Festival de Locarno 2023: crítica de «Animal», de Sofia Exarchou (Competencia)
Este drama se centra en un grupo de mujeres y hombres que trabajan como «animadores» de un resort turístico en una isla griega. En Competencia Internacional del Festival de Locarno.
Una confesión: me encantan las historias de backstage, las que se meten en el detrás de escena de espectáculos o competencias deportivas. Pero no necesariamente las que se ocupan de grandes eventos, celebridades, equipos famosos o atletas conocidos. Más bien todo lo contrario. Me fascina el mundo de lo que pasa en el día a día de una banda de rock que gira a bordo de una minivan, parando en casas de amigos y tocando en bares de mala muerte. O la de algún equipo pequeño de tercera categoría cuyos jugadores también son carteros o policías del barrio. Así que ANIMAL me cierra, digamos, por todos lados.
Y la película está a la altura de ese interés ya que lo que retrata es a un grupo de «animadores», empleados de un resort –el «Hotel Mirage»– de una isla griega que se dedican a entretener a los turistas que se alojan allí. Cumplen distintas funciones pero, más que nada, se ocupan de hacer shows musicales y coreográficos, pero también rifas, bingos y las variadas situaciones que se pueden dar en un hotel tipo all inclusive que involucren algún tipo de «animación» por parte del staff. Y estos elencos, que durante el año son mínimos, en temporada alta crecen mucho a partir de la llegada de turistas de todo el mundo, aunque más que nada de Europa.
Kalia (Dimitra Vlagopoulou), la protagonista, es una de las encargadas del staff y la principal animadora, alguien que está allí hace una década, que canta, baila, anima las cenas y elige también al personal recién llegada. La mujer, que es de las pocas que son nacidas en Grecia, tiene una hija pequeña y un affaire sin aparente compromiso con otro de los veteranos animadores del hotel. Vive en condiciones bastante básicas –no precarias, pero casi–, pero parece aceptar casi resignada que, rondando los 40, es el tipo de vida que le tocó, le conviene y le sirve para alimentar a su hija. Ella misma admite que no tiene sueños de ningún tipo. De hecho, le pone garra a todo lo que hace de una manera más que creíble.
ANIMAL se centrará en una de esas temporadas altas, en la llegada de nuevo personal y en especial en la aparición de una joven de origen polaco llamada Eva (Flomaria Papadaki), bastante tímida, a la que contratan pero que necesita siempre ser empujada a la acción: a soltar el cuerpo, a bailar, a sonreír, algo que Kalia hace casi como acto reflejo. Parece evidente, además, que tiene una historia complicada. Pero no es la única. La mayoría de los contratados –algunos por primera vez, otros vuelven tipo golondrina todos los veranos– son de países como Rusia, Kazajistán o Ucrania y probablemente estén escapando de historias difíciles también. Y este trabajo representa, al menos por el momento, una suerte de refugio. Complicado, pero refugio al fin.
La directora de PARK no apunta a crear un drama sociopolítico aquí sino a retratar a Kalia y a su gente de una manera que por momentos recuerda al cine de Tizza Covi y Rainer Frimmel, que han hecho varios films centrándose en artistas y trabajadores de circos ambulantes. Buena parte del tiempo aquí se va en ensayos, coreografías, actuaciones, fiestas en boliches (donde ganan unos euros extra) y las diversas actividades que esta troupe hace tanto abajo como arriba del escenario. Y más allá de algunas complicaciones, lo que prima es la camaradería y la buena onda entre todos. De hecho, si hay tensiones estas suelen estar relacionadas con los turistas.
Kalia y Eva funcionan a modo de «maestra y discípula», con la primera empezando a darse cuenta que quizás ese lugar que ocupa –en el trabajo y en la vida– la limita y la restringe, mientras que la segunda, en otra etapa de su vida, encuentra allí lo que seguramente Kalia encontró al entrar: un espacio de libertad y cierta contención emocional típico de estas troupes. ANIMAL no busca, al menos no directamente, hacer una crítica directa al turismo ni ofrecer una mirada cruenta a este mundo al estilo de los films de Ulrich Seidl tipo RIMINI o la saga PARADISE. De hecho, salvo unas pocas excepciones, los turistas están fuera de foco o fuera de campo. La interpretación de su rol en el contexto socioeconómico de la Europa contemporánea corre por cuenta del espectador.
La griega Exarchou retrata muy bien a este universo y si bien por momentos la película puede volverse un tanto repetitiva en sus modos –las rutinas del film terminan remedando la de los «animadores», cantando siempre las mismas canciones, haciendo idénticas coreografías y similares juegos de azar con los turistas– la verdad que se desprende de sus protagonistas atraviesa cualquier dificultad narrativa que el film pueda tener. Tanto Vlagopoulou como Papadaki le ponen el cuerpo –lastimado, en más de una ocasión– a un drama que en el fondo tiene mucho de laboral. Más allá del decadente encanto del show, lo que todos los «animadores» hacen es un duro trabajo y un continuo esfuerzo por satisfacer a clientes que, la mayoría de las veces, los ignora, olvida o ni siquiera es consciente de su existencia.