separaciones, distancias, encuentros y desencuentros– dejan sus marcas. Y esta película bella, triste y un poco melancólica las presenta de tal manera que cada espectador podrá completar esos vacíos con su propia experiencia.


Cinépolis Recoleta. Domingo 19, a las 21.40 y Martes 21, a las 16.20. Entradas en venta, por acá.