Estrenos online: crítica de «Rojo, blanco y sangre azul», de Matthew López (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Rojo, blanco y sangre azul», de Matthew López (Amazon Prime Video)

En esta comedia romántica, el hijo de la presidenta de los Estados Unidos y un príncipe de la corona británica inician un romance que, de hacerse público, pondría en problemas a sus respectivas familias. Estreno: 11 de agosto en Amazon Prime.

Escaparle al cliché de que las comedias románticas trabajen casi siempre a partir de relaciones heterosexuales no implica, necesariamente, escaparle a los clichés de las comedias románticas. Y ese es el curioso problema en el que incursionan películas como RED, WHITE & ROYAL BLUE, que intentan remover ciertos preconceptos y ampliar los parámetros de las comedias románticas tradicionales pero sin poder evitar caer en las mismas banalidades. El hecho que el romance central sea entre dos hombres no cambia demasiado el asunto.

La idea, en principio, puede sonar provocativa y hasta más esperable en el marco de un drama. Adaptada de la novela homónima de Casey McQuiston por el director y también autor teatral Matthew López, ROJO, BLANCO Y SANGRE AZUL imagina una historia romántica problemática por el contexto en el que existe. Su protagonista es Alex Claremont-Diaz (Taylor Zakhar Perez), el hijo de la presidente de los Estados Unidos (interpretada por Uma Thurman, con un acento acaso texano), quien se hace presente en una ocasión formal en Gran Bretaña: el casamiento de uno de los nietos del rey. Estando allí se topa con el Príncipe Henry (Nicholas Galitzine, una especie de versión estilizada de Macaulay Culkin), hermano del novio, con el que tiene una mala relación.

En realidad, esa «mala relación» proviene de sospechas mutuas. No han hablado casi nunca pero uno está convencido que el otro lo mira con desprecio y viceversa. En la propia boda hay fastidios, peleas y todo termina en un accidente –la enorme torta de casamiento se les cae encima– que causa un pequeño escándalo internacional. Los asesores de ambos gobiernos tomarán la decisión de juntar a ambos para mostrar, en plan campaña de relaciones públicas, que no hay problemas ni entre ellos ni mucho menos entre los países. Y de a poco el fastidio irá dando paso a una relación romántica, que ninguno de los dos esperaba.

Claro que, en un contexto tradicional, un romance entre el hijo de la presidente de Estados Unidos y un posible heredero de la corona británica no es algo sencillo de manejar, especialmente cuando ninguno de los dos ha «salido del closet». Y por eso ambos deciden mantenerlo en secreto. Terminado ese operativo de relaciones públicas, Alex se irá involucrando cada vez más en la campaña política de su madre –todo esto, encima, sucede poco antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos– y Henry hará lo posible por mantenerse alejado de su ahora amante. Pero les será difícil no querer estar juntos, virtualmente primero y en persona luego. Y más difícil todavía evitar que esto se torne público, lo cual parece más problemático para el principito inglés que para el joven norteamericano.

Estamos ante una comedia de enredos clásica cuya mayor diferencia respecto a las tradicionales tiene que ver con el hecho de que su eje es una relación homosexual. Pero, más allá de eso, funciona siguiendo casi todos los parámetros clásicos. Eso no sería necesariamente un problema si esos pasos típicos de las comedias románticas estuvieran aquí tratados con gracia y elegancia. Pero solo ocasionalmente la película logra evitar el cliché, repitiendo convenciones que en un romance heterosexual serían más que obvios.

La película sí toma algunos riesgos a la hora de la franqueza con la que muestra la relación entre los protagonistas, así como algunos detalles de sus encuentros sexuales (para una comedia tan mainstream como esta, hay ciertas escenas que sorprenden), pero fuera de eso hay pasos de comedia que resultan fallidos y escenas de la vieja escuela del cine con contenido «erótico» que serían más que discutibles si no existieran en el marco de una relación homosexual. Dicho de otro modo: en términos de «representación» puede ser una película valiosa, pero en términos puramente cinematográficos va de lo apenas aceptable a lo mediocre.

Sarah Shahi, como la mano derecha de la presidenta, ayuda a sacar a la película de sus momentos más mediocres, aportando algunos momentos cómicos que por lo general funcionan bastante bien. Y hay algunas circunstancias específicas del tercer acto que están bien resueltas, evitando –aquí sí– los rituales y problemas más previsibles del género. Gracias a esos apuntes y a los citados riesgos que la película toma, ROJO, BLANCO Y SANGRE AZUL logra algunos momentos de interés genuino y cierta originalidad. Pero más allá de eso, no es mucho más que una apenas pasable comedia romántica en un contexto inusual y con una pareja alejada de los cánones clásicos del género.