Estrenos online: crítica de «Hasta el final» («Catch the Fair One»), de Josef Kubota Wladyka (Netflix)
Una ex boxeadora emprende un peligroso viaje tratando de encontrar a su hermana y de vengarse de los que se la llevaron para prostituirla. Premiada en Tribeca, estreno de Netflix.
En su libro «Meditaciones de cine«, Quentin Tarantino utiliza el término “revenge-o-matic” (traducido al castellano como «venganzamática») para hablar de las películas de revancha que siempre lo fascinaron, aquellas centradas en personajes que dedican casi todo el metraje de los films que protagonizan en tratar de vengarse de alguna persona u organización. El género tuvo un fuerte impulso en los años ’70 –a los que Tarantino dedica el libro– gracias a éxitos como EL VENGADOR ANONIMO, de Charles Bronson e incontables imitadoras. Y el propio Tarantino lo homenajea en casi todos sus films, especialmente en KILL BILL.
Pero hay películas de «revancha» que se salen un poco de la norma, que no eligen necesariamente la espectacularidad de la acción sino la oscuridad de la experiencia, que ponen el acento tanto o más en la violencia interior como en la exterior. Tarantino habla de ellas en su libro, eligiendo varias escritas o dirigidas por Paul Schrader. A su modo, TAXI DRIVER, ROLLING THUNDER y HARDCORE –las dos primeras las escribió, la tercera la dirigió– son películas «venganzamáticas» en el más denso de los sentidos. Intentan agobiar al espectador más que darle la satisfacción de la misión cumplida, ponen al protagonista a realizar una tarea en la que tiene todo o casi todo para perder. Las de Schrader son, además, películas densas, oscuras, hasta lentas. De pocas palabras y actos secos y brutales.
Si uno le quita el costado reflexivo/filosófico que suelen tener, HASTA EL FINAL (CATCH THE FAIR ONE, en el original) podría ser tranquilamente una película escrita por Schrader. La lógica y recorrido redentor de su personaje parte de muchas ideas similares a las suyas. Y si bien su estilo no es tan marcial como a veces es el del director de EL CONTADOR DE CARTAS, la lógica es parecida. Acá es venganza como vía crucis, como razón de ser. Violencia existencial.
Un éxito en festivales durante 2021 –premio del público en Tribeca y su protagonista recibió además una nominación a mejor actriz en los Spirit Awards–, estrenada en algunos países en 2022, llega ahora a Netflix, plataforma que quizás no sea la más indicada o natural para un film que maneja tiempos y silencios propios de cierto cine de autor. Si uno espera hasta ese final que menciona el título (¿será la traducción un pedido de que la gente tenga paciencia?), se topará con toda esa tensión y violencia acumulada.
Pero antes que eso verá, brevemente (la película dura apenas 85 minutos), la historia de Kaylee Uppeshau (Kali Reis), una mujer de ascendencia africana e indígena que se dedicaba al boxeo pero que se ha retirado por problemas en la espalda, como le confiesa a una fan con la que se topa en un restaurante en el que trabaja como camarera. El único objetivo en la vida de Kaylee –que vive en un refugio, está saliendo de una adicción y come las sobras del restaurante que se lleva a escondidas– es encontrar a Weeta, su hermana menor, que desapareció y fue capturada por una red dedicada a la prostitución.
La historia es breve y simple. Kaylee se conecta con un grupo de gente que la ayuda a determinar dónde puede estar su hermana y, tras discutir con su madre (quien trabaja en terapias grupales con personas que atravesaron pérdidas similares a las de ellas), la chica trata de «infiltrarse» en ese mundo de la prostitución, con el objetivo de encontrar a su hermana y, en lo posible, hacer justicia con los que se la llevaron. Kaylee se siente culpable por la desaparición de Weeta –un breve flashback dejará en claro porqué– y cree que su madre la odia, la culpa y hasta hubiera preferido que fuera ella la víctima. Y allí va Kaylee, con la fuerza de sus puños de boxeadora, a enfrentar por sí sola a lo que seguramente sea una organización criminal mucho más poderosa.
En cierto momento HASTA EL FINAL tomará las características de otro género, uno con el que también ha coqueteado Tarantino. Me refiero al llamado «torture porn», en el que se utiliza la tortura de un modo un tanto morboso. No conviene adelantar en qué momento eso empieza a suceder –lo verán claramente cuando pase–, pero de ahí en adelante la película entrará en la por muchos esperada espiral de violencia. Si se pasa o no de lo tolerable quedará al criterio de cada espectador. A mí me da la impresión de que en un caso sí lo hace, pero más que nada por un detalle que, bueno, tampoco conviene revelar.
El realizador, de ascendencia polaco-japonesa y veterano de varias series de género (NARCOS, THE TERROR, TOKYO VICE, FEAR OF WALKING DEAD), no busca ir mucho más allá de lo que vemos en la superficie. Su película, si bien tiene una cierta densidad dramática, no llega a generar el desgarro o transmitir la crisis emocional de los personajes del género en esta versión oscura. Dicho de otro modo, Kaylee no es Travis Bickle, no tiene una paranoica voz interior que la hace entrar en ebullición. Tampoco estamos hablando de una mujer que de golpe se convierte en John Wick. Kaylee (una excelente actuación de Reis, también coguionista, una boxeadora real en su debut cinematográfico) está decidida, es obcecada, no acepta un «no» como respuesta y avanza con un objetivo que quiere cumplir como sea, aún perdiendo lo poco que le queda en el camino.
HASTA EL FINAL funciona muy bien dentro de lo que se propone. Quizás esa zona media que ocupa –no es una película de acción pura y dura pero tampoco una de autor en el sentido tradicional– la haga perder ciertos sectores del público pero, más allá de esas cuestiones de marketing, lo que propone Josef Kubota Wladyka remite y homenajea a esos films de los años ’70 en los que se valoraban los largos silencios, los tiempos se manejaban de un modo mesurado y nuestros héroes no eran necesariamente infalibles.