Cannes 2023: crítica de «Agra», de Kanu Behl (Quincena de Cineastas)
Un hombre obsesionado por el sexo e inestable mentalmente inicia una relación con una mujer mayor mientras lidia con la incomprensión de su extraña familia en esta comedia dramática de la India.
No sería extraño que más de un espectador, tras ver un buen rato de la película india AGRA, se pregunte en la sala de cine qué cuernos es lo que está viendo. Es que, honestamente, durante su primera media hora es algo que coquetea con lo absurdo, con lo incomprensible, con lo ridículo y con lo directamente malo. ¿Habrán puesto una película equivocada? ¿Qué hace esto en Cannes? Lo cierto es que, en algún momento, las cosas se empezarán a calmar, algunas líneas o ejes se harán un poco más claros, algunos temas saldrán a la luz en medio del caos y la película cobrará cierta entidad, tendrá hasta su encanto. ¿Es suficiente con eso para remontar lo que parecía irremontable? Es una buena pregunta que, imagino, será respondida de manera diferente por cada espectador.
Cuesta darse cuenta de entrada pero, de a poco, a partir de unos planos que aparentan mostrar el caos psicológico del protagonista, nos va quedando claro que Guru vive en una especie de mundo privado. No se explica qué tipo de enfermedad tiene –o que proceso de destrucción psiquiátrica está atravesando– pero es evidente que el tipo alucina, cree ver cosas que no existen y que todo puede ser culpa de alguna decepción amorosa reciente. Guru tiene, además, un apetito sexual irrefrenable, casi insostenible. No hace más que pensar en sexo, mandar mensajes directos a toda su lista de contactos telefónicos buscando inmediata compañía y se masturba con un fervor casi místico, como si quisiera ganar algún tipo de juego olímpico del onanismo.
Que Guru sea como es no es casual. Su hogar es un caos ya que en él viven, además, su madre y, en un piso de arriba, su padre con su nueva mujer. Es que parece que el papá de nuestro protagonista tampoco puede controlar sus impulsos «románticos» y no solo pasa de una mujer a otra, sino que las acumula bajo el mismo techo. Y ese tema, el del espacio para vivir, será el otro eje fuerte de AGRA, uno que recién empezará a talar en la segunda hora del relato. Mientras tanto, lo que vemos es que Guru va enloqueciendo de a poco y agrediendo a familiares y a médicos que intentan calmarlo. Pero nadie parece encontrar una forma de frenarlo.
Cuando todo parece indicar que el hombre ya está condenado a ser internado en algún tipo de institución para maníacos sexuales (la manera en la que la película toca el tema de la violación o la agresión sexual incomodará a más de uno), las cosas empiezan a cambiar. ¿Qué es lo que sucede? Guru se topa con una mujer un tanto mayor que él, dueña de un cibercafé y con un problema para caminar a causa de la polio, que le presta atención de manera en apariencia sincera. Como la mitad de las cosas que ve Guru no existen en la realidad no sabemos hasta qué punto si ella no es también una fantasía, pero todo parece indicar que es real. Y el sexo que tienen es un poco más creíble que los anteriores, todos tan imaginarios como absurdos.
A partir de su aparición, Guru baja un cambio, su cabeza parece acomodarse un poco y empieza otra película, una en la que los problemas parecen un tanto más reconocibles. El padre sigue acumulando parejas y conflictos, una prima que anda por ahí duda de las intenciones de la ahora novia oficial de Guru y él no tiene mejor idea que exigir un espacio para ella en la casa. Que no lo hay y habrá que inventarlo. En un país con 1.500 millones de habitantes, el lugar para vivir es escaso y tener una propiedad no es poca cosa.
AGRA es una película extraña, complicada, confusa. Si bien, es cierto, los hábitos culturales del país pueden ser distintos y las formas de una cinematografía como la india muy particulares hay algo aquí que excede a ese tipo de extrañeza. Se trata de un cineasta lanzado, agresivo en cuanto a los modos, comportamientos y actitudes de los personajes, reiterativo en sus tiempos, excesivo en casi todo lo demás. Por momentos su película es como una ESPERANDO LA CARROZA contada por un obsesivo del sexo (y un velocista, además, por lo que la película muestra) y, en otros, alcanza algún grado de humanidad, realismo y calidez. Lo que es difícil, claro, es tener la paciencia suficiente para esperar que la película (y que Guru) baje un cambio y se tranquilice. Eso llega, pero quizás demasiado tarde.