Series: crítica de «Círculo cerrado» («Full circle»), de Ed Solomon y Steven Soderbergh (HBO Max)

Series: crítica de «Círculo cerrado» («Full circle»), de Ed Solomon y Steven Soderbergh (HBO Max)

Una investigación sobre un secuestro fallido descubre secretos guardados desde hace mucho tiempo que conectan múltiples personajes y culturas en la ciudad de Nueva York. Con Claire Danes, Zazie Beetz, Timothy Olyphant y Dennis Quaid. Desde el 13 de julio por HBO Max.

La disociación que existe en gran parte del trabajo audiovisual de Steven Soderbergh es fascinante. El hombre suele trabajar con guiones bastante estructurados, complejos (o al menos complicados), llenos de vericuetos, engaños, giros inesperados y vueltas de tuerca. Pero su estilo como cineasta corre por otro lado, está más cerca del naturalismo, de la improvisación, de puestas de cámara y tiempos narrativos inexactos, curiosos, casi jazzeros en su creativa pero imprecisa marcha. Ese contraste puede funcionar muy bien –los ejemplos son decenas, tiene 33 películas y media docena de shows de TV–, pero por momentos puede generar confusión, hasta cierto caos.

El guión de Ed Solomon busca en CIRCULO CERRADO que hagamos más o menos lo que pretende el título y uno de los personajes de la trama: rearmar las piezas del rompecabezas que se nos presenta y darle cierre, sí, a ese círculo de decenas de personajes interconectados entre sí a través de distintos países, lugares y a lo largo de décadas. Pero como director, Soderbergh parece filmar contra el guión, más preocupado por las peculiaridades de los personajes, sus situaciones personales, sus historias de vida, sus reacciones y excentricidades. Es una extraordinaria decisión en términos creativos. Eso sí, uno tiene que asumir que quizás se pierda un poco en medio de la enredada trama, lo cual no tiende a ser un problema en una película pero es un poco más complicado si uno tiene que seguir las casi seis horas de una serie.

De todos modos, esta suerte de cruza entre TRAFFIC y el clásico de Akira Kurosawa EL CIELO Y EL INFIERNO tiende a funcionar muy bien, metiendo al espectador de a poco en un mundo fascinante y lleno de vericuetos que tiene además un grupo de personajes con secretos propios del más clásico cine negro, género que tanto Solomon como Soderbergh ya han trabajado juntos (en NO SUDDEN MOVE/NI UN PASO EN FALSO) y por separado, en el pasado. Como el film japonés de 1962, aquí también el punto de partida es un secuestro que sale mal y el tema pasa por la disparidad social y económica entre las partes. O entre algunas de ellas.

Los acontecimientos empiezan a moverse tras la decisión de la Sra. Mahabir (la veterana CCH Pounder, de la saga AVATAR y la serie THE SHIELD), una jefa de la mafia guyanesa en Nueva York, de acabar con una supuesta maldición que acecha a su familia y la envuelve en sangre y violencia. Con la ayuda de un líder religioso se convence que la única forma de hacerlo es secuestrando a un joven a una hora determinada en un círculo pintado con tiza en pleno Washington Square de Manhattan. Los motivos de esa decisión se irán descifrando con el correr del tiempo, pero la serie se ocupa en principio de las acciones en sí. Para concretarlo, su mano derecha Garmen (Phaldut Sharma) y su sobrino Aked (Jharrel Jerome, recién visto en un papel muy distinto en I AM VIRGO) utilizan –decir contratan es un tanto excesivo– a dos jóvenes recién llegados de Guyana –Xavier (Sheyi Cole) y Louis (Gerald Jones)– y a la hermana de este, Natalia (Adia), masajista de la «Auntie» Mahabir.

Soderbergh pasa de ahí a mostrarnos la vida de un grupo en apariencia alejadísimo de todo eso: una pareja de neoyorquinos de mucho dinero que viven en un lujoso edificio de Manhattan. Ellos son Derek (Timothy Olyphant) y Sam (Claire Danes). La familia se completa con su hijo adolescente, Jared (Ethan Stoddard), y los padres de ella son fundamentales ya que su papá es el Chef Jeff (Dennis Quaid, desaprovechado), famoso por sus shows de TV y de cuya empresa millonaria todos viven. Es Jared, se sabrá pronto, el objetivo del ritual de los guyaneses. Pero, como sucede en el film de Kurosawa, el chico casualmente cambia sus ropas con un extraño amigo online con el que se encuentra esa noche, y los guyaneses se lo llevan a él. Pero los secuestradores no saben que hubo un error y llaman por teléfono con el pedido de dinero por el secuestro. Derek y Sam se desesperan, pero pronto ven a su hijo volver a la casa y se tranquilizan.

