Estrenos online: crítica de «Veneno» («Poison»), de Wes Anderson (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Veneno» («Poison»), de Wes Anderson (Netflix)

Un hombre británico está a punto de ser atacado por una serpiente mientras su sirviente indio convoca a un doctor para tratar de resolver el entuerto en este corto que cierra la colección de adaptaciones de cuentos de Roald Dahl. En Netflix.

Con VENENO concluye el combo de cortometrajes de Wes Anderson basados en distintos cuentos publicados por Roald Dahl en su colección THE WONDERFUL STORY OF HENRY SUGAR AND SIX MORE (o HISTORIAS EXTRAORDINARIAS), reuniendo lo que, imagino, finalmente quedará un solo film de unos 90 minutos de duración, con el primero y más elaborado de los cortos –el que da título a la colección– y tres más breves y relativamente más simples.

Si bien todos son cortos que se caracterizan por su velocidad –más que nada a partir de la acelerada forma de hablar de sus personajes– POISON es el más directo. Se narra, simplemente, una sola situación entre tres personajes (y medio) y tiene lugar en un solo escenario. Es la casa de Harry Pope (Benedict Cumberbatch), un hombre británico en lo que parece ser la India colonial, varias décadas atrás. El hombre está acostado inmóvil en una cama cuando llega Woods (Dev Patel, el actor al que mejor le sale el ritmo maníaco de hablar velozmente mirando cada tanto a cámara en toda la serie de cortos), su sirviente/asistente, y se topa con una noticia inesperada.

Pope está en la cama tieso, transpirado y susurrando. El hombre le dice a Woods que se quite los zapatos y hable bajo (se asume que cuando les habla a los espectadores eso no se oye en la «realidad» del film) por un motivo temible: tiene un krait, un tipo serpiente muy venenosa en el estómago, entre la ropa y el cuerpo y, de moverse, será atacado por ella y morirá. ¿Qué hacer ante tan complicada situación?

Woods intentará ver cómo solucionar el asunto, lo que implica convocar al Dr. Ganderbai (Ben Kingsley, al que más le cuesta, a mi entender, el formato), quién rápidamente llegará hasta allí con el objetivo de aplicar sus técnicas para resolver el entuerto. Será un operativo complejo, que demanda esfuerzo, y el final será sorpresivo, pero de una manera inesperada. De un segundo a otro una situación específica de resolución de un problema se transforma en una reflexión un poco más seria sobre algo así como el racismo y el colonialismo británico.

Lo más elaborado, en términos wesandersonianos, de VENENO, es el set, la estructura del lugar en la que transcurre la acción, que se abre como una suerte de casa de muñecas (paredes se levantan, puertas se corren) haciendo del lugar un espacio abierto más parecido a lo que sería una casa en un escenario teatral. La división de planos en dos o el uso de algunas elipsis (alguien va y vuelve a la casa en 15 minutos y tan solo lo vemos salir y volver a entrar al plano, sin corte alguno) son algunas de las otras características curiosas que el director le agrega a un corto que se ve en un suspiro, veloz y efectivo.

Cuando parece que todo será nada más que una simple y hasta graciosa anécdota, algo sucede sobre el final que gira el eje y pone en contexto lo que estamos viendo. Revelar más sería entrar en zona de spoilers, pero lo cierto es que ese brusco cambio de eje le da un cierre al corto –y al proyecto en general– que es un tanto más grave y serio de lo que parecía hasta el momento. Puede parecer un simple corto acerca de si salvarán al hombre de ser mordido por una serpiente, pero al final termina siendo uno sobre el mundo en el que sus protagonistas coexisten.