Estrenos online: crítica de «La probabilidad estadística del amor a primera vista», de Vanessa Caswill (Netflix)

Estrenos online: crítica de «La probabilidad estadística del amor a primera vista», de Vanessa Caswill (Netflix)

Una caótica chica norteamericana y un muy organizado joven inglés se conocen casualmente en el aeropuerto antes de viajar a Londres y… pasan cosas. Con Haley Lu Richardson y Ben Hardy. Estreno de Netflix.

La voz en off de esta comedia romántica –un poco en «off» y otro tanto en «on», a partir de diversos personajes, en plan hadas madrinas, que interpreta Jameela Jamil– maneja números, posibilidades, estadísticas. Un poco como en la película argentina EL AMOR (PRIMERA PARTE), lo que hace aquí la relatora primero y uno de los personajes después, es calcular riesgos y probabilidades, como si fuera una aseguradora. Todo un marco para responder, fundamentalmente, a la pregunta del título de esta adaptación de la novela «The Statistical Probability of Love at First Sight», de Jennifer E. Smith.

Hadley Sullivan (la encantadora Haley Lu Richardson, de THE WHITE LOTUS) es una chica desorganizada y caótica que llega tarde a todo, anda siempre sin batería en el celular y se suele manejar de manera improvisada. Al llegar al aeropuerto y mientras la voz nos dice una serie de datos sobre las dificultades de tomar aviones un 20 de diciembre en Nueva York, Hadley pierde un vuelo a Londres. Viaja al casamiento de su padre con su nueva esposa, británica, y quizás la demora esté ligada a que no tiene muchas ganas de ir. Pero su padre le ofrece pagarle otro vuelo, en Business, que sale en breve (¿cuántos vuelos seguidos tiene la misma compañía a Londres?) y no le queda otra opción que aceptar.

Mientras trata de cargar su batería en una ficha que no funciona, un rubio británico llamado Oliver (Ben Hardy, que hizo del baterista Roger Taylor en BOHEMIAN RHAPSODY) le ofrece ayuda con su cable. Sus ojos quedan fijos entre sí y uno ya imagina que las probabilidades que plantea el título ahí crecieron rápidamente. El es casi su opuesto: estudia Estadísticas, le gusta calcular todo y odia las sorpresas, algo cuyos motivos se explicarán luego. Tras hablar y hacer una serie de inocentes bromas, los dos están comiendo algo en el aeropuerto y casi pierden el otro vuelo. Pero no. Entran. Ella está en Business. El en Economy. Pero nuestra hada madrina interviene –así cualquiera hace crecer las probabilidades de cualquier cosa– y pasan a Oliver a Business también.

La primera y mejor parte de la película –poco más de media hora– continúa en el vuelo. Ellos hablan, se cuentan algunas cosas y los conocemos mejor mientras se van algo así como enamorando. El carga con un traje encima y ella asume que va a una boda, pero en realidad no es así. Ya se verá cuál es el motivo de su viaje, uno que no quiere revelar por lo doloroso que le resulta. Al llegar a Heathrow, pasa lo imaginable. El le anota su número de teléfono pero la caótica Hadley lo pierde porque el celular se le cae y se le «muere» al instante. Y no, tampoco tiene su nombre completo. De ahí en adelante cada uno lidiará con sus propias situaciones en Londres mientras, en el fondo, lo que intentan es ver cómo pueden reconectarse.

LA PROBABILIDAD ESTADISTICA… tiene todos los elementos clásicos de la comedia romántica más convencional pero, al menos durante su primera mitad, funciona bastante bien. Si bien la química entre ambos no termina de estar ahí (más por él que por ella), hay algo encantador en la manera en la que se conocen y en cómo Hadley prefiere recorrer Londres para encontrarlo antes que quedarse en el incómodo casamiento de su padre. Cuando se sepa a qué vino realmente Oliver –algo bastante más dramático–, se entenderán muchas cosas respecto a su personalidad y cómo las historias de uno y de otro pueden combinarse desde lados, si se quiere, opuestos.

Lo mejor de una película filmada con todas las convenciones y el estilo neutro/turístico de las comedias románticas de Netflix pasa por el peso que le da también a las vidas personales y familiares de los protagonistas. Si bien el eje está en su relación, largos tramos del film están centrados en la relación de Hadley con su padre (Rob Delaney) y en la de Oliver con su peculiar familia de actores shakespeareanos (interpretados por el actor/director Dexter Fletcher y la actriz de BRIDGET JONES, Sally Phillips). Y esos aspectos –especialmente el de la familia del chico– le agregan dramatismo a una película que va tomando características más emotivas con el paso de los minutos.

El problema, a partir de allí, es que la cierta credibilidad que la película venía manejando se va perdiendo en una acumulación de recursos propios de la fórmula. Si bien todo está presentado, de entrada, como una fantasía, al llegar a cierto punto la acumulación de casualidades y caprichos se vuelve forzada y difícil de sostener. A la vez, la constante cita de números, posibilidades y cálculos –que hace Oliver tanto o más que la narradora– se empieza a volver un mecanismo repetitivo. Lo que era gracioso durante un rato pasa a ser una carga con la que la película, en un punto, ya no sabe qué hacer. Por eso, una comedia romántica que tenía un 75 por ciento de posibilidades de salir bien termina bajando, digamos, a un 50.