Series: crítica de «El caballero negro», de Cho Ui-seok (Netflix)

Series: crítica de «El caballero negro», de Cho Ui-seok (Netflix)

Esta serie de ciencia ficción transcurre en una Corea post-apocalíptica en la que solo sobrevivió el 1% de la población y no hay oxígeno para respirar. Desde el viernes 12.

Un combo entre distintas tramas de ciencia ficción distópica, EL CABALLERO NEGRO, la nueva superproducción coreana que llega el viernes 12 de mayo a Netflix, puede parecer en un momento un remedo de MAD MAX, en otros algún tipo de TERMINATOR, un poco más acá un 1984 y, en el momento menos pensado, un toque de EL JUEGO DEL CALAMAR para los fans de las series coreanas. Pese a lidiar con muchas ideas y formatos a la vez, la serie se las rebusca para ser entretenida en su primera parte, prometiendo continuar sus aventuras por varias temporadas más.

El punto de partida se presenta en carteles de entrada, apenas comienza la serie. Corre el año 2071 y cuatro décadas antes (esto es, en 2031) hubo algún tipo de evento apocalíptico que dejó el planeta irrespirable y prácticamente sin vida humana. En la península de Corea, donde transcurre la acción (en principio no sabemos que ha pasado en el resto del mundo), se ha armado una sociedad regimentada de modo muy preciso con el uno por ciento de la población que sobrevivió a esa hecatombe. Y allí los grupos se dividen por capas económicas que tienen muy diferentes niveles de acceso en la pirámide social.

Tres de esos cuatro grupos –un mínimo porcentaje aún dentro de los sobrevivientes– viven con diferentes posibilidades de confort en lugares cerrados, con tanques de oxígeno y calefacción regulable. Algunos con más lujos y elegancia, pero otros con lo justo y en barrios organizados a modo de búnkers. De todos modos, el grueso de la población, los llamados refugiados, no viven en esas futuristas estaciones, sino en los restos de las ciudades destruidas, con mínimo acceso a la comida, usando permanentemente respiradores y con una creciente ola de violencia y de bandas criminales.

Los Caballeros que dan título a la serie son los encargados de llevar y traer provisiones en enormes camiones protegidos para no ser asaltados en las rutas por estas bandas de vándalos. Esas situaciones son las más parecidas que la serie tiene a MAD MAX y, entre todos esos conductores, el más destacado es uno que se hace llamar «5-8» (Kim Woo-bin), por el sector del que se ocupa. Este hombre legendario por la forma en la que cumple siempre su tarea enfrentando a docenas de rivales y superando cualquier tipo de escollo, un día se topa con un joven que lo desafía, un chico bastante irresponsable llamado Sa-Wol (Kang Yoo-seok), y que sueña en convertirse en uno como él. Pero está lejos de ser una posibilidad. O eso al menos parece.

Una serie de hechos criminales que involucran a personas cercanas a Sa-Wol no solo los acercan a ambos sino que le permiten a «5-8» empezar a sospechar que hay algunas cosas raras sucediendo dentro de ese sistema que controla una empresa llamada Cheonmyeong Group en conjunto con el gobierno. La aparición de personas genéticamente modificadas, algunas llamativas ausencias de colegas que tenían que haber protegido a las víctimas y los espurios acuerdos que vemos entre los gobernantes (o CEOs) de esa «sociedad» nos dejan en claro que los poderosos traman algo.

En medio de todo eso, Sa-Wol decide presentarse en la competencia para un puesto de Caballero que ha quedado libre y es el único refugiado que participa allí con ciertas chances de triunfar. Por el tipo de brutal y mortal competencia que es, seguramente traerá a la memoria a aquella otra serie coreana de juegos de vida o muerte, algo que BLACK KNIGHT no disimula sino que, por el contrario, casi homenajea. Así, la serie va adentrándose en el misterio de cuáles son los planes de la corporación, especialmente en lo que respecta a los refugiados, a quienes les ofrece la competencia como entretenimiento (con un candidato «propio») pero a la vez parece tener con ellos planes más siniestros.

Estos elementos se combinan por lo general bastante bien, salvo cuando la serie se pasa un poco de rosca en su necesidad de crear, de a dos o tres por episodio, largas escenas de combates y persecuciones propias de videojuegos. No hay duda que la serie necesita de algunas de ellas –para establecer las rivalidades, dar cuenta de la eficiencia de «5-8» y darle algo de frenesí y nervio a una historia que de otro modo sería quizás demasiado oscura para el gran público–, pero por momentos se vuelven reiterativas y no aportan mucho más que lo ya visto.

Por lo demás, los temas de CABALLERO NEGRO son los usuales a este tipo de ciencia ficción distópica: un futuro en el que la Tierra es invivible y la gente se pelea por el oxígeno; uno en el que las diferencias sociales y económicas se van haciendo aún más grandes que en la actualidad y en el que la inteligencia artificial tiene un papel preponderante y no necesariamente positivo. Apegada a ciertas fórmulas y actualizando los temas de siempre, esta serie coreana tiene todo para convertirse en un nuevo éxito de esta billonaria sociedad entre Netflix y la industria audiovisual de ese país. Corea es, se sabe, una constante y eficiente productora de películas y series de recorrido internacional y la apuesta de la plataforma es hacerla crecer al máximo. BLACK KNIGHT intenta ser un paso más en esa conquista.