Series: crítica de «El mundo vs. Boris Becker», de Alex Gibney (Apple TV+)
Este documental de dos episodios –y cuatro horas de duración– se centra en la extraordinaria carrera y la complicada vida del célebre tenista alemán. En Apple TV+.
La vida de un tenista puede no parecer material fascinante para una serie documental (o una larga película de cuatro horas) que la siga paso a paso. Pero Boris Becker no es cualquier tenista. El deportista alemán nacido en 1967 fue campeón en Wimbledon a los 17 años, se convirtió en una de las máximas figuras del tenis en la segunda mitad de los años ’80 y parte de los ’90 para luego tener una vida problemática desde lo personal y, especialmente, financiero. A lo largo de estas cuatro horas, Alex Gibney intentará recorrer, contar y analizar esa carrera desde una honestidad llamativa para este tipo de producciones.
En los últimos años la industria del documental deportivo realizado con la aprobación y el consentimiento de clubes y jugadores nos ha acostumbrado a ver películas «lavadas» que exhiben una cuidada reproducción de lo que es la realidad de esos atletas. Aún cuando se muestre cierta intimidad, se notan los límites. Y aún cuando se exhiben dificultades se las ubica dentro de una narrativa, digamos, de «superación». No es el caso de Becker aquí. La vida del tenista es un caos y Gibney lo sabe y lo muestra. Por más que el hombre construya su propia verdad y la defienda, el realizador lo cuestiona y no se muestra del todo convencido con sus respuestas. Es un desafío interesante que da como resultado un mejor film que lo que es habitual en estos casos.
Los dos episodios en los que se divide BOOM! BOOM!: THE WORLD VS. BORIS BECKER –tal era el apodo del explosivo jugador– se centran, en principio, en etapas muy diferentes de su vida. Si bien la segunda está adelantada en la primera (los desfalcos financieros y la evasión impositiva que puede llevarlo a la cárcel en 2022 funciona casi como punto organizador del relato y, si no lo saben, mejor no googlear lo que sucedió), todo empieza de la mejor manera posible, mostrando los logros y las hazañas de este prodigio del deporte, especialmente en su amado Wimbledon, torneo que ganó… ya verán cuantas veces.
De todos modos, esa elogiosa primera parte –no por casualidad solo se dio ese episodio en el Festival de Berlín con la presencia de Becker– deja entrever conflictos a futuro. Su complicada relación con la prensa alemana, con sus managers (el célebre Ion Tiriac lo fue durante mucho tiempo), sus tensiones y problemas personales y sus malos manejos de dinero lo tienen siempre enredado en algo. Si a eso se le suma una etapa de adicción a las pastillas para dormir, vemos que esa primera década de éxitos está teñida del caos que se vendrá luego y que se desarrollará en detalle a lo largo del segundo episodio.
No conviene adelantar mucho lo que se verá ahí pero incluye, entre otras cosas, divorcios millonarios con escandalosos juicios incluidos, deudas que se apilan, estafas varias, desfalcos, engaños (hay un episodio que lo liga a Africa que hay que ver para creer y una historia ligada a la mafia rusa igualmente insólita) y la inminente –la entrevista principal a Becker está hecha horas antes del veredicto del juicio impositivo que se le hizo en Gran Bretaña, su segundo hogar– resolución de ese caso, tema que impacta directamente en el propio film.
Si bien los recursos utilizados por Gibney (THE ARMSTRONG LIE, TAXI TO THE DARK SIDE) son los habituales en estos casos –los materiales de varios programas de la TV alemana, obsesionados con la vida de Becker, son fascinantes–, la presencia del realizador desde la voz en off, y en la manera en la que ciertas entrevistas se transforman en conversaciones, es más ostensible que en la mayoría de las series de este tipo. Allí, de todos modos, lo principal es la postura un tanto incrédula del director respecto a la defensa que Becker muchas veces hace de algunas de sus decisiones y comportamientos. Es habitual que muchos deportistas envueltos en escándalos económicos culpen a sus managers o a las entidades que manejan sus dineros, pero cuesta creer que un tipo adulto como Becker no tenga idea de algunos de los sospechosos asuntos en los que se vio involucrado. Ni Gibney le cree del todo sus lágrimas. Menos aún los espectadores.
Quizás el documental sea demasiado detallista respecto a todos sus asuntos personales y económicos dejando bastante de lado –o resumiendo de una forma excesivamente simple– su carrera como tenista, reducida a algunos partidos importantes, enfrentamientos y situaciones específicas. De hecho, raramente se muestran los resultados durante los partidos o se siguen los detalles de los torneos. Gibney prefiere ocuparse de rivalidades específicas (Lendl, Edberg, Agassi), entrevistar a admirados y admiradores (McEnroe, Borg, Djokovic) y mostrar momentos claves en ciertos partidos que para Becker fueron importantes, pero es evidente que no es lo que más le interesa. Lo fundamental, acá, es seguir las raras desventuras de este talentoso y problemático jugador por muchos motivos legendario, dentro y fuera de las canchas.