Series: crítica de «La diplomática», de Debora Cahn (Netflix)
Keri Russell encarna a la embajadora estadounidense en Gran Bretaña, una mujer que tiene que lidiar con densos problemas políticos y complicados asuntos de alcoba. En Netflix.
Los que amamos THE AMERICANS estamos en primera fila cuando se anuncian títulos como LA DIPLOMATICA. Fundamentalmente por la presencia como protagonista de esa gran actriz que es Keri Russell, que en esa ya mítica serie interpretaba a una espía rusa. Hay otro elemento convocante acá y tiene que ver con el tema, que es bastante parecido al de aquella. Aquí, la actriz vuelve a meterse en los recovecos de la política internacional pero desde otro lugar, muy diferente, interpretando a una diplomática estadounidense de carrera que es enviada a un lugar inesperado en el que tiene que lidiar con cosas muy distintas a las que acostumbra o espera. Pero hay algo inalterable. Russell sigue siendo una presencia magnética, especialmente cuando hace estos personajes fuertes, secos y sin tapujos que no se andan con tonterías ni tienen tiempo para estupideces. Y Kate Wyler es uno de ellos.
La serie es bastante diferente a THE AMERICANS, además, porque si bien tiene como fondo el espionaje internacional se maneja en gran parte en las altas esferas, en reuniones entre embajadores, ministros, congresistas y presidentes, entre palacios, cenas de gala, pasillos y reuniones privadas o secretas. Salvo dos momentos breves pero de impacto muy fuerte, no hay acción en los términos clásicos. Estamos casi ante una refinada comedia de enredos que tiene lugar en Londres y en la que que se cruzan, constantemente, asuntos de la vida pública y privada.
Kate es una diplomática de esas que no están para recepciones ni cócteles ni vestidos de gala sino que prefieren trabajar en lugares y situaciones de conflicto, ensuciándose las manos. Estando en Washington recibe un llamado del presidente y supone que le darán el cargo en Kabul, Afganistán, donde ya trabajó. Kate está casada con Hal Wyler (Rufus Sewell, excelente), también un político como ella pero uno más famoso y con una personalidad más pública pero un tanto más conflictiva. Es por eso que se sorprende cuando va a ver al presidente (Michael McKean) y se topa con que la quieren como embajadora en Gran Bretaña. Y no a él, sino a ella. La mujer duda –hay mucho de pompa y ceremonia en ese tipo de puestos– pero no puede negarse.
La elección no es casual. Días atrás hubo un atentado a una embarcación británica en el que murieron más de 40 personas y el país está en shock. Wyler debe ir ahí y tratar de negociar con los políticos locales –su peculiar primer ministro (Rory Kinnear) y su canciller (David Gyasi), fundamentalmente– qué actitud deben tomar ante ese crimen. El problema que tienen es evidente: ¿quién es el responsable del atentado? Nadie lo sabe. Y la temporada se irá yendo, desde ese lado, en las disputas e intrigas palaciegas que se van generando entre ingleses y estadounidenses a la hora de decidir qué hacer. ¿Atacar a Irán? ¿Negociar con ellos? ¿O serán los rusos? ¿O quizás los libios?
En esos términos por momentos THE DIPLOMAT puede volverse un tanto confusa o hasta repetitiva, pero su ritmo narrativo es tan trepidante, sus diálogos tan filosos y sus personajes tan carismáticos que termina siendo un problema menor. Es que la otra gran parte de la trama –que se conecta directamente con la primera– está ligada a la vida privada de Kate, sus problemas de pareja con Hal, su interés romántico por el ministro británico, los simpáticos y curiosos personajes que trabajan en la Embajada y la cotidiana comedia de enredos que atraviesa una mujer a la que ponerse tacos le resulta una tortura más insoportable que negociar con oscuros enviados iraníes o siniestros agentes rusos.
Russell y Sewell van creando, gracias a su seco carisma y a los ingeniosos diálogos de Cahn –que trabajó muchos años en series como THE WEST WING y HOMELAND, en las que esta se inspira y hasta podría funcionar como una combinación–, una pareja adulta e inteligente que ama odiarse (o viceversa) y que funciona, pese a todo o quizás por eso mismo, muy bien junta. Sus métodos son muy distintos –a él le gusta ser el centro de atención y ella odia todo eso– y van y vienen respecto a la idea de divorciarse, pero todavía hay una tensión sexual palpable entre ellos.
Hay, además, otros asuntos políticos que los «obligan» en cierto sentido a estar juntos, asuntos que no conviene por ahora adelantar si bien se revelan bastante rápidamente en los primeros episodios. En ese sentido, Gran Bretaña funciona como una prueba para probar las capacidades de Kate en ese mundo, ya que si bien su talento político es indudable hay otras cosas que no sabe hacer del todo bien y quizás tampoco quiera. De todos modos, el conflicto que la llevó a Gran Bretaña irá creciendo en tensión y lo que parecía poderse resolver con cierta facilidad se irá complicando más y más.
Una comedia de enredos política que incluye drama y suspenso, LA DIPLOMATICA es una potencial gran serie, que solo falla por cierto regodeo en dar vueltas y más vueltas sobre sí misma. Al concluir de una manera impactante y abierta, es claro que se trata de una serie pensada para seguir por varias temporadas. Y tiene con qué hacerlo. Fundamentalmente, una protagonista extraordinaria metida en un mundo en el que todos tienen segundas y terceras intenciones. Inclusive ella misma.
No me gusto. Ver a la protagonista siempre con el pelo sucio y como una norma de protocolO que incumple no se baña nunca. Ni ella , ni nadie
Ja ja. Eso iba a comentar. No sé peinan nunca, al menos ella y la detective. Deben oler a cuero de mortadela. Acá en Venezuela se llamaría la indigente.
Hacen ver al servicio secreto ingles como unos tontos incapaces de resolver la incógnita sobre el autor del atentado…. Tienen que llegar los gringos a evitar la guerra GB-Iran
Está buena, de intriga internacional mechada con secuencias típicas de comedia. Pero cae en el típico cliché norteamericano de que éllos son la «capital del mundo libre», el «ejemplo de democracia en el mundo» y los malos malísimos, malos malos, son los chinos, lo iraníes y, claro, los rusos que son maléficos, asesinos, les gusta beber sangre… Si no fuera por estos cansadores mensajes subliminales, además falsos, sería una miniserie realmente recomendable cien por cien. Por ello, puntaje 3 de 5