Estrenos online: crítica de «La inspiración más profunda» («The Deepest Breath»), de Laura McGann (Netflix)

Estrenos online: crítica de «La inspiración más profunda» («The Deepest Breath»), de Laura McGann (Netflix)

Este documental se centra en la vida de un hombre irlandés y una mujer italiana que se dedican al buceo libre (o apnea), un deporte de riesgo por el que ponen constantemente sus vidas en peligro. Estreno de Netflix.

Producido por A24 y estrenado el 19 de julio por Netflix tras su exitoso paso por el Festival de Sundance, LA INSPIRACION MAS PROFUNDA es la clase de documentales que pueden resultar fascinantes porque dramáticamente lo son, pero también producir cierta irritación en aquellas personas que tienen (tenemos) ciertos reparos éticos con algunos usos y mecanismos de films como este. Una cosa no quita la otra. La sensación de estar viendo algo problemático, que está realizado siguiendo formas de entender el género que son un tanto tramposas y otras que bordean lo morboso, no impide que la experiencia corte la respiración. Literalmente.

Es un documental acerca de la vida de dos personas que se dedican a la apnea, deporte también conocido como buceo libre o buceo a pulmón. Y es imposible no ver sus experiencias, los riesgos que toman tratando de romper un récord o superar algún reto, con un ojo abierto y el otro cerrado, y quizás hasta largando todo el aire junto cuando salen a flote. El documental testea nuestros límites en la primera escena cuando, tras aclarar que la mayoría de las imágenes que se muestran bajo el agua fueron filmadas en las propias competiciones (hay algunas reconstrucciones, ya volveré sobre este tema), vemos a Alessia Zecchini, una especialista en este tipo de competencia, salir a la superficie tras uno de estos intentos en un estado limítrofe, que se parece bastante a la muerte.

Es uno de los primeros impactos y de los primeros trucos de THE DEEPEST BREATH ya que nos hace pensar que algo grave sucedió allí con ella, más aún cuando se la escucha en la primera entrevista de archivo hablar de que no le teme a la muerte. De hecho, tras esa escena, casi todo lo que se ve de su vida –su infancia, su relación con su padre quien habla casi llorando, sus intentos desde muy adolescente de querer dedicarse a ese deporte extremo, sus triunfos y derrotas iniciales– está montado y comunicado como para imaginar que eso que vimos fue el peor de los finales posibles. ¿Pero fue así?

En paralelo, McGann nos muestra otra historia, bastante diferente, la de Stephen Keenan, un chico irlandés también enamorado del mar y de la aventura, admirador de los documentales de David Attenborough, que partió de muy joven al Africa a vivir en la naturaleza, en contacto con los animales y en los lugares más recónditos del continente. Recaló, finalmente, en Egipto, en Dahab, uno de los epicentros mundiales del freediving (donde está el mítico Blue Hole) y se dedicó a eso, encontrando otra forma de tomar riesgos. Debido a una serie de circunstancias, Stephen se especializará como buzo de seguridad en ese lugar que es, a la vez, de los más buscados por los profesionales del buceo libre y de los más peligrosos.

Es evidente que las historias paralelas se cruzarán y por allí pasará esta historia de riesgos deportivos, ambiciones, obsesiones y romance con elementos de tragedia que parece armado por un guionista de ficción. Es tan «perfecta» la historia que aquí se cuenta –o el modo en la que la organizaron, seguramente bastante manipulada– que pide a gritos una adaptación con actores. En este caso, curiosamente, podría ser una buena elección, ya que la ficción se presta más y mejor que el documental para las muchas trampas que presenta este film.

Gran parte de la película se centrará en los intentos de Alessia de batir sus récords y los de la máxima estrella del deporte, la rusa Natalia Molchanova. Es así que la chica competirá consigo misma, con sus principales rivales (una chica japonesa es su nemesis aquí) y con la leyenda de Molchanova, a la que quiere superar. Pero el deporte tiene su violencia, su dureza. Aún cuando se pueda salir vivo de sumergirse sin más ayuda que una soga unos 100 metros hacia el fondo del mar para luego volver a la superficie, la llegada no siempre es limpia ni amable para los deportistas. Muchos llegan en una suerte de blackout del que hay que sacarlos en una situación que se parece bastante a una resucitación. Y Alessia –todas en realidad, pero la italiana, por lanzada, cae más de una vez en eso– vive ese tipo de experiencias como algo de todos los días.

A la par, Stephen se va volviendo una estrella dentro de lo suyo por haber rescatado a varios buzos en difíciles situaciones, poniendo en riesgo su vida para hacerlo. El hombre monta un centro de aprendizaje de buceo libre en Dahab y allí recibe a profesionales que buscan entrenarse con él y que, en algunos casos, quieren atravesar el complicado arrecife que es algo así como el «monstruo» del lugar, en el que más de cien buzos perdieron la vida. Es un deporte extremo que fascinará a los que encuentran en esos riesgos algo así como una motivación o razón para vivir –hay muchos así– y que a los que nos quedamos afuera nos resulta una locura incomprensible, de principio a fin.

Pero no es cuestión de juzgar lo que los buzos practican. El film, de hecho, no solo no lo hace sino que hasta parece invitar a los espectadores a probarlo, algo que también sucedía en documentales como FIRE OF LOVE o FREE SOLO, a los que en más de un sentido imita. La belleza del fondo del mar, la soledad de estar en un lugar en el que, dicen los que lo hacen, se parece bastante a moverse por el espacio, debe ser impresionante. El problema es que para conseguirlo hay que bajar muchísimos metros (el récord en la categoría específica que se muestra acá, la llamada «Apnea de Peso Constante», es de más de 100 metros) conteniendo la respiración por, bueno, unos cuantos minutos. Y eso, obviamente, tiene sus riesgos.

THE DEEPEST BREATH es impactante pero su guión y su estructura son en exceso tramposos para los límites éticos de un documental. No diremos los motivos –parte de su problema está en lo que cuenta y lo que oculta y en cómo lo hace–, pero hay mecanismos de ficción que se utilizan que son un poco sospechosos para el género. No solo las reconstrucciones (sabemos que algunas lo son pero no se nos dice precisamente cuáles) sino la organización del relato, manipulado brutalmente para que el espectador se sienta más en una película de suspenso que en un film que intenta describir la fuerte historia de Alessia y Stephen, tanto por separado como juntos.

Sabrán a qué me refiero al ver la película, ya que LA INSPIRACION MAS PROFUNDA es casi un constante pedido de no spoilear una historia que solo conocen los que se dedican o los seguidores del buceo libre (bah, o los que googleen de los nervios). Esa cadena de manipulaciones es sinceramente irritante –como si un guionista de Hollywood tomara el control de un documental y lo moldeara a su gusto, sabiendo el final de la historia pero trampeando a los espectadores para que crean otras cosas–, pero la película de todos modos impacta y conmueve. Es el retrato de un deporte extremo, un drama con un ángulo trágico y una triste historia de amor. Esperemos, por su salud, que Tom Cruise no lo vea.