Series: crítica de «La enfermera», de Kasper Barfoed (Netflix)

Series: crítica de «La enfermera», de Kasper Barfoed (Netflix)

Basado en un caso real que tuvo lugar en una ciudad danesa, la serie se centra en una enfermera que sospecha que una colega está matando pacientes. Estreno de Netflix.

Bastante similar en tema a EL ANGEL DE LA MUERTE (THE GOOD NURSE) y basada también en un caso real, la breve miniserie danesa LA ENFERMERA transcurre en 2014 y en su mayoría dentro de un hospital de la ciudad de Nykøbing Falster, a la que se describe como una región pobre y con muchos problemas de ese país. El hospital de la ciudad, además, tiene la reputación de estar entre los peores de Dinamarca. Pero a Pernille Kurzmann, una joven enfermera que está haciendo sus primeros pasos profesionales, no le queda otra que trabajar allí, ya que ha decidido volver al pueblo en el que está su ex pareja para que su pequeña hija pueda también pasar tiempo con él.

Pero la serie no empieza allí. Antes de ir a su historia, a modo de prólogo dos años antes, se nos muestra que un veterano habitante de la ciudad llega a esa clínica por un problema aparentemente menor y, en el curso de la noche, muere. Al hermano le resulta sospechoso y decide averiguar qué pasó. Le dicen que tenía drogas en la sangre (morfina y Diazepam) y que se trató de una suerte de suicidio, pero al tipo no le convence. Su hermano jamás haría algo así. «Si se hubiera querido suicidar se tiraba abajo de un tren», asegura. Entre las enfermeras que lo atendían al hombre había una, llamada Christina (Aistrup Hansen, tal el nombre completo), con una sospechosa jeringa.

Al llegar al hospital a Pernilla la unen a la tal Christina en urgencias nocturnas. La pasan bien juntas, se hacen amigas, salen de fiesta y comentan romances y chismes de hospital. Las noches de guardia con Christina son siempre intensas: hay súbitos e inesperados paros cardíacos de pacientes que entran con problemas menores y Christina casi siempre logra salvarlos a último momento. Vive, además, cada uno de esos episodios con una excitación que bordea en lo excesivo. Y para todos los demás es una de las mejores enfermeras del lugar. Eso sí, no llega a salvar a todos y algunos se mueren.

De a poco Pernilla empieza a notar cosas raras. La desaparición de medicinas como el Diazepam (es un hospital tan desorganizado que nadie lleva la cuenta de qué medicamentos se sacan y quiénes los sacan), la alta cantidad de resucitaciones a último momento y muertes en los turnos que está con ella y, además, una larga cadena de mentiras –inocentes, la mayoría de ellas– que dice Christina, que siempre quiere y logra ser el centro de atención. La chica comenta sus dudas a superiores y colegas pero nadie parece querer hacerse cargo ni meterse. Son acusaciones difíciles de hacer y de probar. Le dicen que lo mejor es no meterse, pero a ella se la ve más y más preocupada.

LA ENFERMERA es un efectivo relato de suspenso respecto al caso, una serie que en realidad podría ser una larga película si se redujeran algunas escenas, centrada en un hospital decadente en el que pasan cosas raras, aunque no tanto como en el de la serie de su compatriota Lars von Trier. La serie funciona muy bien en el paso a paso, caso a caso, noche a noche en la que suceden cosas similares: súbitos paros cardíacos, algunos que sobreviven y otros que no, y la aparición de drogas en la sangre de los fallecidos que no deberían estar ahí pero que a nadie parece importar.

El problema de la serie es que no profundiza ni investiga más allá de eso. Si bien intentar hacer un perfil psicológico básico de un personaje así suele resultar en simplificaciones extremas, a la vez negarlo por completo le deja un vacío en el centro a la serie. De entrada, aún sin saber bien de qué modo, queda claro que Christina es la responsable. Enseguida la vemos hacer lo mismo una y otra vez. Pero la serie no aprovecha la única intriga que genera. Y es curioso, porque el personaje está delineado de manera tal que uno quiere saber que la lleva a actuar así. ¿Es por querer ser el centro de atención sí o sí, aún a costa de que algunos pacientes «se le vayan»? ¿Es por sus problemas de pareja? ¿Es por algún asunto complicado del pasado que se cuenta al pasar? ¿O tiene algún tipo de trastorno?

No se sabe. La serie ocupa el 90 por ciento de su metraje en los hechos y todo lo que vino después (lo pueden googlear si quieren) se reduce a un par de carteles sobre el final. Lo anterior no está mal y, especialmente una de las noches, la serie se convierte en una carrera loca contra el tiempo, la sospecha y las potenciales muertes. Pero en lo analítico se queda corta. Quizás el creador de LA ENFERMERA prefirió que cada espectador saque sus propias conclusiones respecto a qué es lo que motiva a Christina a actuar como actúa. Algo así como una serie para ver y luego tener en casa una incómoda discusión acerca del funcionamiento de los hospitales.