De todos modos, no pueden desentenderse del todo de la suerte del otro chico. En principio, porque creen que pagar es la mejor manera de que los criminales no se den cuenta del error y no vuelvan a buscar a su hijo –300 mil dólares no es mucho dinero para tener esa tranquilidad a futuro–, pero luego se verá que hay otros más. Y ahí los inexpertos secuestradores y el propio Derek, encargado de pagar el rescate, empezarán a cometer errores. Y se producirán fracturas y divisiones en cada uno de los grupos, además de irse revelando secretos del pasado.

Pero la complicada trama de Solomon no acaba ahí. Aún antes del secuestro, una agente del Servicio de Inspección Postal (primera vez que veo una trama con detectives y policías… del correo) ya está investigando a esta mafia guyanesa. Ella es Melody Harmony (Zazie Beetz, de ATLANTA), una mujer intensa y obsesiva que está convencida que algo raro pasa allí aunque su jefe (el comediante Jim Gaffigan) le prohiba expresamente meterse en ese asunto. En principio, porque la mujer es mentalmente un tanto inestable, además de en exceso confrontativa. Pero quizás ese no sea el único motivo. Melody consigue contactos con los guyaneses y es la primera en darse cuenta que algo raro está pasando. Pero nadie le presta demasiada atención.

Y así, a diferencia de lo que pasaba en TRAFFIC, iremos viendo ya no cómo esas historias se cruzan –es bastante evidente tras el secuestro– sino qué otras cosas hay en el medio de esos cruces, muchas de ellas ligadas al pasado, a la inequidad económica, a hechos de corrupción, negociados, crímenes del pasado y hasta problemas familiares de todo tipo. Soderbergh se apoyará en las tensiones matrimoniales entre Derek y Sam (Danes se destaca en un tipo de personaje que le cae como anillo al dedo mientras que Olyphant se arriesga a cambiar su estilo e interpretar a un tipo bastante pusilánime), en los conflictos que los jóvenes guyaneses tienen con la violenta tarea que les fue encomendada y en la obsesiva Melody (Beetz está extraordinaria y cada vez que aparece la serie mejora), alguien que va por la vida maltratando a todo el mundo pero, a la vez, casi siempre un paso adelante que todos los demás.

Si bien la serie va por otros caminos narrativos a los del clásico de Kurosawa (si lo encuentran véanlo, es extraordinario), sus temas son muy parecidos, en especial los ligados a la disparidad económica que funciona como motor de muchos de los eventos de la trama. Aquí se agregan otros –religiosos, personales, familiares e históricos que comunican a ambas extendidas familias–, pero lo que la torna apasionante, aún a costa de que el espectador se confunda un poco con tantos enredados hilos que se van abriendo, es la vitalidad y frescura con la que Soderbergh se conduce en términos cinematográficos.

A diferencia de NO SUDDEN MOVE en la que el realizador de CONTAGIO dirigía un típico guión de cine negro de Solomon con el esperado clasicismo que precisa una película que tiene detectives con sombreros en los años ’50, aquí Soderbergh usa muchas veces la cámara en mano, de vez en cuando hasta trastabilla o se equivoca (él es el director de fotografía, editor y a veces hasta operador de cámara), organiza las secuencias de un modo muy particular y no siempre sigue pie a pie el ritmo del plot propiamente dicho. El hombre prefiere tomar caminos tangenciales que parecen en principio un tanto inútiles pero que a la larga generan resultados, ya que le dan mayor peso a los personajes por fuera de los acontecimientos y las resoluciones de problemas específicos.

Lo bienvenido de series como FULL CIRCLE, del mismo modo que lo fue IRMA VEP, de Olivier Assayas, el año pasado, es que posibilitan al espectador acceder a ideas cinematográficas dentro del mundo cada vez más estandarizado de las series. Ninguno de estos cineastas se ponen como meros funcionarios del guión en cada uno de sus trabajos, tratan de ir más lejos y de encontrar recursos audiovisuales originales para presentar sus producciones. Pueden ser imperfectas y tener fallas, sí, pero son mucho más atractivas de ver que todas aquellas que parecen filmadas por un programa de Inteligencia Artificial que divide el guión en planos y los conecta entre sí.

Imagino que a ambas se les dio luz verde antes de los cambios de dirigencia y política de producción de HBO al asociarse con Discovery, así que no sé si veremos de acá en adelante muchas más cosas así. PERRY MASON, HOW TO… WITH JOHN WILSON o MINX, por citar solo algunas, ya fueron canceladas y hoy la plataforma está más ocupada en lanzar secuelas de SEX & THE CITY, GAME OF THRONES y HARRY POTTER. Series como FULL CIRCLE, que solían ser las bases sobre las que se construyó HBO, ahora quedan como placeres ocasionales, secundarios, de esos que veremos de tanto en tanto. Es por eso que, más allá de ciertos problemas, vale la pena ver una serie como la de Soderbergh y Solomon. Si uno quiere que HBO Max no pierda del todo su esencia y pase a convertirse en una plataforma dominada por los reality shows y los documentales de true crime, estas son las series a las que habría que prestarle atención.